Pese a sus serias dificultades económicas (solo la terrible escasez de combustibles es un incordio cotidiano, hay que hacer cuadras y cuadras de cola para cargar gasolina), sus diferencias políticas, raciales y otras hierbas, Bolivia se durmió exultante y amaneció radiante.

El triunfo sobre Brasil por 1 a 0 no supuso su clasificación al Mundial, aunque al menos entró al repechaje. Una forma de seguir en carrera, de sentirse vivo, dentro del mundo. Y después de estar virtualmente en estado de coma al comienzo, despertó y luce saludable.

El termómetro de la autoestima nacional pegó un salto hasta el tope. Los acordes de la maravillosa cueca Viva mi patria Bolivia sonaban en la radio, en la televisión, en los negocios. Muchísima gente con la camiseta verde y todas sus variantes, como manda el mercadeo moderno. Los conductores y periodistas en TV salieron al aire también con la casaca de la selección.

Lo mismo se advertía en Ecuador, en las tribunas del estadio Monumental, la euforia por ganarle a Argentina y terminar bien alto, de la mejor manera la eliminatoria, generaron una euforia de esas que se inoculan en el alma. Todos se sintieron ecuatorianos durante noventa minutos. Ídem sucedió en Paraguay, que un año atrás futbolísticamente era un velorio y ahora es un carnaval.

El fútbol está pegado y cosido a la identidad nacional y al sentido de pertenencia. Ninguna otra actividad genera esta pasión, esta mezcla de emoción y orgullo cuando se alcanza el éxito.

Y la eliminatoria potencia esos sentimientos como ninguna otra competición. Son las implicancias sociales de este juego. Es el menos flemático y el más generoso de los legados que los ingleses han dejado a la humanidad.

Tan generoso que no nos han cobrado ni un penique por concepto de derechos de autor. Semejante descuido de su parte -y tamaño invento- los exculpa de todas las fechorías cometidas, por los siglos de los siglos.

El fútbol no necesita de porristas ni de fuegos artificiales ni de promoción, de nada… se basta con su juego para ser el espectáculo más transversal y penetrante del mundo. Le sobra con su arte, su vértigo, su volcán emocional, su imprevisibilidad, su velocidad e intensidad, su carácter. Hasta con su injusticia. Ganar equivale a ser bueno como pueblo.

SEGUNDO… Con gusto a primero. La eliminatoria no tiene campeón, solo clasificados. De modo que ser segundo no duele como ser subcampeón. Tiene sabor a satisfacción, a campaña grande. Lo de Ecuador es nuevamente consagratorio, aunque debemos caer en lo de siempre: su Defensa de Oro, capaz de aguantar lo que sea.

Finalmente consiguió la mejor marca de imbatibilidad de las clasificatorias sudamericanas a todos contra todos: 5 goles en 18 partidos. ¡Es estadísticamente descomunal…!

Hay que pensar que Venezuela en un solo juego ante Colombia recibió seis. En el durísimo choque ante Argentina (muy caliente), Ecuador no le permitió al campeón del mundo crearle una sola situación de gol. Hubo, apenas, un tiro de Lo Celso en el segundo tiempo que se desvió en Willian Pacho y se fue al córner, pero no estaba cara a cara con Galíndez.

PROGRESO… Argentina sufrió la ausencia de Messi, Cuti Romero, Enzo Fernández y Thiago Almada, cuatro titularísimos e irremplazables. Más allá de eso no jugó bien, sobre todo porque Ecuador lo desdibujó.

No le dejó desarrollar su juego de tenencia y pase y le impidió cualquier atisbo de profundidad. Incluso en los primeros 13 minutos Ecuador tuvo tres llegadas con olor a gol. Dos en los pies de Enner Valencia (con mucha ventaja) y una ante un tiro bajo, filoso y a un ángulo de Nilson Angulo.

De no ser quien es Dibu Martínez, otra era la canción. Tapó brillantemente las tres. La victoria de la Tricolor supuso una mejora en relación al juego. Estaba frente a un equipo experto en manejar la pelota y los ritmos de un partido. Jugó más adelantado, aunque en el segundo tiempo los de Scaloni fueron por el empate y dominaron con nitidez, pero sin crear peligro.

