Quienes no conocen la historia de Barcelona Sporting Club seguramente, en algún momento, lamentarán su ignorancia porque desconocen el origen de la idolatría que disfruta el club del Astillero y soportarán el peso implacable de la historia. Pero hay quienes que conociéndola no la aceptan y son capaces de declarar, como lo hizo el gerente de Liga de Quito, Diego Castro, que lo adecuado tras la victoria torera en el estadio Rodrigo Paz que lo importantes referirse a los 26 años del invicto albo y no hablar del partido que ganó Barcelona SC.

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Hay que explicarle a Castro que nadie desconoce el tiempo transcurrido para que por fin llegara el 15 de abril de 2023 y triunfen los amarillos para así desmitificar tal superioridad de Liga en su estadio, que por los resultados le daban la razón. Pero por méritos futbolísticos no siempre fue así. Es cuestión de recordar algunos partidos entre los dos equipos en Casa Blanca.

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Por ejemplo, el éxito inolvidable en el torneo de la Liga Pro 2020 cuando Barcelona SC dio la vuelta olímpica en el Rodrigo Paz derrotando, por la vía de los penales, a Liga de Quito. Alegaron esa vez lo albos que el invicto se mantenía. Fue tal la perturbación que sintieron que recordamos el bochornoso hecho de apagar la luces justamente en el momento de la premiación.

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El sábado pasado algo similar sucedió. Con chispa inversa al community manager azucena se le ocurrió poner en el marcador electrónico de Casa Blanca que el ganador del partido era el local por 1-0. Este acto burdo, que aparentemente no significó mucho, sí representaba el estado emocional que vivían muchos por el resultado adverso. Algún dirigente de Liga intentó minimizar el acto desleal calificándolo de error ingenuo, torpe y estúpido. Pero lo que más preocupó, indiscutiblemente, fue el ánimo hostil y violento de una parte de la hinchada del azucena, que se subió a las mallas para luego, ante el pedido de sus jugadores, bajarse.

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Desistieron estos desaforados hinchas, pero dejaron frases amenazantes e intentaron imponer su más profundo espíritu antideportivo. Los dichos califican a quienes lo dijeron, pero además ratificaron sus sentimientos: “queremos el invicto. Ordenaremos que se suspenda o se mueren todos”. Estas graves insinuaciones demuestran claramente el grado de conciencia que tenían esos líderes de la barra del equipo capitalino. Además, se exhibe influencia emocional que representó perder el invicto sin darse cuenta de que su criticable actuación benefició a Barcelona, confundió al árbitro y terminó de presionar a los futbolistas de Liga.

Ante estos despropósitos debidamente comprobados la Comisión Disciplinaria sancionó enérgicamente los insucesos, aunque es justo y necesario destacar en esta ocasión que ante este golpe anímico que no todos pudieron asimilar, el máximo dirigente de Liga de Quito, Esteban Paz, en un gesto que lo enaltece recordó que los hechos vandálicos “fueron absolutamente fuera de lugar y vergonzosos y perjudicaron al equipo. En la vida hay que saber ganar y perder con dignidad y respeto”.

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Pero para el barcelonismo, este triunfo fue una especie de éxtasis. Para nadie es desconocido que Barcelona es un fenómeno social, a hechura y semejanza de todos aquellos equipos del mundo identificados y queridos por las masas y que por su influencia se vuelven indispensables en las sociedades. Las representan, son los escogidos para transferir de generación en generación el legado del máximo ídolo del futbol ecuatoriano.

Con hechos se demuestra el porqué de la querencia de las grandes mayorías, sus triunfos simbólicos se convirtieron en leyendas, y sus victorias fueron como onda expansiva. Barcelona tiene testimonios escritos, por historiadores de la talla de Mauro Velásquez Villacís, de Alberto Sánchez Varas, Ricardo Vasconcellos Rosado, Mario Valdez Zevallos, que sus sus crónicas enaltecieron triunfos como el del 29 de agosto de 1949 por 3-2 ante el todopoderoso Millonarios de Colombia, que a Guayaquil con estrellas como Néstor Rossi, Adolfo Pedernera y Alfredo Di Stefano. O la inolvidable hazaña de La Plata del 29 de abril de 1971 cuando Barcelona derrotó al tricampeón de América quitándole el invicto que mantenía en su estadio con el recordado gol de sacerdote español Juan Manuel Basurko.

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O el partido de la primera clasificación de un club de Ecuador la final de la Copa Libertadores, al derrotar en penales River Plate, el aficionado del B.S.C., celebró la 12 de septiembre de 1990. Y así como estos tres representativos sucesos, hay varios más que siempre será bueno tenerlos presentes, para que muchos desmemoriados recuerden o aprendan por qué Barcelona –como los equipos ídolos del mundo– gozan de un pasado que se mantiene vigente. Ese vínculo afectivo y espiritual que los une con su afición.

El Ídolo del Astillero es un símbolo de nuestra idiosincrasia, es un equipo que constituyó su idolatría por sus gestas deportivas, pero sobre todo su génesis representada por los descamisados, los cholos, los criollos de los años 30, quienes se encargaron de convertirlo en popular para que con el pasar de los tiempos Barcelona sea el equipo de la mayoría, sin distinguir clase sociales .

El partido del sábado 15 de abril del 2023, contra Liga de Quito, fue el enfrentamiento entre dos equipos poderosos de nuestro fútbol. Por algo el equipo capitalino representa a la institución ecuatoriana con más éxitos en el balompié internacional. La rivalidad entre ambos tiene larga data y hoy puede ser considerado como uno de los duelos más importantes del campeonato nacional. Es tan elevada la expectativa que crean cada vez que se enfrentan que muchos interesados han querido convertirlo en el ‘verdadero’ clásico de Ecuador.

Para todos aquellos que no desmayan en ese afán es importante recordarles que los clásicos engloban factores indispensables para ser considerados como tales. Por ejemplo la tradición, rivalidad, idiosincrasia, sentido de pertenencia y por supuesto la historia. La magia de los clásicos no lo inventa un experto en marketing, el verdadero clásico estremece las entrañas del pueblo a nivel nacional y Barcelona vs. Emelec es el único partido que lo ha conseguido en el país.

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Sobre el triunfo barcelonista representó el partido número 55 disputado en el estadio Rodrigo Paz. Desde el 5 de octubre de 1997, cuando efectuó el primer partido, transcurrieron 25 años 6 meses y 10 días para romper el celofán de la imbatibilidad. Fueron muchos años de incertidumbre, pero el desahogo y euforia tras el triunfo justificaron la espera.

Que esta columna sirva para dejar una enseñanza: hay que estudiar la historia de los clubes, recordarla y sobre todo respetarla. Por eso siempre les recalco a los indiferentes que hasta el escepticismo guarda su ética. El momento en que se conoce la verdad, ahí se terminan las dudas, sucumbe la ignorancia, y florecen los paradigmas. Cuando triunfa merecidamente el rival, así duela en el alma, debes aplaudirlo, sino vivirás con un complejo el resto de tus días. (O)