Casi no sale en el mapa de pequeño que es Qatar. Muy difícil descubrir ese puntito en el Golfo Pérsico. Sin embargo, por dentro todo es gigantesco, espacioso: aeropuerto, autopistas, veredas, shoppings, estadios, centro de prensa, los departamentos. Todo posee unas dimensiones desacostumbradas para nosotros. Un síntoma que va más allá del tamaño: todo está pensado con grandeza. “Acá se nota que hay mucha plata”, dicen los muchos argentinos, mexicanos y ecuatorianos que bajaron del avión con nosotros. En efecto, Qatar es la tercera reserva mundial de gas natural, hay ahora mismo trescientos barcos en la bahía cargando gas para medio mundo. Y está el petróleo también. Hay dinero, sí, pero ese dinero se ve, en las calles, en el metro, en las construcciones, en el modernismo, todo está como a estrenar. Y ese dinero se advierte también en la paz de la gente. Todo es absolutamente relajado, silencioso casi. No hay crispación social, nadie está tenso. No podemos traerles novedades desde occidente, ellos las tienen antes que nosotros.