El atardecer cubre el corazón de Guayaquil. La brisa refrescante del río Guayas los abraza y la melodía romántica de un saxofonista los endulza, mientras caminan solos, en pareja o en familia, unos pensativos y otros riendo, siendo felices por estar ahí, descansando, sentados en una banca del bulevar 9 de Octubre.

Jaime Vallejo, de 72 años, es uno de aquellos que disfruta de las noches de la ciudad, que lo acogió al llegar de Cuenca a sus 12 años. Vuelve cada fin de semana, asegura, por ese movimiento intenso del comercio, de la gente que pasea con sus niños, como él hacía con sus tres hijos. Esa noche, el 17 de julio, su esposa y su cuñada degustaban de los sabores costeños en un restaurante, mientras él se complacía con observar cómo se recupera, tras la pandemia, el ritmo de esta ciudad porteña que el próximo domingo 25 de julio conmemora 486 años de su proceso fundacional.

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“Este movimiento me encanta, ya se ve como antes (de la pandemia), mucha gente. Aquí regreso para despejarme, distraerme, es como mi segunda casa”, comenta este adulto mayor, residente en el Batallón del Suburbio, a eso de las 19:00. A esa hora, en la misma vía, entre Rumichaca y Lorenzo de Garaicoa, el panorama es menos alentador, una treintena de personas acomodan sus cartones para pasar la noche en las aceras.

Personas, como Jaime Vallejo (d), disfrutan al observar el movimiento comercial de la avenida 9 de Octubre, centro de Guayaquil. Foto: Jorge Guzmán

“Es triste ver a tantos sin hogar”, lamenta Sofía Vera, mientras avanza con su mascota hasta la intersección de la calle Chimborazo. Ahí hizo una pausa para dar unas monedas al saxofonista venezolano Joirmelec Acosta, quien la estremeció con su canción favorita, My heart will go on, de Celine Dion. “Recuerdo ese épico momento de Rose y Jack en la proa del Titanic”, rememora la mujer de aquella película.

Frente a ellos, en cambio, un estruendoso reguetón atrae por un momento a un grupo de jóvenes que pasan por un local de comida. Tararean la letra y siguen su paso hasta la plaza San Francisco, donde un cantante puso a bailar a una mujer a ritmo de salsa. En la siguiente cuadra, Magdalena Rendón con un grupo de amigos, del sector de El Recreo (Durán), reían a carcajadas del sketch cómico de un payaso que bromeaba con el poder del látigo que usaban los padres para corregir a sus hijos. “Me acordé de las travesuras y cómo nos correteaban con el látigo”, cuenta la mujer.

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Y mientras se acercan hacia el malecón, personajes infantiles de Disney y de otras películas le daban color y alegría a los más pequeños, como a los tres hijos de Luis Balda, quien retrató en una foto a sus niños asustados con el payaso terrorífico de It, interpretado por Gabriel Jaramillo, quien afirma que aún no se recupera la misma cantidad de visitantes: “Un día bueno, antes de la pandemia, unas 200 personas se fotografiaban conmigo; ahora, con suerte, cinco”.

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Ya en el malecón Simón Bolívar la brisa golpea más fuerte. Allí, un centenar más se hacían selfis con el fondo de la imponente rueda de La Perla, que brillaba de fucsia esa noche. Ahí, mientras degustan de unas manzanas acarameladas, están las amigas Mariana Claros y Johanna Lynch. “Vinimos por casualidad, al salir de la misa en la Catedral, vimos que no había gente aglomerada y decidimos pasear. Está muy bonita la noche, fresca”, dice Claros.

Parejas, como César Castillo y Patricia Garzón, disfrutaban de una ambiente tranquilo y la brisa del río Guayas, en Puerto Santa Ana. Foto: Jorge Guzmán

La zona rosa, pasadas las 20:00, sigue apagada, con pocos locales abiertos, a la espera de enganchar a clientes. A diferencia de este punto, en Las Peñas y el cerro Santa Ana decenas de parejas y grupos de amigos subían y bajaban por las gradas, luego de ‘picar algo’ en los restobares que los invitan a pasar con ritmos románticos y salseros que varios artistas interpretan cada noche.

