Nunca un pase atrás. Más que eso, se enojaba mucho si algún compañero pasaba la pelota hacia los costados, porque retrasaba el ataque. Él quería todo para adelante. Y si ganaban por dos goles, exigía a sus compañeros: “Vamos que se puede hacer uno más”. Siempre pensó que toda jugada podía terminar en gol y que todo partido era ganable. No le temía a River, a Boca, a Racing, a Peñarol, al Santos o a la Juventus, a ninguno. “Si los atacamos, podemos ganar”, ese era su lema. Y lo que proclamaba lo ratificaba en el rectángulo: encaraba a todas las defensas. La gente lo amó desde el primer día.