Como un ave fénix puede definirse a Francis Ford Coppola en el mundo del cine, ha conocido la gloria y también el fracaso, pero ha logrado levantarse y seguir con pie firme, convirtiéndose en una leyenda viva de la historia del séptimo arte.

Nacido en 1939, Coppola es parte de la llamada generación movie brats formada por George Lucas, Brian de Palma, Martin Scorsese y Steven Spielberg, esa que logró transformar y revolucionar al cine estadounidense, aquellos directores que se tomaron por asalto los grandes estudios después de terminar su formación de cine.

Inspirado en el cine de la nueva ola francesa, el neorrealismo italiano y de los grandes clásicos del cine norteamericano, Coppola es poseedor de un estilo único, donde para él el guion es todo, cada película suya es una oportunidad que asume para replantearse las bases de su propio estilo, es un ejercicio permanente que lo usa para luego embarcarse en proyectos más personales.

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Cada una de sus películas son una búsqueda permanente y de reflexión sobre la rebeldía, el individuo y su vanidad, la soledad, la violencia, el amor y la voluntad humana de ese poder ser Dios.

La revista Cahiers du Cinéma lo definía con estas cualidades, guionista genial, director esmerado y detallista, y como persona un verdadero caradura. De esas cualidades nacen joyas como la saga de El Padrino (1972, 1974, 1990), nadie como Coppola con su maestría pudo elevar a una organización criminal como la mafia, a una especie de corporación de ejecutivos y matones vestidos a la moda chic.

El Padrino es un maravilloso fresco sobre el esplendor y la decadencia de la familia Corleone, la corrupción del poder y la tragedia elevada a alturas shakespearianas. El calificativo de obra maestra es poco para la oscarizada saga que elevó al director a la fama mundial.

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De la espectacularidad hay el desplazamiento a una obra completamente intimista, pero que mantiene conexión con el estilo de El Padrino, La conversación (1974) es un retrato de la paranoia y la corrupción corporativa que azota a los EE.UU., el personaje Harry Caul es un melancólico ser que es un espía que hace escuchas ilegales, este hombre será desbordado por una sociedad, donde él es una pieza insignificante.

En 1979, EE.UU. vive con el trauma de la derrota en Vietnam, él se embarcó en la adaptación de la novela de Joseph Conrad, Viaje al corazón de las tinieblas y ahí nace Apocalypse now (1979), un proyecto person a vida. La filmación de esta mastodóntica aventura es de por sí ya una verdadera epopeya. Coppola quería hacer un filme monumental parecido a El Gatopardo, de Luchino Visconti, y sí que lo logra, en una declaración diría “no quiero hacer un filme al estilo Max Ophuls o de David Lean, quiero hacer una como las de Irwin Allen”, famoso director de cine de catástrofes.

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Apocalypse now es el reflejo del ánimo derrotado de EE.UU. Cada escena de la cinta es una proyección de ese estado, la brutalidad de la guerra, la monumental escena del ataque de helicópteros al son de las Valquirias de Wagner, el monólogo de Marlon Brando, la salida de Martin Sheen del agua espectralmente pintado al son de la canción The End, de The Doors, es una verdadera apología del cine como arte.

Después vendrían otras cintas como Cotton Club, Rumble Fish (La ley de la calle), que no rindieron en taquilla, y que lo llevaron al borde de la quiebra para renacer con Drácula, (1992), el mito del vampirismo es vehículo para volver a uno de sus temas predilectos, la soledad del individuo, y su no pertenencia a un mundo moderno que no soporta lo diferente.

La soledad del hombre es lo que lo lleva a apartarse definitivamente de los grandes estudios y va a los que él siempre le gustó, hacer cine intimista, personal, de ahí surgen cintas como Youth without youth (El hombre sin edad) (2007) una hermosa oda a la inmortalidad de un hombre que cual el Gilsgamesh mitológico vaga solitario de época en época, hasta llegar a Tetro (2009), un buceo a las relaciones familiares. A esta se suma Twixt (2011). A pesar de no estar en activo, Coppola se mantiene vigente no solo por sus películas que son ya verdaderos clásicos, sino también por su sola presencia, el tiempo es relativo, quizás por eso escribió en su diario de 1991 estas palabras: “Se puede estar más allá del tiempo. Se puede llevar ventaja al tiempo. Se puede ir retrasado respecto al tiempo. Pero no se puede estar sin el tiempo. El tiempo no espera a nadie... Bienvenido a Ecuador, maestro. (E)