“¡Perra! ¡Acuéstate conmigo! ¡Puta! ¡Quiero pasar mi lengua en tu cosita! ¡Mamacita, estás rica! ¡Qué yucotas que tienes! ¡Estás como para comerte!”. Estas son solo algunas de las palabras vulgares y ofensivas que escuchan diariamente las mujeres de diferentes edades al salir de su trabajo, de casa o al pasear por las calles de Guayaquil. Incluso algunas son víctimas de un acoso sexual más agresivo que les causa problemas sicológicos.

Este Diario recorrió diversas avenidas de la ciudad evidenciando y escuchando los testimonios de hechos que padecen las mujeres en las calles, todos los días. Lo hizo luego de que una chica se quejara de que en apenas 200 metros de caminata por la acera de una avenida del norte de la ciudad recibió decenas de expresiones ofensivas con connotación sexual y simulación de besos de conductores o sus acompañantes.

Las féminas se sienten agobiadas por la presencia de tantos hombres morbosos que habitan en la urbe, y al estar en situaciones tan desagradables, algunas se conmocionan. Esta realidad no es exclusiva de determinada zona, es igual en sectores residenciales o suburbanos.

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Cada minuto, cada segundo, los hombres se me acercan a decirme palabras vulgares; además, me preguntan si yo presto servicios sexuales y les digo que están equivocados.

Luz Dari, vendedora de caramelos en el Parque del Centenario.

Ella explica que un día un hombre se le había acercado y le puso $ 5 en su caja de caramelos y le insistía para que se acostara con él. Inmediatamente Luz Dari le dijo que recogiera ese dinero y que se fuera o llamaría a la Policía.

Los hombres que más se acercan a las mujeres tienen un promedio de 30 a 40 años, según las damas, que se ven como víctimas.

A lo largo la avenida 9 de Octubre y en el malecón Simón Bolívar, decenas de mujeres van solas o con su familia a disfrutar, pasear y recrearse. Pero esta diversión se convierte en tormento cuando estas comienzan a sentirse acosadas verbalmente e incluso perseguidas.

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Este es el caso de María José Oviedo, de 18 años, residente de Durán. Comenta que un día salió a pasear con una amiga en el malecón y, cuando entre diálogos y risas se despidió de ella y caminó hacia la parada del bus para ir a Durán, un joven se le acercó a decirle palabras desagradables y la comenzó a perseguir y hasta se subió al bus que llevaba hasta Durán, mientras las personas que viajaban no decían nada. Después de momentos de tensión, su papá la esperaba en la parada del bus y aquel hombre desapareció.

No solamente en las calles acosan a las mujeres, sino también en las redes sociales, donde hay hombres que buscan a chicas jóvenes para manipularlas, ofreciéndoles dinero para tener sexo o diciéndoles términos groseros en las publicaciones que las chicas comparten en sus redes.

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Dayanna y Arianna, de 17 y 18 años, manifiestan que en sus plataformas digitales hay hombres que a través de mensajes les dicen palabras obscenas o les piden que envíen fotos de sus partes íntimas. “No sé cómo nos encuentran y nosotras al instante los bloqueamos”, dice Arianna.

Las mujeres ejecutivas que trabajan en empresas temen salir de sus trabajos, porque dicen que en las tardes hay más hombres morbosos que las acosan al salir de sus oficinas. “Cuando salgo a trabajar los hombres se me acercan y me dicen términos asquerosos mientras camino; yo los ignoro, pero no los insulto, porque estuviera al mismo nivel de estos agresores”, exclama Katherine Osorio, gerente de una empresa en el centro de la ciudad.

Asimismo, Gabriela Chóez explica que día a día sufre acoso verbal y que optó por utilizar audífonos para no escucharlos. “Es estresante escucharlos todos los días”, agrega.

Uno de los puntos donde las mujeres están al borde de la desesperación es el sistema Metrovía. Ahí se da el tantas veces denunciado “punteo”, cuando los hombres aprovechan los apretujones para pegarse atrás de las mujeres y rozar su miembro. Muchas de estas mujeres han tenido que quejarse a los guardias de seguridad para que haya más control y que detengan al agresor sexual.

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Dos sentenciados por acoso en sistema Metrovía

Desde la percepción profesional, el psicólogo Miguel de la Rosa considera que los efectos en las mujeres ante esta situación pueden manifestarse con sentimientos de culpa por no haber frenado el acoso, haberse sentido impotentes al no haber denunciado, inseguridad por el otro, desconfianza en seres cercanos y tener temor a no ser acogidas al no comunicarlo.

El psicólogo enfatiza que las conductas de los hombres que suelen expresarse en términos groseros son típicas y habituales en un sector de la población, pero no es “normal” ni “aceptable”, porque quien acosa o abusa es responsable de su acto y palabra. Además, las mujeres deben poner un alto, y si sienten que no cuentan con los recursos para afrontar aquello es preferible acudir a un especialista que pueda orientar; la ayuda de un profesional puede ser importante.

Muchas mujeres al denunciar que sufren de acoso verbal sexual no tienen la protección en el ámbito legal, porque no existe en la ley la sanción sobre el acoso callejero, pues este no se ajusta con el tipo penal; pero si el individuo agrede sexualmente a la víctima, este sería sancionado con la cárcel, según el abogado Vicente Torres, del Consejo Cantonal de Protección de Derechos de Guayaquil. (I)