‘Las diferencias como oportunidad, no excusa’

Tienen once años de casados y el mismo tiempo trabajando juntos. El colombiano Jhon Alvarez y la ecuatoriana Cristina Guerra han aprendido cómo vivir un día a la vez en su matrimonio, dejando de lado sus diferencias culturales.

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Ellos son voluntarios en Alma, un programa de la iglesia Alianza Samborondón, de restauración matrimonial. Se encargan de coordinar la parte logística de retiros. “Hemos visto resultados, parejas que dicen esta es nuestra última oportunidad, y si hay voluntad de ambos suceden milagros”, indica Jhon.

Él tiene 50 años y es ingeniero en Sistemas, Cristina es psicóloga. Ambos trabajan en la iglesia Alianza Samborondón, él desde hace cuatro y ella lleva dos años. Siempre han trabajado juntos en el servicio en iglesias cristianas.

Se conocieron por una hermana de Jhon, en la Navidad del año 2000, dejaron de verse cinco años porque ella viajó a Chile, y después nació una larga amistad que abrió camino a la decisión del matrimonio. “Un día yo le dije que nosotros podríamos funcionar, fue muy serio, profundo, y aquí estamos”, comenta, y sonríe emocionada.

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Jhon dice que le ha costado mucho trabajo adaptarse a vivir en Ecuador, incluso comenta que cuando llegó, en el año 2000, no era su intención quedarse porque la cultura es muy diferente. Ya tiene nacionalidad ecuatoriana también.

Cristina, de 44 años, agrega que hay reuniones familiares en que tienen comida típica de Ecuador, en las que casi siempre él se queda sin comer. Dice que él no se acostumbra a la comida local, aunque tiene ciertas excepciones, como con el moro, llapingacho y el bolón de maduro.

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Cristina sonríe y cuenta que esos platos sí están dentro del menú que ella prepara en casa. “Esas diferencias las puedes tomar como oportunidad para enriquecer el matrimonio o como excusas para que las diferencias se hagan más profundas y haya más conflictos, es tu decisión”, comenta Cristina.

En los años que llevan juntos han aprendido que “se maneja un matrimonio a la manera que Dios dice”. “Hemos comprobado que así es como funciona. Hoy por hoy reina el egoísmo”, asegura Cristina.

Añade que en la relación él le dio seguridad. “Un hombre seguro de sí mismo que me hizo sentir segura, protegida, reinventada”, expresa.

Al oírla él la mira con alegría y dice: “Es una mujer interesante, inteligente, con la que digo ‘con usted yo puedo conversar’”.

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Y la mayoría de sus diálogos y debates son con una taza de café, dice Cristina.

“En el matrimonio hay que trabajar, a nadie le dicen cómo hay que vivir casados, uno aprende sobre la marcha y si uno no se educa de cómo va a llevar un matrimonio va a fracasar. Es un pacto, debo ayudarle a ella a que sea lo que Dios quiere que sea, y viceversa”, añade Jhon.

 

No tienen hijos, un tiempo eso le afectó a ella, pero lo superaron y aprendieron a disfrutarse. (E)

 

‘Él en español y yo en portugués, así nos queremos’

El ecuatoriano Arturo Puchaicela, de 62 años, conoció a la brasileña Cristiane Teixeira da Silva, de 42 años, por unos amigos cuando realizó un viaje de paseo a Brasil. Ahora son padres de un niño y están muy enamorados y felices.

Ella es oriunda de Fortaleza, ciudad capital del estado de Ceará, y vendía comida típica en su restaurante. Él es dueño de una empresa consultora ambiental.

Ahora están viviendo la mejor etapa de sus vidas. Recibieron hace un año tres meses la llegada de su hijo, Alejandro Fabián, tras un parto sin complicaciones. Él tiene una hija de su primer matrimonio y ella dos. Se conocieron después de más de cinco años de haber superado la etapa del divorcio. Están casados desde hace tres años.

Se definen como padres que comparten el cuidado de su bebé y que disfrutan la oportunidad de ser progenitores por segunda vez.

Arturo ha tenido compatibilidad con ella en todo, incluso gusta de la comida que prepara Cristiane, sus platos favoritos son los que llevan açai (fruto de palmera que crece en Brasil) y tapioca. Le gusta una crepe que se prepara a base de harina de yuca, típico de la región nordeste de dicho país vecino.

La afición por los preparados de su país también la comparten en Tapiocafé, en el centro comercial San Antonio, en el km 11,5 vía a Samborondón.

Él habla un poco de portugués. “Pese a eso nos comunicamos: él en español y yo en portugués, y así nos queremos todos los días”, afirma Cristiane.

Ella dice que lo fundamental en la relación es la comunicación y el trabajo en conjunto. “Él sabe hacer todo lo de la casa, los fines de semana él se queda cuidando al bebé, mientras que yo estoy en el negocio, lo hace de manera extraordinaria, mejor que yo. No porque trabaja en oficina solo se dedica a eso”, destaca, y lo mira con ternura.

“Somos un equipo, nos mantenemos unidos, el logro más importante es el matrimonio, es tan frágil. Tenerlo y mantenerlo es un trabajo diario, el acoplarse y seguir”, explica Arturo.

En el proceso de adaptación, los esposos comentan que no han tenido ningún tipo de inconvenientes. Arturo dice que no son diferencias grandes con la cultura de su esposa. Lo único difícil para ella es tener lejos a su familia. Arturo cuenta que decidieron quedarse en Ecuador por su trabajo. “Aquí podíamos hacer más cosas que allá, esa era la situación”, expresa.

Agrega que vive enamorado de Cristiane porque es muy comunicativa, descomplicada y alegre, estas dos últimas cualidades dice que son muy comunes entre los brasileños. “Yo hasta bailo samba”, dice, y ambos ríen.(E)

‘Hubo roces culturales, pero los superamos’

Xavier Endara y Yunireth Lucena se conocieron mientras él estaba trabajando en su taxi. Eran alrededor de las 20:00 del 7 de enero de 2018 cuando Yunireth, nacida en Venezuela, le hizo una señal con la mano para solicitarle una carrera y pedirle que la llevara hasta su domicilio en Guayaquil. Fue así como comenzó su historia de amor y ya llevan un año juntos.

“Me fui a la parada y estaba esperando una camioneta (bus) y venían unos hombres que iban a robarme”, comenta Yunireth sobre el día que se conocieron. Ella tiene 31 años y en aquel entonces trabajaba en un restaurante.

Después de unos días de haberla llevado en su taxi volvieron a verse y conversar. Xavier, guayaquileño, de 38 años, le propuso llevarla a recorrer centros educativos particulares para dejar la hoja de vida de ella, y fue así como encontró trabajo en Samborondón.

“Yo en Venezuela era coordinadora pedagógica de docentes, renuncié no porque me iba mal sino porque lo que ganaba no alcanzaba”, explica.

Yunireth comenta que en la convivencia sí se dieron dificultades al comienzo. “Fueron pocos roces por las diferencias culturales, pero los hemos superado, es porque nosotros los venezolanos somos muy carismáticos en el trato. ‘Mi esposo decía y por qué te escriben mi amor’”.

Las desigualdades también se evidenciaron a la hora de comer. Xavier dice que ella le solo le servía arepas en la noche. “Yo le decía que a mí me gusta el arroz con menestra y carne”, comenta él, y ríe.

Ella aprendió a cocinar algunos platos ecuatorianos, pero a veces le da arepas en el desayuno.

Entre los planes que tienen está tener un hijo este año, y más adelante quieren casarse en una iglesia católica de Venezuela. El civil será aquí, a finales del 2019. (E)