Todo lo que hacemos en las redes sociales deja un rastro. Cada me gusta, cada decisión para compartir algo en los grupos de WhatsApp o el simple hecho de observar una foto por más de diez segundos. Hay una gran máquina detrás, una inmensa maquinaria abstracta e invisible, que está registrando la totalidad de lo que decidimos.

Esa maquinaria gigantesca tiene intereses comerciales y puede generar situaciones límites, adicciones, daños mentales, que incluso amenazan la existencia de la humanidad.

Así de tétrico es el panorama que plantea el documental The Social Dilemma (El dilema de las redes sociales), una producción de Netflix que ha generado polémica y renovado el debate sobre cuánto influye en nuestras vidas esta realidad que moldea el siglo XXI y que puede impactar, desde la sencilla existencia de una pareja que se casa luego de conocerse por Facebook hasta el complejo escenario de cambiar el curso de las elecciones del país más poderoso del mundo.

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El documental, dirigido por el estadounidense Jeff Orlowski, director de Chasing Coral y Chasing Ice, documentales de corte ecológico, logra capturar un complejo entramado crítico contra las redes sociales a través de entrevistas a personajes que fueron claves en el desarrollo y éxito de firmas como Facebook, Google, Twitter, Instagram o Pinterest. Estas voces, que ahora se han vuelto activistas contra el impacto de sus anteriores lugares de trabajo, se unen también a las de especialistas en las áreas de la economía, medicina o filosofía.

¿Es tan pavoroso el impacto de estas redes que son parte de nuestra cotidianidad? Las siguientes son cinco áreas que se exploran en The Social Dilemma, un trabajo que ya ha tenido una respuesta contundente de Facebook negando las acusaciones.

1. Es el momento de los arrepentidos

En el documental de Orlowski se presentan los arrepentidos de Silicon Valley. Aparece el que creó el modelo de negocios basado en la publicidad que convirtió en imperio a Facebook, que hoy comparte con Google —en un duopolio inédito en la historia— el gran pastel de la torta publicitaria planetaria. También está el que inventó el famoso Like de la red de Mark Zuckerberg como un deseo, que ahora ven como inocente, de generar un espíritu positivo. O el que diseñó el scroll infinito, esa tecnología que hace que siga y siga de manera casi autómata deslizando el dedo índice hacia arriba para continuar viendo quién dice algo nuevo, qué pasa con esa amiga del colegio o qué ocurrió en la fiesta de anoche.

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Estos arrepentidos, luego del éxtasis de ser parte de la historia de los nuevos gigantes de Silicon Valley, comenzaron a hacerse preguntas frente al espejo cuando regresaban a sus casas: ¿Es correcto que unos cuantos ingenieros en California decidan cómo deben vivir miles de millones de personas?

El arrepentido principal, sobre el que gira el documental, es Tristan Harris, exdiseñador ético de Google y cofundador del Centro para la Tecnología Humana, una ONG que concibe “un mundo donde la tecnología esté realineada con los mejores intereses de la humanidad”.

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2. ¿Las redes sociales son una droga?

Uno de los datos más dramáticos de The Social Dilemma es el análisis de las estadísticas de autolesiones y suicidios en preadolescentes y adolescentes en los Estados Unidos, una realidad que se mantuvo estable hasta 2011, y que a partir de ese año crece en un periodo en el que el uso de las redes sociales en los teléfonos celulares tuvo un repunte poderoso a partir de aplicaciones que hicieron del selfie o los filtros un potente impacto al ya de por sí vigente culto a la imagen y generó una nueva moda adolescente que ahora ha conquistado a todas las edades. Es el nuevo narcisismo. El digital.

La tasa de suicidios subió el 70 % en las adolescentes de 15 a 19 años en comparación con la primera década de este siglo, mientras que en las preadolescentes se elevó un 151 % en relación con el mismo periodo.

"La generación Z, los niños nacidos después de 1996, son la primera generación en la historia que tuvo redes sociales en la secundaria", explica Jonathan Haidt, psicólogo social de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, quien asegura que toda esta generación está más ansiosa, más frágil, más deprimida y con una dificultad evidente para correr riesgos.

“Las redes sociales son una droga”, asegura la psiquiatra Anna Lembke, profesora asociada de Psiquiatría y Ciencias Conductuales del Centro Médico de la Universidad de Stanford.

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La especialista explica que los seres humanos tenemos un imperativo biológico para conectarnos con la gente, un sistema que está respaldado por millones de años de evolución y que trabaja en ese instinto gregario de la humanidad, de encontrar personas, unirnos y vivir en comunidad.

“No hay duda de que un vehículo como las redes sociales, que optimiza esta conexión entre las personas, tenga el potencial de ser adictivo”, dice en el documental.

A la adicción, como una de las tesis del impacto de las redes sociales en los usuarios, el documental suma el tema de la manipulación. Según ellos, los usuarios pueden llegar a ser marionetas inconscientes que siguen estímulos creados por expertos en diseño tecnológico, que se traducen en elementos ya icónicos en nuestra vida diaria, como son las notificaciones invasivas en la pantalla o los globos con un número en rojo que nos indican que hay algo que debemos atender en nuestro celular.

