A Emiliano Azar le costó decidir si salía desde su casa, ubicada en el norte de Guayaquil, junto a su familia hacia uno de los locales de la av. 9 de Octubre. El padre de familia había tomado la decisión desde el pasado 9 de enero de ‘autoconfinarse’ para evitar cualquier incidente relacionado con la seguridad.

Este sábado, luego de más de diez días, salió junto con su esposa y dos hijos a almorzar en el centro y comprar zapatos y comida para la semana.

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“No vamos a vivir encerrados siempre, mis hijos estaban ya desesperándose por salir a algún sitio porque están en clases virtuales y mi esposa y yo, en teletrabajo aún”, dijo Azar.

El temor que ronda en las familias, como la de Azar, es lo que deriva en la poca afluencia de clientes en los locales comerciales y restaurantes del casco central.

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Trabajadores de almacenes de electrodomésticos y ropa, ubicado en las calles Baquerizo Moreno, Escobedo, Junín y av. 9 de Octubre, aseguran que ya son casi doce días en los que la clientela se redujo casi a la mitad. En algunos casos no se llega ni al 50 % durante la semana.

“El estado de excepción con el toque de queda, luego lo de TC, lo de Fito, todo le ha asustado a la gente que ya no quiere salir. Ahora cualquier día de la semana puede parecer domingo o feriado a partir de cierta hora”, dijo la dependiente de un local de la calle Junín.

En los bares y restaurantes en Puerto Santa Ana se apunta al horario nocturno para lograr sus mayores ventas. Foto: Ronald Cedeño

Este sábado, 20 de enero, el flujo de usuarios en las calles que colindan con la 9 de Octubre fue bajo. Aunque los locales mantuvieron sus puertas abiertas, dependientes de locales indicaron que no se observó clientela como la que usualmente se ve en el inicio del fin de semana.

Esta situación, sin embargo, contrastó a lo largo de la calle Olmedo, en donde sí se observó la presencia de clientes, atraídos por las ofertas de los locales y de comerciantes informales.

“Aunque usted ve que hay gente, no hay la cantidad que siempre se tiene un sábado. Eso afecta, afecta bastante porque ya vamos para diez o doce días sin trabajar en un 100 % y hay trabajadores y alquileres por pagar”, dijo el dueño de un multicomercio en esa zona.

Parques como el Seminario, Centenario e incluso del Malecón Simón Bolívar estaban con poca gente. María Belén Torres, quien vive en la calle Víctor Manuel Rendón, dijo que le ha asombrado como las personas han decidido quedarse en casa.

“Yo vengo casi todos los días al Malecón con mi perrito, avanzo hasta Puerto Santa Ana y es increíble como la gente no sale”, contó.

En Puerto Santa Ana, en cambio, la expectativa está colocada en la franja nocturna. Algunos restaurantes han optado por armar promociones para atraer clientela. El dependiente de uno de los bares de la zona indicó que también se ofrecen combos a domicilio, para vender a través de esa vía.

Mesas vacías se observan en ciertos cangrejales de Sauces 6. Foto: Ronald Cedeño

En esta zona turística, durante la tarde de este sábado se observó guardianía privada resguardar diferentes puntos.

“Aquí sí se vende, quizá no como antes porque la gente ha dejado de salir de noche, pero estamos vendiendo. Esperemos que ya todo se calme para volver a como estábamos hace unos meses”, señalaron trabajadores.

Más hacia el norte, en Sauces 6, el panorama no se aleja al del centro: locales a la mitad de su capacidad o solo con un par de mesas ocupadas.

“Aquí estamos sobreviviendo, ya veníamos con ventas bajas y remató todo lo que pasó a inicios de mes. Ahora ya casi nos toca quedarnos esperando a que llegue la veda que dicen empieza el 1 de febrero y cerrar una vez más”, dijo el propietario de uno de los cangrejales de la zona, quien cerró su local del 9 al 12 de enero por los hechos violentos registrados en la ciudad.

Desde el 9 y algunos desde el 8 de enero decidieron trabajar con la mitad de la plantilla de empleados o hacerlos trabajar por días.

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“La gente se siente insegura, ya no quieren comer en las mesas afuera o si vienen a comer vienen sin nada y si ven algo que no les cuadra, dejan la comida a medias y salen corriendo. O vienen a comer rapidito. La inseguridad nos está matando y está matando eso bonito que era reunirse con amigos en un sitio un viernes o un sábado y sentirse seguro”, dijo otro propietario de cangrejal.

Aunque algunos han tratado de apalancarse en las ventas a domicilio, señalan que no les rinde igual que en los locales. Citan, por ejemplo, que en el cangrejal el consumo mínimo de una persona puede llegar hasta los $ 25 o $ 30 por la compra de bebidas, combos y piqueos; a domicilio ese monto baja ya que el pedido se centra en un solo plato.

“Deberían volver a tener una carpa los policías aquí en Sauces, antes había y la gente veía eso como sinónimo de resguardo. Ojalá nos coloquen a personas que hagan rondas a pie y que así podamos levantarnos”, señaló un comerciante. (I)