Con solo ver una flor o percibir el aroma que despide, ella ya sabe de qué variedad se trata. Sus dedos parecen ser tan ligeros como una seda cuando toca un pétalo o una hoja. Aunque le gustan todas, gardenias, orquídeas, sus favoritas son las rosas de jardín, pues dice que tienen un aroma dulce.

Suri Andrea Zapata, colombiana de 31 años, es la propietaria de la boutique floral que lleva su nombre, Suri Flowers, que comenzó hace cinco años con su primer local en Urdesa central y hace dos meses inauguró un segundo sitio en el centro comercial Alhambra, del km 2,5 de la avenida Samborondón.

Abriendo sus ojos oscuros y un poco sonrojada dejando al descubierto una timidez que es parte de su personalidad, dice que su sueño siempre fue tener una floristería que tuviera un concepto de boutique, es decir que a más de receptar pedidos de arreglos personalizados, como lo hacen las floristerías tradicionales, hayan ejemplares exhibidos que se puedan comprar al instante.

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“Como si se tratara de una zapatería en la que uno compra el zapato que le gusta del exhibidor, yo quería que asimismo se pudieran comprar arreglos florales en el momento”, dice. Esta es justamente la peculiaridad en sus locales.

Cuenta que de niña ayudaba a su abuela a hacer arreglos con flores desde su casa de campo, que es un tipo de vivienda de su natal Colombia que se caracteriza por tener un amplio espacio para jardín. “Seguramente de ella heredé esta habilidad a la que terminaría dedicándome”, dice con la mirada un poco perdida, como si estuviera reviviendo el recuerdo.

Al graduarse de ingeniera en Comercio Exterior tomó unas vacaciones y vino a Ecuador. “El plan era quedarme por unos dos meses acá, pero me enamoré de quien es ahora mi esposo, José Alarcón, y decidí quedarme”.

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De su vida personal no cuenta mucho, le gusta conversar, sin embargo, cuando se trata de su vida privada es reservada y prefiere decir lo preciso.

Cuenta que al llegar a Guayaquil vivió sola por un tiempo, consiguió un trabajo en una empresa de venta de vehículos y permaneció ahí por diez años. “Es difícil estar lejos de la familia, pero mis ganas de superarme me ayudaban a sostenerme, además fui bien acogida por los ecuatorianos, yo quiero mucho a este país que me ha dado tanto: mi esposo, mis hijos, mi sueño”.

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Después de trabajar durante una década renunció y decidió tomarse unas largas vacaciones por Europa junto a su esposo.

La habilidad para hacer arreglos florales como los de su abuela no se había perdido, la mantenía como un pasatiempo.

Fue en su viaje a Europa que pasando en floristerías de renombre en París (Francia) descubrió un producto ecuatoriano que era de los favoritos allá y que acá, según dice, prácticamente nadie conocía, la rosa preservada de exportación.

“Me quedé sorprendida de ver lo maravillosa que era esta rosa, que al pasar por un proceso especial de conservación puede vivir mínimo un año, y era nuestra, yo digo así porque me siento ecuatoriana también, y entonces dije, esto se tiene que vender allá, la gente debe conocerlo”.

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A su regreso, con el apoyo de su esposo, que es también su socio, comenzó a vender los primeros arreglos, tanto de rosas naturales como de aquellas preservadas, que hacía desde la cocina de su casa con ejemplares que conseguía en una plantación en Cayambe. Hasta ahora las sigue obteniendo de ese lugar.

Los hacía sola y se demoraba unas dos horas con cada arreglo, que luego mostraba en sus redes sociales. Para perfeccionar su técnica tomó un curso de floristería en Los Ángeles, Estados Unidos.

“Fueron tantos los pedidos que tuve para un San Valentín, que casi no me doy abasto. Nos dimos cuenta de que era necesario un espacio más adecuado para trabajar, pero no quería tener un local de atención al público porque me daba miedo”.

“Con mi esposo resolvimos rentar una casa que serviría como taller para hacer los arreglos y contratamos los primeros colaboradores. Esto duró poco porque el número de clientes crecía y crecía. Cuatro meses después abrimos el primer local, en Urdesa”, dice casi sin respirar; la pasión con la que habla no la deja hacer pausas.

Mostrando los arreglos en su local de Samborondón, en el que es imposible centrar la mirada en un solo elemento por la diversidad de colores y mezcla de aromas que dispersan la concentración, se siente como pez en el agua, dice que el lugar es tal y como lo soñó.

Hay arreglos en cúpulas de vidrio de una sola rosa o varias preservadas y de varios colores, mayormente de rosas o girasoles. También hay arreglos con flores naturales de exportación. Recientemente lanzó una línea con ejemplares artificiales.

Las bases de los arreglos también juegan un papel importante. Se hacen en Italia con diseños creados por Suri.

“En mi paso por París vi que estaba de moda entregar las rosas en cajas como las que se usaban en la época victoriana, para guardar los sombreros y quise replicarlo, pero con mis propios diseños”, concluye. (F)

Dicen de ella Admiro la seguridad que tiene en ella misma que la llevó a emprender el negocio y la responsabilidad y entrega con la que lo maneja, sin descuidar a la familia”.José Alarcón, esposo