Unos globos y unos papeles colgantes dan cuenta del aniversario 67 del centro médico Eliécer Fiallos, que se recuerda este mes. Su personal vive con nostalgia esta fecha, pues al mismo tiempo se cuentan los días para su cierre definitivo.

A los médicos y colaboradores se les ha comunicado que operará hasta el 31 de este mes, aunque inicialmente se planeaba para octubre anterior.

Aquello trae nostalgia y pena a los trabajadores, que han dedicado décadas a colaborar y dar una mano a los pacientes que acuden por las atenciones, que se mantienen con precios económicos: el usuario paga $ 8 por consulta.

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Al ingresar al centro, ubicado en las calles 10 de Agosto y Chimborazo, a los trabajadores y médicos se los observa dialogando y aconsejando con un trato amable, parecido a un ambiente familiar.

Entre los usuarios también persiste la duda de en dónde podrán ser atendidos ahora con el mismo trato.

Este dispensario funciona desde hace 67 años por medio de un convenio entre un grupo de médicos y la parroquia El Sagrario. El padre Francisco Sojos, quien se posesionó como rector de la Catedral, tomó la decisión de no continuar con este convenio.

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Detrás de una oficina de recepción se suele encontrar Juanita Ávila, quien se encarga del proceso de admisión y el cobro a los pacientes que buscan la atención de especialistas de distintas ramas.

Ávila lleva 32 de sus 56 años como colaboradora del centro. Inicialmente ella se desempeñó en el Área de Laboratorio, cuando recién se daban las adecuaciones del espacio. Ella trabaja de 08:00 a 18:00, con una pausa en la mitad de la jornada, y además los sábados hasta las 13:00.

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Dispensario ubicado en la Catedral de Guayaquil dejará de atender; hay incertidumbre en pacientes y trabajadores que buscan mantener atención médica a bajo costo

Juanita Ávila, trabajadora del dispensario, ve con tristeza el cierre del centro de salud. Foto: Ronald Cedeño

En el Área de Laboratorio ella hacía la toma de muestras; luego se dedicó a inyecciones; y ahora entrega los tiques de admisión y cobra a los pacientes, además de atenderlos en la toma de signos vitales.

Pese a no contar con un seguro ni otros beneficios, ella contó que optó por trabajar y servir a la ciudadanía que ha acudido a este centro durante estas tres décadas. Desconoce que será de su futuro a partir del 1 de febrero, pero hasta tanto se entrega a la labor social por los pacientes.

Ella recordó que siempre procura dar una buena atención a los pacientes, estar pendiente de sus dolencias, siempre teniendo la amabilidad por delante. Incluso se moviliza a hogares de pacientes cercanos que necesiten ayuda con la toma de presión u otra asistencia especial.

“Ahora, con la pandemia, los médicos hicieron esfuerzo con un préstamo. Se puso bonito el lugar; había una puerta de fierro. Ahora tenemos dos años desde que se hicieron arreglos. No estaba el cielo raso, lámparas, aires acondicionados”, comentó la trabajadora.

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Y es que, en el ingreso principal, los pacientes ahora aguardan en sillas nuevas y con ambiente climatizado. Esos son parte de los arreglos gestionados por los trabajadores.

En uno de los consultorios, Leonardo Crespo, odontólogo del centro, hace una pausa para rememorar parte de sus recuerdos en este centro, que se inició en un sitio bastante rústico.

Él comentó que hace 28 años ingresó al centro como reemplazo de una compañera que tuvo permiso laboral, pero luego ella se casó y se fue del país.

Ante ello, los religiosos, principalmente el monseñor Roberto Pazmiño, le pidieron que se quedara, y así permaneció hasta la actualidad, en que continúa laborando en los turnos de mañana y tarde.

Leonardo Crespo colabora como odontólogo del dispensario. Foto: Ronald Cedeño

Él resaltó que durante estos años ha combinado su consulta privada y el servicio que se presta en este centro de salud. En este lapso, su labor ha ido encaminada a satisfacer la necesidad de las personas y recomendarles alguna otra especialidad en caso de notar alguna novedad de salud, mencionó.

