La jornada de Nayet Villota, de 21 años, iniciaba a las 05:00 y finalizaba a las 23:00 afuera del hospital del Guasmo. Con un féretro a sus pies, por más de siete días, insistió que le den el cuerpo de quien asumió el rol de madre en su crianza, su abuela Enriqueta Razo, de 84 años. Ella murió en una clínica privada el pasado 25 de marzo y su cuerpo fue llevado al día siguiente a un contenedor de ese hospital por sospecha de COVID-19.

Ella contó que son cinco semanas sin saber nada del paradero del cuerpo. Gastó $750 en el féretro y más de $200 en movilización en días de búsqueda. Su desilusión aumentaba cuando intentó buscar en los contenedores y solo encontró una “falta de humanidad absoluta”.

“Los cuerpos estaban uno sobre otros, unos sellados, otros no, parte de cuerpos sobresalían entre los bultos. Sin identificación. No estaban en congelación. Solo cuando llegaban autoridades prendían los motores de esos contenedores móviles. El olor llegaba hasta las afuera del hospital”, recordó la joven.

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Nayet acudió a reconocer el cuerpo de su abuela en los contenedores del hospital, pero fue imposible. Foto: Cortesía Nayet Villota

Nayet vivía sola con su abuela. Ahora lo único que quedó de ella es un ataúd vacío al que llora en la sala de su casa, en el sur de la urbe, hasta esperar alguna noticia que le permita darle el último adiós.

Jorge Wated, quien lidera la Fuerza de Tarea Conjunta, explicó que existen al menos 133 cuerpos en proceso de identificación. Unos 120 cadáveres de contenedores del hospital del Guasmo, 2 del hospital Ceibos y 11 del Teodoro Maldonado Carbo.

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Agregó que este proceso no tiene fechas porque agentes de Criminalística toman el tiempo para identificar totalmente los cadáveres para realizar la sepultura.

Nayet recordó que pocos cuerpos tenían una hoja de papel con nombre. “Por la manipulación de los cuerpos había hojas que ya se habían separado o roto. No tenían el número de cédula, ni un registro. Si no tenía información, el último recurso en ese momento era abrir la bolsa e intentar reconocerlo, pero el nivel de descomposición era tan grande que muchos familiares no lograban hacerlo”, lamentó.

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María, tía de Nayet, explicó que la Gobernación se comunicó el pasado miércoles para conocer el caso e investigarlo.

Un caso similar vive Mariana Almeida que busca de forma incanzable el cuerpo de su padre, Ángel Almeida Cabeza, quien falleció el pasado 11 de abril por sospecha de coronavirus y por hemorragia interna, en un hospital privado de Guayaquil.

Ella denunció que en la morgue de ese centro le quisieron dar el cuerpo de otra persona. “Era un cuerpo que no tenía nombre. Mi familia ingresó a identificarlo con todos los implementos de bioseguridad y decían que no era él porque mi papá tenía solo la mitad de su dedo meñique de la mano izquierda y ese cuerpo lo tiene completo”, explicó ella.

Agregó que directivos del hospital le explicaron que darán aviso a personal de Criminalística para que haga identificación por huella dactilar.

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“Me dijeron que con la huella sabrán si es mi papá o si es otra persona, buscarán a sus familiares para decirle que pudieron entregarle el cuerpo cambiado”, explicó ella, quien tiene pensado hacer una denuncia de manera formal.

Wated explicó que él ha colocado cuatro denuncias de forma particular en la Fiscalía por mal manejo de cuerpos durante esta crisis sanitaria. También lo han hecho directores de hospitales. (I)