PENDIENTE… La asignatura faltante de Ecuador es la elaboración de juego en el medio. Beccacece tiene nueve meses para lograr una fórmula de desequilibrio de aquí al Mundial. Ni Plata ni mucho menos Kendry Páez tienen las llaves de la felicidad. Plata había levantado juego en cotejos anteriores, luego volvió a la intrascendencia.

TEMAZO… El de Enner Valencia, en Ecuador. Haga lo que haga, es sospechoso siempre. Es el máximo goleador (no el mejor jugador) de la historia de la Tri con 47 tantos, muy lejos del segundo, el Tin Delgado (31). Marcó de penal, que le hicieron a él.

Con casi 36 años aún tiene un vigor físico y una velocidad notables; cuando saca medio metro de ventaja no le ven ni la placa. Es irregular, a veces hace un gol para la historia, como ante Colombia en Barranquilla, a veces falla el mano a mano más sencillo. Pero ha sido importantísimo para Ecuador y aún es insustituible.

WILMAR, WILMAR… Siempre hemos considerado el mejor árbitro de Sudamérica a Wilmar Roldán, pero tuvo una noche para debate. Primero expulsó bien a Otamendi (empujón a Enner cuando se iba al gol). Luego perdonó a Hincapié por fuerte manotazo en la cara a Nico González (podía ser roja sin problemas, no fue ni amarilla).

Más tarde dio el penal -polémico- a Ecuador por supuesta falta de Tagliafico a Ángelo Preciado.

Es acción de juego. Lo vimos mil veces. Tagliafico salta a cabecear, saca una cabeza y rechaza, abre los brazos para impulsarse y toca el rostro de Preciado, pero no se advierte un impacto fuerte.

Preciado va sobre Tagliafico, no llega a la bola y choca contra la espalda del lateral argentino. Valencia, que no pudo acertar con pelota en movimiento, acertó en bola quieta. Luego, Roldán echó mal a Moisés Caicedo, que estaba amonestado, pero en la segunda amarilla no parece haber tocado a Nico González. No obstante, queda en anécdota. Ecuador fue superior y venció con justicia y autoridad.

AGRADECER… La actitud con que jugaron Argentina y Colombia su último compromiso, estando clasificados. El campeón perdió, pero dejó todo y obligó a Ecuador a un esfuerzo titánico; Colombia salió muy seriamente ante Venezuela, como correspondía. Le hizo seis y sepultó las suspicacias.

FIGURA. La eliminatoria deja un nombre para el futuro: Miguelito Terceros, 21 años, de Bolivia, un nuevo Etcheverry. En su primera clasificatoria hizo 7 goles, todos valiosos: el 1-0 para vencer a Brasil, dos a Chile, uno para ganar en Santiago y otro para derrotarlo en El Alto; el tercero en la goleada de 4-0 a Venezuela; el sensacional a Colombia después de hacer pasar de largo a dos defensas y clavarla en el ángulo opuesto.

Lejos, el mejor gol de la competencia por belleza y grado de obstáculo. Uno lo ve cien veces y le sigue gustando. No es un “zurdito”, es un zurdo finísimo, inteligente y picante.

Es delgadito, pero no se achica. Contra Brasil tuvo la responsabilidad del penal. Tenía al país sobre los hombros, que le imploraba que lo metiera. No falló. Puede triunfar en Europa sin problemas.

INCREÍBLE… Como si le faltara alguna marca, a los 38 años, Messi se coronó goleador del premundial con 8 anotaciones. Y faltó a varios partidos. Sigue siendo el brillante creador de juego, el pasador genial, y además se da maña para llegar a la red.

“Sí, pero le hizo los goles a Bolivia, Perú, Venezuela y Ecuador”, dice un amigo peruano. Todos jugaron contra Bolivia, Perú, Venezuela y Ecuador, ¿por qué no les hicieron goles los otros…? (O)