Con calma, hace unos ocho meses, la propietaria de una tienda en el centro de Durán procedía a cerrar las puertas de su negocio pasadas las 23:00.

Ella cuenta que, en ese entonces, se conocía con toda la gente de la cuadra e incluso con los dueños de los restaurantes y tiendas de abarrotes que estaban frente al malecón. Sin embargo, en el último año, con la ola de violencia que hay en el cantón poco a poco dejó de hablar con ellos y empezó a cerrar su negocio más temprano.

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De hecho, dice que por los constantes robos y crímenes que proliferan, sus vecinos abandonaron la ciudad y cerraron sus locales. “Ahora me siento dentro de mi tienda en una silla ubicada en la parte de atrás, salgo solo cuando llaman a la puerta y trato de atender lo más rápido para evitar cualquier cosa”, dice la mujer, quien asegura que la declaratoria del estado de excepción en la parroquia Eloy Alfaro no ha generado tranquilidad entre los que se dedican al comercio.

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Además, indica que se generó una especie de miedo entre las personas lo que hizo que la presencia de clientes disminuya a raíz de la declaratoria. Incluso, relata, las farmacias que antes tenían clientes en determinadas horas, ahora suelen estar vacías. “Los delincuentes han optado por refugiarse dentro de los comercios, eso nos genera intranquilidad”.

La parroquia Eloy Alfaro es una de las tres de Guayas donde rige el toque de queda, de 23:00 a 05:00. Ese es un amplio sector que comprende los barrios populares del centro, el sector del cerro Las Cabras y ciudadelas y en donde se registra una mayor actividad delictiva y presencia directa de organizaciones criminales.

El dependiente de un local de venta de artículos varios señala que las personas evitan llegar al centro por la peligrosidad y que también eso ha bajado la facturación en casi un 30 % por el terror que se ha infundado en los últimos días.

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Así estaba, el pasado miércoles, la vía del malecón en donde antes había un mayor movimiento de personas por los restaurantes. FOTO: Jorge Guzmán  Foto: El Universo

Él explica, por ejemplo, que en otro local que tiene en El Recreo se vende todo el día y a toda hora; mientras que en el que está a una cuadra del malecón se vende poco y en ciertas horas.

“Los días cada vez son más muertos y ya al llegar las 16:00 la gente empieza a guardarse. Es pérdida para los comerciantes”, dice el trabajador, quien observa que las personas que llegan al comercio están siempre apuradas y observando a cada persona que transita.

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En el sector de Primavera 2, a pocos metros de llegar a la vía que conduce al cerro Las Cabras, el dueño de un bazar y tienda de víveres señala que el escenario es igual. “La gente ha dejado de salir, la gente tiene miedo de hablar, de salir pasadas las 17:00″.

En su caso, relata, el toque de queda ha representado pérdidas porque él atendía hasta la 01:00 por el expendio de cerveza y, en las últimas semanas, había un mayor movimiento a partir de las 18:00 por la demanda de útiles escolares. La noche, asegura, era el mejor horario para el negocio.

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Según un morador de la ciudadela Abel Gilbert, los habitantes de Durán no se sienten protegidos por el estado de excepción y el control militar. De hecho, señala que durante el día no se observa a policías o militares haciendo rondas. “Queremos ver a policías en las calles, caminando, dando tranquilidad a moradores, a comerciantes que no se sienten respaldados. Solo los vemos minutos antes de iniciarse el toque de queda, como si los delitos no se cometieran a la luz del día”, dice el morador.

Él, al igual que los vendedores del centro, expresan que no se siente que hay un mayor control o presencia de uniformados. En los barrios que conforman la parroquia Eloy Alfaro, los moradores viven en zozobra. Muchos evitan hablar con gente desconocida o incluso salir de los portales de sus viviendas por temor a represalias.

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Ellos aseguran que debe haber una intervención más profunda, además de la militar, en el ámbito social para insertar a jóvenes en más actividades. (I)