Antaño, cuando era menor el número de futbolistas ecuatorianos que jugaban en el exterior, en comparación con la cantidad que en tiempos actuales se marchan a otros países -la cifra aumentó, pero es complicado hallar nombres de triunfadores absolutos- la hora de despedirse de los clubes que los ficharon solía estar a la altura de la grandeza que los tricolores mostraban dentro la cancha y a la conducta ejemplar exhibida fuera de las mismas.