Duelo, gruesos crespones en la puerta de todas las piscinas, tristeza infinita en las piletas de América: falleció José Pincay Romero, uno de los pioneros de esta actividad que se inició humildemente hace medio siglo como una aventura de exnadadores y que hoy tiene campeones mundiales, panamericanos, sudamericanos, y en el único deporte guayaquileño que supervive a la negligencia federativa.

José Pincay Romero, Pepito para la inmensa legión de amigos que supo cosechar en las piletas, fue un producto de la década feliz de los años 60 cuando llegó a la piscina olímpica como alumno de la escuela de natación de la Federación Deportiva del Guayas que fundó Andrés Vasconcellos.

Fue un bravo competidor en los extinguidos torneos de novatos de EL UNIVERSO y supo ganar en muchas competencias.

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Ya retirado del deporte activo estudió derecho y alcanzó el título de doctor en Jurisprudencia. Fue oficial del Ejército como abogado y destacó tanto por sus conocimientos y su disciplina que llegó a ser edecán del jefe supremo y luego presidente Guillermo Rodríguez Lara.

Se licenció de las filas militares y se dedicó a la cátedra universitaria y a la Función Judicial, en la que ocupó por largos años el cargo de ministro de la Corte Superior de Justicia en Guayaquil.

Un día muy lejano apareció por la Olímpica para participar en un campeonato de masters y desde entonces no se apartó jamás. Ganó fama en el plano nacional y hace más de veinte años incursionó en los torneos internacionales.

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Se juntó con sus contemporáneos, como César Jiménez, John Salmon, Homero Suárez, su hermano Guillermo Pincay, Juan Gómez y Galo Moncayo.

Participó en campeonatos mundiales en Europa, Norte y Sudamérica. Se plantó como ganador en panamericanos y sudamericanos de masters.

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Obtuvo medallas, récords y fue uno de los pilares para que Ecuador empezara a ser considerado lo que es hoy: una potencia en la natación de América que, además, tiene un doble campeón mundial como Luis Bajaña Pérez.

Todo con el solo esfuerzo económico y técnico de los nadadores que viajan, se hospedan, alimentan, entrenan y cubren los gastos de inscripción y licencias con su propio dinero, sin ayuda oficial.

Como sobrevivientes de una época maravillosa que fue la de la vieja piscina olímpica, ese grupo triunfador que fundó la natación de masters hace cincuenta años, nos mantuvimos unidos, entrenando juntos, reuniéndonos en festivas tertulias.

Decidimos ser “la confraternidad del cloro y las brazadas mañaneras”, un grupo de amistad noble y leal unido por la natación, del que Pepe Pincay fue uno de los líderes.

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En los últimos años entrené junto con Pepe en la Olímpica, y cuando nos echaron los mismos que han destruido el deporte guayaquileño, fuimos al Tenis Club. Pepe resurgía en espíritu apenas entraba al agua, sea para entrenar o para hacer acondicionamiento físico en el agua con el profesor Ricardo Morán. Ese grupo lo va a extrañar mucho.

José Pincay fue también dirigente de la natación como presidente de la Asociación Provincial de Natación cuando este organismo existía. Era al mismo tiempo presidente de la Asociación de Nadadores Masters hasta que un grupo de advenedizos se apropió de ella.

Trabajador incansable, creativo, presidió también la Comisión de Natación de Emelec y llevó la enseña eléctrica a ser uno de los clubes más importantes y ganador de medallas panamericanas y sudamericanas.

Una súbita afección apareció en su cuerpo fuerte y entrenado. La ciencia pudo hacer poco y la segadora implacable nos robó su compañía tan grata y ejemplar.

Desde la quietud suprema en que estás sumido, querido Pepe, mientras preparas el equipaje con rumbo celestial, en algún segundo de vigilia verás nuestras diestras agitándose en el firmamento.

Son las mismas que saludaban tus victorias en las piscinas, solo que ahora semejan un vuelo de palomas en la hora luctuosa de las despedidas. (D)