“Solo somos zombis y quieren que veamos más anuncios, así ganan más dinero”, afirma Sandy Parakilas, exjefe de Operaciones de Facebook y exjefe de producto de Uber.

Facebook ha rechazado el planteamiento de The Social Dilemma. En un documento de respuesta a siete puntos mencionados en el documental, asegura que es necesario un debate sobre el impacto de las redes sociales en nuestras vidas, pero que esta producción de Netflix sepulta la esencia con sensacionalismo ofreciendo una visión distorsionada y usando a las redes como un “chivo expiatorio” para lo que son problemas difíciles y complejos de la sociedad.

3. Negar el lado bueno de las redes sociales es absurdo

Sería ridículo desechar el aspecto positivo que han generado las redes sociales en el desarrollo de la humanidad en este siglo XXI. Mejoras en el trabajo, comunicación instantánea, herramientas útiles colaborativas y de capacitación, empoderamiento de voces que generan cambios, acceso a encontrar formas de ayuda en zonas vulnerables, visibilización mayor, y en tiempo real, de injusticias a minorías. El listado es innumerable y los mismos entrevistados del documental de Netflix lo admiten.

Una de las carencias del documental es ir más allá de la crítica rotunda. ¿Cuáles pueden ser —más allá de un llamado utópico a cancelar las cuentas de las redes— las propuestas para enfrentar los puntos problemáticos de esta realidad?

4. El usuario es el producto y la data es una religión

“Si tú no pagas por el producto, entonces tú eres el producto”. La frase, un cliché en el mundo de los mercados, es parte de la argumentación de los críticos de las redes en The Social Dilemma. Nada es gratis, entonces, y lo que les importa a las compañías que nos entregan cuentas de redes sociales es cada dato que dejamos en sus plataformas.

Es un nuevo mercado que vende certezas, inmensas predicciones para los anunciantes sobre los cimientos de gigantescas bases de datos que logran acercar un identikit de los usuarios, a través de todos sus me gusta e interacciones, a esos anunciantes. Una data evidentemente valiosa para delinear futuros clientes, futuras compras.

“Es un nuevo mercado, que no existía y que se dedica exclusivamente a futuros humanos”, asegura Shoshana Zuboff, profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard. Ella conceptualiza este nuevo mercado como un “capitalismo de vigilancia”.

Vivimos actualmente cercados por algoritmos. Un mundo que el filósofo e historiador israelí Yuval Noah Harari explica en su célebre libro Homo Deus. Breve historia del mañana como “el conjunto metódico de pasos que pueden emplearse para hacer cálculos, resolver problemas y alcanzar decisiones”.

Cuando usted busca algo en Google, un algoritmo decide qué resultados serán prioritarios en su búsqueda. Y lo que le aparezca a una persona en Guayaquil no será lo mismo que se le muestre —así sea una idéntica búsqueda— a una persona en Buenos Aires, por ejemplo.

“Puede decirse que ‘algoritmo’ es el concepto más importante en nuestro mundo. Si queremos comprender nuestra vida, nuestro futuro, debemos hacer todos los esfuerzos posibles por entender qué es un algoritmo y cómo los algoritmos están conectados a las emociones”, escribe Harari.

5. ¿Amenaza existencial?

Un último punto que plantea The Social Dilemma es el coctel peligroso que pueden generar las redes para la salud de las sociedades.

Individuos aislados, alienación, aumento de la polarización e intolerancias, auge de noticias falsas, burbujas sociales, uso de las potencialidades de las plataformas para impulsar autoritarismos y caudillismos. Son solo algunas de las delicadas realidades que, por momentos, complican el panorama noticioso a nivel mundial.

La tesis que propone el documental apunta a que la humanidad, inclusive, está en un peligro existencial como plantea Tristan Harris.

Y una síntesis de este argumento podría definirse con un esquema de hechos y consecuencias como el que sigue:

  • Hay problemas reales en la humanidad.
  • Hay soluciones reales posibles a la espera de encontrar sus desarrolladores.
  • Hay teorías conspirativas contra esos problemas por antagonismos ideológicos, políticos o religiosos.
  • Las posibles soluciones se enfrentan al caos informativo.
  • La verdad queda oculta en medio del caos.
  • El problema real de la humanidad no se soluciona.

Así, mientras existan problemas reales como el cambio climático, la lucha por los derechos de las minorías o la corrupción rampante en los gobiernos, el choque de argumentaciones hará estéril la búsqueda de la verdad. Es una propuesta arriesgada que no deja de recordarnos que la humanidad a lo largo de su historia ha vivido siempre precisamente eso: un choque de planteamientos. ¿Cómo se minimizan los riesgos y se logra privilegiar un debate limpio, que logre cambios positivos? Tal vez es la pregunta plagada de utopías por resolver. (O)