Es gracioso, también curioso. Por un lado, las eternas crisis que golpean a Sudamérica económica y políticamente, la violencia y la corrupción que campean alegremente en nuestras tierras, los índices lamentables de pobreza e involución en tantos campos, lo que habla muy mal de nosotros como ciudadanos. Por el otro, el fervor que se vuelca en cada partido de eliminatoria. Los estadios se llenan, los nacionalismos se inflaman, los himnos se entonan apasionadamente, las manos en el pecho, el corazón galopando. Somos patriotas de primera… en el estadio.

¿Por qué nos apasiona tanto la eliminatoria…? ¿Por qué nos lleva a los extremos de la alegría total o el desconsuelo más cruel…? Si un remero pierde una regata, bueno… mala suerte. Si un ciclista no triunfa en el Tour de France, otra vez será. Si un pesista no gana una medalla, paciencia. Pero si cae la selección, el pueblo brama. ¿Por qué…? El fútbol no es el remo, la esgrima, el ciclismo, el tenis o las pesas. Es un reflejo de la identidad nacional, de nuestro carácter y nuestras capacidades. Si la selección es mala, sobre todo si es floja, sentimos que somos los últimos tontos del barrio. Y eso no puede ser. Aflora entonces un sentimiento mezcla de rabia, decepción y amargura. Muchas veces lo hemos experimentado. Ninguna otra competencia activa esta sensación como la eliminatoria. Es un auténtico torneo de naciones que genera alegría o crispación nacional. Y lo estamos viendo en apenas dos fechas de esta carrera mundialista. Ya arde en varios países.

Alarmante. Ese y otros calificativos que rivalizaban en dramatismo dedicó la prensa boliviana para definir la apabullante derrota de su equipo nacional ante Argentina por 3 a 0 en La Paz. Bolivia fue completamente superada, se vio desorientada, inerme ante un equipo con un oficio notable para circular la pelota sin que la huela el contrario. ¿Por qué comenzamos por Bolivia si es el último…? Por lo que puntualizábamos al inicio: por esa mezcla de rabia, decepción y amargura que quedó instalada en la población tras una actuación de espanto, sin categoría, sin ideas y sin rebeldía. Bolivia es hoy, sin duda, la décima selección de Sudamérica. No tiene figuras, hay un profundo desánimo general, acaban de cancelar por segundo año consecutivo su campeonato local por denuncias de corrupción y empezó la eliminatoria con cero sobre seis. Y con ocho goles en contra. Le queda un consuelo: exactamente el mismo toqueteo que recibió la Verde se lo propinó Argentina a Francia en la final de Catar 2022. Y es Francia…

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Perdón. “Hay que pedirle perdón a la gente. Nos tiene que dar vergüenza; no podemos perder así”. De Gustavo Costas, DT de Bolivia, tras el pésimo partido de su equipo frente a Argentina. “Debe ser el peor partido de Bolivia de local en cuarenta años”, señaló Carlos Mesa, expresidente de La Nación y magnífico periodista deportivo.

Elogio. Marcelo Díaz, exvolante de la selección chilena bicampeona de América, publicó en su cuenta de Instagram un piropo desusado hacia la Celeste y Blanca: “Juegan como un verdadero equipo en su selección, están en los mejores clubes del mundo, tienen al mejor jugador del mundo, son CAMPEONES DEL MUNDO, son todos millonarios y se tiran de cabeza en cada pelota como si les faltara gloria deportiva. Son dignos de admirar y un lindo ejemplo para el deporte en general”.

Líder. Argentina se está convirtiendo en un equipo de época. Registra una sola derrota en 49 partidos. El martes dio una exhibición en la altura de La Paz. Y sin Messi. La obra tiene un autor: Lionel Scaloni. Posee un manejo del grupo absolutamente excepcional, impropio de un individuo de 45 años. Nunca dramatiza una situación, no exagera en el triunfo, da un máster de liderazgo en cada decisión, en cada aparición pública. Sin haber ido a la universidad, podría dar una clase magistral en la escuela de negocios de Harvard para futuros presidentes de empresas.

