¿Qué pasaría si las clases populares y oprimidas se cansaran de su situación y deciden arremeter contra quienes consideran la raíz de todos sus males: los ricos y privilegiados? Esa es la pregunta que el director Michel Franco se plantea en su más reciente película Nuevo orden, ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Venecia 2020. Y la respuesta que encuentra es la violencia. Violencia desmedida y sin control, que lo único que conseguirá es empeorar la situación general de todos, cuando se una al gran cáncer de la sociedad actual: la corrupción.

El filme empieza con una boda de millonarios donde no es escatima en lujos, comida, bebidas, música. Estas imágenes se contraponen con las de la revolución que se está forjando en las calles de Ciudad de México, donde los pobres son expulsados de los hospitales públicos, las calles se llenan de pintura verde utilizada por los manifestantes. Pero pronto, y sin ninguna razón aparente, las cosas se salen de control y la violencia se hace presente. La casa donde se está realizando la boda es tomada por los protestantes que enseguida despojan de todo a los invitados y, a los que oponen resistencia, los eliminan con una frialdad escalofriante. Los hechos ocurridos en la boda son solo el principio de una colección de sucesos violentos y sin sentido en los que terminan enfrentándose todos contra todos. Los pocos personajes honestos que tiene la película se ven envueltos en esta situación desesperanzadora.

La cinta nos muestra una visión pesimista de la sociedad, una sociedad que no tiene remedio y está condenada a la destrucción. Aunque las protestas logran contenerse, al final el poder y la corrupción siguen estando presentes. Nadie aprende nada de la situación. Es solo cuestión de tiempo antes de que todo vuelva a ocurrir. (O)