Una figura menuda y ágil se mueve rápido entre fotografías, vasijas, vestidos, mazorcas de maíz, bocetos y coloridos tejidos. Es ella, Susana Reyes, de 61 años. Bailarina, maestra, coreógrafa y directora de la Casa de la danza.

Ella examina cada detalle, mientras los museógrafos armonizan el montaje de su exposición en la Sala Víctor Mideros en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Se exponen todos los elementos que ha usado a lo largo de sus 45 años trayectoria artística.

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Nada es adorno, dice la artista, todo se usó en mis obras: Los telares, El danzante. Agua, maíz y luna. Amacuna. Vasija roja. El pavo real. Vestuario de Hiroshima. Vestuario de todos los llantos y muchos, muchos tocados.

Susana Reyes, bailarina, directora, coreógrafa y directora de la Casa de la Danza, expone en la Sala Víctor Mideros de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. (Alfredo Cárdenas) 

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La celebración de sus 45 años de vida artística, empezó en marzo, con la Gala Dancística Internacional y culmina con esta exposición inédita: Imalleras, mujeres de la memoria y el imaginario andino que, se inaugura el 3 y culmina el 31 de diciembre.

Estas mujeres que las he gestado y han ido emergiendo de mi memoria, están presentes aquí, en toda mi obra coreográfica, dice, señalando los elementos que ya están instalados en la sala.

El primer día de marzo de 1958, nació Susana Reyes, entre los barrios: Loma Grande, San Marcos y el Barrio Obrero. “Extrañamente nací en la casa donde hoy es Instituto Nacional de Danza y de ahí me crié en la calle De Los Milagros”, dice la maestra.

Creció en la Lavandería de los Milagros, en medio de 60 mujeres lavanderas. Estos primeros años de vida, desembocaron en su primera obra. Lavanderas.

Cuando estudiaba la secundaria, ingresó a un taller de danza folclórica en el colegio 24 de Mayo. "Entré a ese taller, porque no pude entrar al de teatro, pensé que no tenía nada que conocer en la danza, porque me crié en un barrio popular", cuenta.

Susana Reyes prepara su exposición "Imalleras" Mujeres de la memoria y el imaginario andino, desde el 3 al 31 de diciembre de 2019. (Alfredo Cárdenas)

En mis primeros años en el Instituto Nacional de Danza salí a una investigación de campo con el maestro pintor Leonardo Tejada y conocí a los danzantes de Pujilí. Eran rústicos, rudos, milenarios. Me cautivaron. Los perseguí con una compañera hasta la casa de uno de ellos y amanecimos ahí, entre canto, danza, chicha. Me estaba encontrando con la danza ritual, estaba entendiendo que había otra danza y que había un poder ahí, dice Susana, visiblemente emocionada.

¿Cómo llega Susana Reyes a este punto de su trayectoria?

Viendo esta exposición, realmente me he sorprendido. Esta exposición me ha hecho saltar el corazón. El haber escarbado en la memoria, me ha representado un poder maravilloso, he sido fiel a nuestra búsqueda y veo que le he entregado al país y a Latinoamérica, una danza propia que, desde nuestras raíces, se proyecta y se ha proyectado al mundo. En esta pequeña selección de elementos, vemos la dignidad de una cultura.

¿Qué contienen estos bocetos?

Estos 35 bocetos recogen todo lo que es la cosmogonía andina en el cuerpo. Estas mujeres son como unos cofres de memorias. Son 35 códigos que están aquí, que parten del árbol de una de las danzas. Hay elementos muy simbólicos como: los altares que llevamos en el alma, en donde están estos códigos nuestros: la espiral, el maíz, el trigo, la belleza, la flor, el fuego, el aire. Son elementos que siempre han estado, explica.

Esta exposición para la Casa de la Cultura tiene una importancia suprema, tiene un simbolismo, porque Susana Reyes es una de las pioneras de un arte con un estilo diferente dentro de la danza, señaló Patricia Noriega, directora del museo de la Casa de la Cultura.

La CCE tiene varios intentos de recuperar el proceso de la ancestralidad a través de los diferentes pueblos ancestrales y sin lugar a dudas, Susana, es una de las personas que nos permite ese enlace, revela la directora.

La bailarina, con unas huashcas (collares y pulseras andinas) en sus manos, da instrucciones sobre unas mazorcas de maíz que son parte de una instalación de arte, en medio de la sala que, poco a poco, va quedando lista. (I)