¿Qué virtudes mostraba Sebastián Beccacece para entregarle el honor de dirigir a la selección nacional con miras a la Copa del Mundo 2026? Ninguna. En Argentina nunca rebasó el nivel de la mediocridad. En Chile fracasó rotundamente en su primera experiencia con Universidad de Chile. Esto dice su biografía: “Beccacece deja el club (en 2016) luego de conseguir bajo su gestión uno de los más bajos rendimientos en la historia de la ‘U’, irregular idea de juego, polémicas, problemas judiciales e indisciplinas”. Estuvo en un club muy modesto como Defensa y Justicia, de Argentina, donde obtuvo sus mejores resultados sin lograr nada relevante y empezó a ser conocido en su país como asistente de Jorge Sampaoli en la selección argentina de triste paso por la Copa del Mundo 2018. Fue despedido, igual que su jefe, pero de esa experiencia quedó una anécdota que tuvo como personaje a Lionel Messi cuando este era ya el mejor jugador del mundo. Luego de un partido, tomó del hombro al crack y empezó a enseñarle “cómo tenía que moverse en el campo”. Lo contó el propio Messi.

Luego pasó sin pena ni gloria por Independiente de Avellaneda y Racing. Recaló otra vez en Defensa y Justicia y finalmente fue a parar al Elche, equipo de segunda división de España, del que fue despedido al perder la chance de ascender. De esa pobre campaña lo rescató la Federación Ecuatoriana de Fútbol luego de anunciar conversaciones con técnicos de real prestigio, como el argentino Marcelo Gallardo y el portugués José Mourinho, ilusas pretensiones con profesionales con sueldos de al menos 10 millones de dólares al año. De la farsa de los Ferrari, terminamos contratando un Fiat 600.

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En nuestro país apareció la verdadera personalidad de Beccacece y lo que motivó su contratación. La Federación, desde 1998, busca técnicos obedientes, maleables, manipulables, que esconden sus deformaciones personales con una actitud soberbia y arrogante en cada declaración. Manipulables, sí, como Hernán Darío Gómez, que desde una hamaca en Medellín daba diez o doce nombres y los demás los ponían los dueños de la Selección y sus millonarios negocios por izquierda o por derecha. Esto lo reveló el propio Gómez.

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Luego del escándalo de los sobornos en el fútbol mundial que llenaron de vergüenza al deporte en todo el universo, se intentó elaborar la teoría de una nueva moralidad. Pero los escándalos siguieron. En la Selección se inauguró un manejo bipersonal que digitaba las convocatorias como paso previo a la venta de jugadores. La tan alabada figura de Gustavo Alfaro cayó con las convocatorias de José Hurtado y Kevin Rodríguez. Félix Sánchez Bas, español, de triste paso por la selección de Qatar, fue el elegido por la FEF. Igual echaron globos de ensayo con nombres de lujo para terminar fichando al peor técnico de la Copa del Mundo 2022. Como Alfaro, terminó siguiéndoles el paso a los reyes del mambo en la Selección al convocar y ponerlo de titular a Kendry Páez, una leve promesa al que un coro vociferante de periodistas terminó bautizando como “la joya”. Poco después era vendido en una cifra millonaria al dispendioso Chelsea inglés. Beccacece, de docilidad abrumadora, cumplió una parte de su papel: convocó y alineó de titular a Darwin Guagua, un joven de 17 años, de Independiente del Valle, que nunca había jugado en primera y formaba parte del grupo de sparrings de la Selección. ¿Lo hizo por convicción o por obediencia? Si fue por estar convencido de que merecía una oportunidad, obró contra el vestuario, pues muchos convocados que no habían actuado aún están convencidos de que debían ser tomados en cuenta mucho antes que un aficionado.

El encuentro con Brasil, insípido, ordinario, aburrido, ha dejado a Beccacese “orgulloso” y “muy conforme”. Ecuador mostró lo mismo que ha evidenciado en la altura y en el llano: una defensa exitosa, una mediocridad absoluta en el medio campo y una nulidad desesperante en el ataque. En Quito una multitud lloriqueante reclamaba porque la Selección jugara en el llano, atribuyéndole a la altura una condición victoriosa. ¿Creemos en el fútbol o en el andinismo? Si los metros sobre el nivel del mar llevaran al triunfo y a la clasificación, Bolivia ganaría la eliminatoria por descarte. Colombia jugaría en una ciudad de altura y no en Barranquilla, a orillas del mar Caribe. Argentina confía en su fútbol; de otra manera, jugaría en La Quiaca o San Antonio de los Cobres, que están a 3.800 metros de altura. Perú, que tiene ciudades más altas que Quito, juega en Lima.

Beccacece padece de fatuidad y pedantería. Las ruedas de prensa son una muestra de ello, a lo que contribuye la abyección de un periodismo lleno de temor a irritar a “su majestad”. Primero saludan y elogian a la “primera dama” de dichas ruedas, que es la que da la palabra a los más obedientes. ¡Qué habría sido del argentino si hubiera debido enfrentar a Rafael Guerrero Valenzuela, Arístides Castro, Manolo Mestanza, Chicken Palacios, Manuel Puga Dillon o Pancho Doylet? Esta vez a las tímidas y adocenadas ruedas de prensa les saltó la liebre. En una muestra de desprecio e irrespeto a nuestro fútbol, de lo poco que le importa lo conveniente o razonable para nuestra selección, el presuntuoso e insolente empleado de la FEF decidió convocar cuatro arqueros y dos delanteros lesionados, Enner Valencia y Leonardo Campana, descartados por dictamen médico, lo cual obligaba a Ecuador a jugar sin delanteros. Los goleadores del campeonato nacional, Jorge Daniel Valencia, Miguel Parrales, Michael Hoyos y Michael Carcelén, quedaron marginados pese a estar en actividad. En su lugar convocaron a dos enfermos. Hoyos juega en Independiente del Valle, pero su club no va a reclamar pues tiene 33 años y está fuera de la posibilidad de algún negocio.

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Un periodista valiente y atrevido, una especie muy escasa en estos días, encaró a Beccacece y lo cuestionó por no haber convocado a delanteros en actividad y tener en el banco a dos pacientes que debían estar en cama. El argentino se hizo primero el distraído; después se hizo repetir la pregunta. Finalmente se negó a contestar en alarde despectivo y desdeñoso hacia un comunicador valiente que, estoy seguro, será vetado en el futuro. No conozco a este colega, pero voy a averiguar su nombre para felicitarlo públicamente. Está en las filas de un pequeño grupo en el que yo milito desde hace 60 años: el periodismo crítico, rebelde, valiente, con alto compromiso con la verdad y los valores del medio en que escribo.

La última vez que Ecuador ganó a Brasil en Quito fue en 2004. En 2009 empataron a un gol. En 2016 Brasil, Quito, nos goleó 3 a 0 y en 2022 empatamos a un gol. ¿De dónde sale el mito de que somos invencibles en la altura? Los regionalistas y odiadores que insultaron a Guayaquil, la ciudad que les enseñó todos los deportes, se dieron con la piedra en los dientes. El 82 % de los convocados para el partido con Brasil juegan en el llano. Y el Mundial 26 se jugará en un 90 % a nivel del mar. (D)