Acotó que han existido pacientes que acuden directamente a recibir atención en las especialidades con las que cuentan. Pese a tener seguro público, muchos prefieren acudir a este centro por la atención, que se caracteriza por no tener tanta cola o dilatación en el tiempo de espera.

Para él, en estos años, lo más valioso ha sido que las personas salgan del dispensario encontrando un beneficio, como en tratamientos que en otros lugares no estarían al alcance de ellos por su alto valor económico, que en cambio allí los consiguen con alternativas y facilidades de pago en cuotas. “Eso es muy satisfactorio”, dijo este odontólogo, que en promedio atiende a entre diez y quince pacientes por día.

“¡Que no se cierre el dispensario!”, el pedido de pacientes que se atienden por años en centro médico de parroquia

Lorena Párraga, que lleva más de 20 años colaborando entre reemplazo y fija en la misma especialidad, insistió en que los pacientes han sido vistos como cercanos para procurar tratarlos como si se tratara de familiares y no de una fuente de dinero.

“Bajo ese punto, tratar de ayudar, solucionar su problema, y que el dinero que ellos tengan que invertir en su salud que valga la pena”, mencionó la doctora, que siempre procura ponerse en el lugar del paciente para darle la mejor atención.

Ella destacó que en muchos casos se replica la atención de cuatro generaciones, desde abuelos hasta nietos. “Nosotros no nos hemos cansado: queremos seguir ayudando a la comunidad y prestar nuestro servicio”, mencionó la galena.

A su vez, el médico Washington Orrala, con 42 años de servicio en la unidad médica, rememoró que mantiene vivo ese espíritu con que lo conquistó el párroco Eliécer Fiallos para llegar al dispensario apenas se graduó de médico.

Aunque ya está jubilado, él aspira a seguir ayudando a los más necesitados y, con ello, servir al prójimo.

En estos años, el mencionó que se ha procurado dar medicamentos a los pacientes a través de adquisiciones del dispensario, entregas de laboratorios e incluso donaciones de personas del vecindario.

“Sigo creyendo que el servicio que sigo dando es bueno. Nos conocemos con pacientes hace muchos años; ya no es relación paciente-médico, sino paciente-amigo. Viene a ver esa atención que la damos con todos los conocimientos, de corazón, y ellos se sienten complacidos con eso”, dijo.

Entre los pacientes que se siguen atendiendo en el dispensario hay la insistencia en que la atención buena debería continuar para ofrecerles un servicio que se acomode a su economía y con el seguimiento de los galenos que ya los conocen.

Antonia Bagua es una paciente que ha asistido por 48 de sus 71 años a este centro médico. En sus inicios, arribó al dispensario cuando apenas contaba con una estructura que era de caña y madera, recordó.

En esa época llegó con su último hijo, que ahora ya tiene 48 años. En esa primera experiencia, según recordó, el galeno Uriol Jácome le salvó la vida al menor por una grave infección que tenía en el rostro.

Ahora, su esposo, hijos, nietos y biznieta acuden a controles periódicos. En su caso, ella se trata un cuadro de diabetes con las consultas del galeno Washington Orrala.

Antonia Bagua es una paciente que continúa asistiendo a este centro médico; lo ha hecho por 48 de sus 71 años. Foto: Ronald Cedeño

“Que tengan compasión de nosotros, que somos pobres; no solo nosotros, sino gente que viene de otras provincias, por la atención buena”, dijo la mujer, que reside en el Guasmo norte.

William Castro y María Paulina Rendón, otros usuarios del centro, lamentaron que la obra del padre Fiallos cese en los siguientes días.

“La atención es bastante buena, me parece, para el servicio y poco valor que tienen. Es una pena, porque atiende a muchas personas de bajos recursos”, indicó el hombre, de 38 años, que cuando tenía 6 fue a su primera consulta. (I)