Son dos mujeres que con sus familias migraron de su tierra por problemas de violencia y hoy tratan de salir adelante agradeciendo la oportunidad de tener el apoyo de la comunidad ecuatoriana y, sobre todo, de instituciones que les han acompañado en su adaptación a su nuevo hogar.

La población de personas forzadas a huir o en movilidad humana en el país es de 570.000 integrantes, aproximadamente, según el Grupo de Trabajo para Refugiados y Migrantes (GTRM).

Tanto Carmen como Gabriela son parte de las 72.229 personas, en un 86 % de origen colombiano, que están bajo condición de refugiados que viven en el territorio ecuatoriano. Además, un total de 11.742 extranjeros figuran como solicitantes de asilo desde el 2017.

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Como cada año, este 20 de junio se conmemora la importancia de la protección a las personas forzadas a huir de su hogar, de su país, a causa de conflictos armados y persecución. Ellas muestran parte de su integración en el país.

En el interior de un local decorado con paredes de diversas clases de calzado, la colombiana Carmen, de 47 años, se sienta en un pequeño banco para comentar sobre parte de lo que le ha tocado vivir luego de salir de Buenaventura.

Rodeada de las distintas clases de zapatillas y zapatos que fabrican, la mujer cuenta que desde su arribo al país empezó a hacer distintas clases de calzado con apoyo de conocidos y videos de internet.

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Expresa que con su esposo se movilizaba a distintos cantones del Guayas como El Triunfo, Salitre, Milagro y Bucay para vender medias en ferias populares. Recorrían diversas localidades tratando de sostenerse con esos artículos. Luego, ambos aprendieron a confeccionar zapatillas de espuma y empezaron a fabricarlas por su cuenta.

En la actualidad, ella tiene ese puesto de venta de calzado hace unos ocho años y otro establecimiento similar abrió hace cuatro meses con el apoyo de su esposo, en otro sector del cantón.

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Ella divide su tiempo entre esos sitios y un taller para la elaboración de los artículos como sandalias altas y bajas y zapatos con tacos con yute, cuero sintético y gamuza. Estas se ofertan de $ 5 a $ 25.

“Me ha gustado acogerme aquí en el país, al principio fue un poco difícil por la cultura, también hacerse entender o entenderlos, pero me hicieron sentir como en familia”, comenta la mujer, que inicialmente a su llegada a Ecuador estuvo laborando en un restaurante y una empacadora de mariscos.

Carmen sujeta un modelo de calzado que ofrece en locales de Durán. Foto: El Universo

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Ella aspira a que su negocio siga creciendo con cuatro locales más, incluso podría proveer de plazas de trabajo. Entre los compañeros refugiados y el apoyo de entidades, como Acnur, ella gusta de colaborar en impulsar una caja común para apoyar en emprendimientos de personas migrantes que suelen tener problemas de documentación y requisitos que piden en entidades bancarias. De alguna manera, para hacerles un poco menos complicado el camino a los que siguen llegando al país huyendo de los problemas de violencia.

Carmen considera clave el poder acoplarse a las personas para adaptarse al país y agradece a las redes de apoyo y también a entidades como el Comité Permanente de Protección de Derechos Humanos, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y a HIAS. Entre las ayudas recibidas destaca la guianza en trámites, documentación y en el asunto monetario.

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En sus pocos ratos libres a ella le complace ir a los ríos, cascadas, piscinas y otros parajes naturales que ofrecen los cantones del Guayas, como Bucay o La Troncal, y también a las playas cercanas. “A mí me gusta mucho el Ecuador, la comida, me he adaptado a las costumbres de las personas, de verdad que todo me gusta”, añade.

Gabriela, otra colombiana, de 53 años, reside en el norte de Guayaquil desde febrero del 2018, luego de verse forzada a salir de donde vivía con su familia en el Valle del Cauca.

Ella dice que es como una “tabla de salvación” el Ecuador y como los “ángeles” que puso Dios en su camino la Acnur, HIAS y el Consejo Noruego, que le han extendido una mano en los peores momentos y han dado seguimiento con ayudas como alimentación, apoyo psicológico y además en capacitaciones de gastronomía, belleza, emprendimiento, entre otros temas, que le han servido para encontrar un sustento.

Asimismo, resalta la preocupación constante de estas entidades por aportar desde el plano psicológico y de seguridad a ella y sus allegados.

“Cómo no voy a estar agradecida con estas instituciones que a la hora de una emergencia están para nosotros, que literalmente nos han ayudado en mes de arriendo, comida, no te van ayudar para toda la vida, pero un tiempo para que arranques, como decía mi papá ‘no hay que dar pescado, hay que enseñar a pescar’, eso han sido para nosotros”, refiere la colombiana.

Gabriela es una ciudadana colombiana que ingresó hace cuatro años a Ecuador. Foto: El Universo

Semanas antes de la pandemia de COVID-19, ella recuerda que inició su pequeño negocio de empanadas luego de recibir los cursos. Sin embargo, el coronavirus frustró ese plan.

Pese a ello, pone en práctica lo aprendido con una cuñada sobre la elaboración de productos desinfectantes y ahora vende esa clase de productos en su hogar, además de ayudar en el cuidado estético de las uñas y pelo de clientas que llegan a su hogar. El primer oficio, resalta, le ha servido para que cuatro personas que trabajaban con ella ahora se dediquen a esta actividad de manera independiente.

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Justamente, por su buena relación con sus vecinos locales, cuenta que no tiene problemas en ofrecer por adelantado sus servicios y luego cuando tienen dinero le cancelan. Entre algunos, resalta, incluso se comparten alimentos.

En Guayaquil, Gabriela gusta del encebollado y salir a pasear, caminar y hacer ejercicios al aire libre en parques y también en el malecón Simón Bolívar, situado al pie del río Guayas.

“Me parece Guayaquil una ciudad muy bonita, la gente es más contenta y alegre, son muy serviciales”, comenta la mujer.

Aquí, ella escribe su presente en el día a día. Cada noche cuando termina su jornada ora y agradece a Dios por tenerla con vida a ella y a los suyos, principalmente su esposo y su hijo.

Algunas cifras de migración

Según una encuesta de Acnur de marzo del 2022, el 56 % de personas desplazadas en Ecuador dice sentirse segura, el 71 % tiene buena o excelente relación con comunidades de acogida (en sus barrios), 19 % tiene acceso a una cuenta bancaria, el 64 % ha visto sus ingresos con tendencia a la baja con respecto al año anterior, el 44 % se dedica al comercio de productos y el 68 % de los niños y niñas están matriculados en la escuela. (I)