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Embrujado. Apenas días antes del comienzo de la clasificatoria, se lesionó de gravedad Julio Enciso, el gran atacante paraguayo del Brighton. No pudo estar en las primeras dos jornadas. En el debut ante Perú, la Albirroja dominó, presionó, atacó, metió seis tiros en los palos y hubo media docena de tapadas milagrosas de Gallese (o muy milagrosas), once córneres en contra frente a uno a favor de Perú, 60 % de posesión de Paraguay (que pareció más que eso…), 19 remates guaraníes por 5 de Perú… Y empataron 0 a 0. Fue a Venezuela y, tras un partido parejo, perdió en el último instante por un penal de Rondón. Lleva tres mundiales sin entrar, Paraguay. No le sobran luces, tampoco suerte.

Exabrupto. Entre otros muchísimos epítetos descalificadores, el comunicador paraguayo Enrique Vargas Peña, del diario ABC Color, trató a Guillermo Barros Schelotto de “pelotudo disfrazado de director técnico”, y al presidente de la Asociación Paraguaya, Robert Harrison, de “basura”. De los desafueros que provoca la pasión de la eliminatoria. Paraguay lleva tres mundiales afuera y el público y los medios arden. ABC es el diario más influyente de Asunción.

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Señalado. Hizo renovación, su equipo muestra intensidad, actitud, pero no se le dan los triunfos. Eduardo Berizzo lleva en la Roja trece partidos con tres victorias, cinco empates y cinco derrotas. Y las victorias, solo una en serio, ante Paraguay en un amistoso; las otras dos, sobre Cuba y República Dominicana, son puramente estadísticas. Lo salva que recién empieza la competición, pero no conforma en Chile.

Triunfazo. El de Ecuador sobre Uruguay, dando vuelta el resultado y a pesar de fallar un penal, que siempre tira la moral al piso. Es la cuarta victoria consecutiva de la Tricolor sobre la Celeste en Quito en carreras mundialistas. Un dato concreto de cómo cambian los tiempos. Y mención de honor para Félix Torres, un crack defendiendo que, cuando sube, no va a ver qué pasa: sube para hacer gol.

Valentía. La del técnico Félix Sánchez de mandar a la cancha a Kendry Páez, con 16 años. Se juega por el rendimiento, no por el documento. Lo vio bien y lo puso. Además, para seguir con Gonzalo Plata, que se ha estancado en su juego (es joven, puede resurgir), bien valía la pena tirar al crío sobre el césped en un partido caliente y ver de qué está hecho. Y el chico mostró la fibra: no arrugó, no le pesó, tiene clase, hizo el centro bajo que significó el gol de la victoria. Bienvenido, Kendry, el fútbol necesita de talentos nuevos.

Insólito. El doble penal que no marcó Wilton Sampaio en el último instante del partido. Sobre todo, el de Galíndez a Sebastián Cáceres. A Galíndez no le queda ni el argumento de que tocó primero la pelota: nunca la tocó. Pocas veces un penal es tan penal. Fue demasiado grosero para no verlo. Y luego el de Kevin Rodríguez a Pellistri. Sampaio fue más lejos: terminó el partido ahí mismo para que no pudiera intervenir el VAR. Fallos así ya casi no se ven más en el fútbol moderno. Ecuador le devolvió a Uruguay el despojo que sufrió en Montevideo en 2021. Así que todos calladitos.

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Pena. Que Ecuador no será anfitrión de la Copa América del año próximo, edición que le correspondía por rotación de sedes. Con el equipo actual y jugando en casa era amplísimo favorito a quedarse con el título. En Estados Unidos también podría darse, pero es un escenario diferente, con mayor grado de dificultad. (O)