Ecuador venció por 2-1 a Uruguay en Quito por las eliminatorias al Mundial 2026, logró remontar la ventaja inicial del adversario, el empate vino cuando se jugaban los minutos de adición del primer tiempo, lo que, según los entendidos, constituye un golpe psicológico; hizo debutar a un pibe de 16 años en muestra de audacia y el gol de la victoria (en realidad, los dos tantos) lo marcó uno de los defensores. Hasta allí todo bien.

La victoria llenó de entusiasmo al país futbolero, pero ese clima de justificado fervor en los aficionados no es en nada comparable al de los periodistas de radio y televisión siempre eufóricos, paroxísticos, frenéticos al límite de la payasada o el ridículo (“No me pidan hacer análisis objetivos cuando juega la Tri”, repite un ‘comentarista’ al admitir que lo suyo no es objetividad, sino el desenfoque al opinar).

Ahora empezamos con seis puntos menos

No hubo ahorro en los adjetivos superlativos, en las oraciones exclamativas y hasta la explicación seudocientífica del prosopopéyico, engolado e hiperbólico personaje que oscila entre lo cómico y lo ridículo: “Esto que juega nuestra Selección se llama memoria asociativa”, dijo cuando nuestros futbolistas no se entendían con el balón. Que quede claro para el futuro: cuando un equipo no dé pie con bola y cada jugador patee el esférico para cualquier lado está practicando la “memoria asociativa”.

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La Cortina de Hierro, un recuerdo celestial

¡Qué lindo es el fútbol cuando nos da motivos para reír en medio del triste panorama social y político que vive Ecuador! ¡Que nunca se retire del periodismo este ‘Maestro Lechuga’ del siglo XXI!

¡Tenían un cañón en el botín zurdo!

Para ejercer la crítica periodística con apego a la verdad y con independencia no hemos usado nunca el inflador. A veces esto no es del agrado de los que ostentan el poder ni de los súbditos criollos con que cuentan en los medios de comunicación. La libertad de exponer lo que creemos que es la verdad también produce una reacción agraviante en esa letrina que suelen ser las “redes suciales”. Es el riesgo del periodismo libre, autónomo y ajeno a intereses mercantiles.

Ecuador ganó por actitud más que por juego. En el primer tiempo, el rendimiento de nuestra Selección fue discreto. No hubo conexión alguna entre sus líneas. Se defendió bien ante un rival que no mostraba nada de lo que había exhibido ante Chile. Ese equipo arrollador, dueño del medio campo con Nicolás de la Cruz, de River Plate, y Manuel Ugarte, del Paris Saint-Germain, y atacante implacable con Federico Valverde, de Real Madrid, y Darwin Núñez, del Liverpool inglés, no apareció nunca.

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A pesar de eso se puso en ventaja con un gol de Agustín Canobbio después de que Maximiliano Araujo se paseara por la izquierda, burlara dos veces a Robert Arboleda y pasara por sobre la marca de Félix Torres. El atacante oriental, sin marca alguna, de media vuelta batió a Hernán Galíndez. Era la primera vez que Uruguay llegaba al arco nacional y fue la única en la fracción inicial.

La Selección tampoco llegó nunca. Los únicos ratos de zozobra para el arquero Sergio Rochet fueron dos disparos de fuera del área de Enner Valencia y de Ángelo Preciado. Hasta que se produjo el cobro de esquina que el zaguero Félix Torres logró impactar para poner el empate 1-1 cuando se jugaba el último minuto de los adicionales de la fase inicial.

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En la complementaria parecía repetirse la película. Un rendimiento nada atractivo de ambas selecciones. Ugarte y Valverde no aparecían en Uruguay; tampoco Moisés Caicedo en Ecuador. Predominaban los defensores porque en ambos rivales nadie apostaba por la elaboración de juego. La delantera de Ecuador era una línea imaginaria. Jhojan Julio era solo comparsa y Enner Valencia, como contra Argentina con Cuti Romero, perdía el duelo con Martín Cáceres.

No es de extrañar la pobre actuación de Valencia, que contrasta con el brillo goleador que ha alcanzado en el Inter de Porto Alegre. La explicación es sencilla: en el club brasileño tiene compañeros de alto nivel con quienes puede elaborar paredes (en el combinado nacional deberían buscar un maestro albañil), jugar al toque, explotar su velocidad y su olfato de gol. En nuestra Selección solo tiene malas compañías. Gonzalo Plata y Jhojan Julio no dan la talla. Hasta un penal falló Enner, antes infalible.

Después vino el gol segundo de Torres en otra jugada de balón parado. Fallaron los zagueros Cáceres y Matías Viñas, y otra vez el defensa local venció a Rochet. Los dos tantos de la Tri hechos por un zaguero son la muestra de la impotencia de nuestros ‘artilleros’. Lo más rescatable, a mi juicio, fue el empuje y el coraje que mostró nuestro equipo en los últimos 30 minutos. Con un medio campo que solo intenta obstruir, no genera juego, no ayuda a los delanteros, apareció Moisés Caicedo (“Se bajó de la hamaca en la que descansaba”, dijo un amigo con el que veía el partido). Empezó a subir por la banda y a combinar con Pervis Estupiñán, quien tampoco se había hecho notar, y allí se produjeron los mejores momentos de la Tricolor.

Si me preguntan por la última jugada del partido diré que creo que fue penal. El réferi Wilton Sampaio no lo cobró y no voy a criticarlo. Tantas veces que los arbitrajes han perjudicado abiertamente a nuestro seleccionado y a nuestros clubes, que el que se equivoquen una vez a nuestro favor hay que festejarlo.

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No es cierto que el balance de este partido puede calificarse de “maravilloso”, como aseguró una dama que apareció en televisión. Fue triunfo, sí, y hay que aplaudirlo, pero no exagerar y sembrar deslumbramientos en la afición que suele seguir a los propagandistas de la Selección, que no son periodistas en el sentido noble de la palabra, sino relacionistas públicos orientados a la desproporción y al engaño. “Ecuador sumó tres valiosos puntos”, exclamó un comentarista de un importante canal de televisión. No sumó: apenas borró el castigo que le impuso el TAS por el vergonzoso episodio del caso Byron Castillo. En la tabla de posiciones seguimos con cero unidades.

La alineación del jovencito Kendry Páez fue lo más plausible y novedoso del partido, pero otra vez voy a remar en contra. Creo que cumplió un buen papel, pero de allí a decir que se vislumbra al sucesor de Lionel Messi en el fútbol mundial es una bufonada. Los adulares pueden perjudicarlo con el uso del inflador. Esas comparaciones pueden convertirse en un estigma, en un pesado cargamento para el futuro de Páez. Por favor, relacionistas públicos de la Tri, ¡déjenlo crecer, progresar, llegar tan alto según sean sus condiciones en la gran competición! No le llenen de piedras el bolso. Es un gran prospecto y, si llega a ser como Messi, bendito sea.

Y un último mensaje a Félix Sánchez Bas: no se deje meter gato por liebre a la hora de convocar. Kevin Rodríguez fue llamado por Gustavo Alfaro cuando jugaba en la serie B. Le dieron minutos en Qatar 2022 y pocos días después lo compró Independiente del Valle, ya como seleccionado nacional que había jugado un Mundial. Usted, Sánchez Bas, lo volvió a citar para la eliminatoria, y apenas días más tarde fue transferido a Bélgica. Da la impresión de que, tal vez, lo habrían usado para un jugoso negocio, tal como quizás lo habría permitido Alfaro. No deje que digan que usted, como el argentino, se prestó para eso. (O)