Juan Diego Navia, Christopher Mina, Ricardo Bourne, Alejandro Borja, Daniel Trujillo y Andrew Lau son seis jóvenes, de entre 17 y 24 años, que a través de la música vencieron las dificultades de interacción social que presentaron desde su niñez por tener trastorno de asperger (parte del espectro autista).
El grupo empezó como un pasatiempo entre Juan Diego y Daniel, quienes jugaban a ser rockstars hace trece años (en 2008), mientras sus padres organizaban la formación de la Asociación Asperger Ecuador, que en 2014 se convirtió en fundación, recuerda Fernando Navia, padre de Juan Diego, quien tuvo la iniciativa de formar un grupo musical.
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Con Juan Diego en la guitarra y Daniel en el bajo empezaron ese sueño, que con los años lo fueron plasmando al conocer a los cuatro integrantes más de la banda en un concierto y en la fundación, que da apoyo a 80 niños con la misma condición. En 2019, luego de acordar entre ellos el nombre de la agrupación, decidieron lanzar públicamente a Aspy Band. El rock latino de los ochenta es el género musical que decidieron tocar, es el que más les gusta.
Sus primeros covers fueron Persiana americana, de Soda Stereo, y Devuélme a mi chica, de Hombres G. Los pueden escuchar en los videos que han subido en las redes sociales de Aspy Band, en donde también han colgado algunas entrevistas que les han realizado virtualmente.
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Los jóvenes ensayaban en la fundación o en sus casas, antes de que llegaran los primeros casos de COVID-19 al país. Ahora las prácticas las hacen de forma virtual, pero se les ha hecho difícil, porque tienen dos limitaciones, una de ellas, la falta de tres instrumentos: bajo, teclado y percusión.
Usan guitarras, un pequeño teclado que está dañado y otros instrumentos virtuales, a través de una aplicación digital. Pero no es lo mismo, aseguran, por lo que hacen un llamado a quienes puedan apoyarlos con esos instrumentos. Pueden contactarlos a través de las redes del grupo: Aspy Band, en facebook, @Aspyband en Twiiter y @aspy_band en Instagram; al correo: fernandonavia64@gmail.com; o a los teléfonos: 0987312185, 0993422601.
La otra dificultad que tienen es la conexión de internet durante los ensayos. “A veces, aunque tengamos buena conexión, hay fallas en la conexión. El baterista es el que lleva el tiempo, y a veces escucha a destiempo los sonidos”, explica Daniel, tecnólogo en Infografía y Producción Digital.
Los jóvenes se reúnen los domingos, unas tres o cuatro horas, con tareas de aprendizaje que practicaron durante la semana, con su profesora musical, la mamá de Andrew, Elisa Andrade, quien además enseña arte y música a los niños de la fundación. Aún no han tenido una presentación formal, pero esperan hacerlo pronto. Incluso han compuesto la letra de una canción, que está en proceso de arreglos.
“La música es una de las formas eficaces de formar lazos de amistad, de superarse a sí mismo y de expresar tus sentimientos”, expresa Juan Diego, quien está próximo a estudiar la carrera de Producción y Arte Musical en la Universidad de las Artes.
A Andrew, quien estudia Producción en Medios de Comunicación en la Espol, la música le ayuda a comunicar “lo que yo no puedo decir con las palabras”; Christopher, estudiante de Ingeniería Mecánica en la Espol, puede “expresar sus emociones, liberar tensiones y descubrir más sobre sí mismo”; mientras que a Alejandro, quien cursa segundo de bachillerato, y a Ricardo, estudiante de Ingeniería Ambiental en la Universidad Salesiana, les transmite “un sentimiento, energía, alegría y diversión”.
Fernando Navia, padre de Juan Diego, afirma sentirse feliz de ver el progreso de su hijo y sus amigos: “A pesar de su condición, todo es posible lograrlo. Ellos incentivan a la inclusión social, a evitar uso de drogas, dispositivos electrónicos sin control, y demostrar que (asperger) es solo una condición de vida, más no una limitante de vida”.
En el país hay aproximadamente 257.828 personas con discapacidad psicosocial, en que se incluyen los trastornos del espectro autista (TEA), según cifras del Conadis. A nivel mundial, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, una de cada 270 personas tiene un TEA. (I)