La tranquilidad que se siente en Puerto Santa Ana los anima a regresar cada noche a Miriam Aguilar, Rafael Bell y Mishell Armijos, quienes pasean con su perro Negro. “Es un lugar muy bonito, agradable, donde uno puede disfrutar, caminar o comer algo rico”, cuenta Mishell, oriunda de Zaruma. Ahí, la variedad de una veintena de restaurantes invita a los visitantes a degustar de las delicias del mar, de platos italianos, asiáticos, acompañados de vino o cerveza. Los amantes del café y los dulces también tienen su espacio.

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La noche es prometedora para jóvenes y adultos, que siguen llegando y copando los locales. César Castillo y Patricia Garzón, residentes de Samanes, pensaron en cenar, pero al llegar cambiaron de parecer. “Mucha gente, por seguridad preferimos disfrutar solo de la brisa y este clima tan agradable”, refiere Castillo, luego de retratarse con su pareja en una foto.

Un payaso hizo reir a los visitantes de la avenida 9 de Octubre con su sketch cómico. Foto: Jorge Guzmán

En otros sectores de Guayaquil, también se vive y disfruta de la noche. A lo largo de la calle Portete, desde Chimborazo hasta la 17, una variedad de locales con comida rápida, como hamburguesas, yogur con pan de yuca, morocho, papipollo, alitas asadas, así como pollo de asadero, caldo de gallina, corvina frita o arroz con puré o menestra, secos, entre otros, invitan a salir a los moradores, en especial en quincena y fin de mes.

Mishell Agusto con su esposa, hija y otros familiares, disfrutaron de platos típicos: “A los niños les damos caldo de gallina y nosotros, arroz con menestra y chuleta o chuzo”, dice Agusto; mientras que John Merchán y Rubén Rivera eligieron comer en La esquina del chino 2 los platos que se ofrecen a un dólar. “Nos gusta la buena sazón, porciones normales y también por la economía”, destaca Merchán, quien camina unas siete cuadras desde su casa a este local, en Portete y Leonidas Plaza.

En Urdesa, los dueños de negocios y clientes ven con alegría que vuelve el movimiento

En las calles principales de Miraflores y Urdesa hay rincones para diferentes gustos y presupuestos. Las opciones van desde un café, helado, hot dog, shawarma, tacos, cangrejos, así como restaurantes con variada gastronomía y música en vivo. Algunas jóvenes, contagiadas por el ritmo reguetonero de ‘yo perreo sola’, se levantan de sus asientos para bailar un rato, en el espacio de su misma mesa de un local de sushi.

En Urdesa, en Víctor Emilio Estrada e Ilanes, el personal de algunas licoreras tienen a 'enganchadores' para atraer a los clientes, que compran bebidas desde sus vehículos. Foto: Jorge Guzmán

Las licoreras, por ejemplo, atraen a sus clientes con sus ‘enganchadores’, en las calles Víctor Emilio Estrada e Ilanes. Los conductores se detienen, preguntan, piden el trago y entregan la plata, a cambio de sus bebidas. Así, facilitan la compra de sus clientes con un ‘autoservicio’, asegura María Eugenia Vaca, quien lamenta que con la nueva variante del COVID-19 circulando en el país las ventas han decaído.

Sully Romero junto a su hija, María Sol Sánchez, desde La Puntilla, llegan a comer en los Chuzos de Pato, en Miraflores, pasadas las 23:00. Salieron de una reunión en casa de unos amigos y antes de retornar a su hogar se detienen. “Son ricos y a buen precio”, considera Romero, en esta noche en que los comensales siguen arribando para comer o llevar, en este y en otros locales, como en los cangrejales. Así se disfruta en esta ciudad que palpita al ritmo de su gente, alegre y trabajadora, que encuentra en las noches el relax, esparcimiento y un buen momento. (I)