A veces la aritmética no es tan simple como la que me enseñó mi primera maestra, Noemí Vallejo de Miranda, en mi querida escuela fiscal: 2 + 2 + 2 no es siempre seis. A veces el resultado es cero. Dos partidos, dos derrotas y dos errores en las fechas séptima y octava de las eliminatorias para Catar 2022 acabaron con el invicto de nuestra Selección y pusieron un chirriante frenazo en lo que parecía un raudo viaje hacia el este de la península arábiga.

Las derrotas ante Brasil y Perú dejaron muchas interrogantes que no han sido resueltas por el técnico ni por los dirigentes. Gustavo Alfaro, técnico de Ecuador, ha argumentado que la Tricolor “jugó bien” ante Brasil, pero que fue perjudicada por el árbitro, y que contra Perú la derrota se produjo por la “desconcentración” de algunos jugadores. Total, los que deben responder por el doble tortazo son otros, no él. No han faltado los ‘periodistas’ que le han dado la razón pensando en que así se ganan un asiento en el vuelo a Catar, si clasificamos, como en los viejos tiempos de los ‘favores logísticos’ y los ‘Chiritours’.

Y en este punto surge un término que falta en el diccionario ‘alfarista’: autocrítica, definida como “la disposición que tienen las personas para admitir sus errores y su posterior corrección. La autocrítica permite, según los especialistas en psicología, a un mayor conocimiento de sus verdaderas habilidades, al tiempo que mejoran su calidad de vida y las relaciones intrapersonales”. Un nivel bajo de autocrítica no solo perjudica el crecimiento personal, sino que también afecta su relación con los demás. Esto debido a que una persona con un bajo nivel de autocrítica, difícilmente asumirá sus errores y siempre hará responsables a los demás por sus acciones.

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Cada técnico en el fútbol tiene su propio manual de excusas cuando ocurre un fracaso. Las explicaciones son a veces muy pintorescas, pero en ocasiones hieren la sensibilidad. Recuerdo una victoria 3-0 de Emelec hace pocos años. El entonces DT del ídolo, al ser cuestionado por la derrota, alegó que si bien hubo goleada, Barcelona había jugado uno de los mejores partidos de su historia. Sobre Gustavo Alfaro vale acudir a la historia reciente de su tempestuoso paso por el banco de Boca Juniors.

Etiquetado como un técnico muy defensivo, con poca inclinación para planear una estrategia de ataque, de búsqueda del arco rival, ya se rumoraba que sus conceptos iban a contramano de la historia boquense, forjada en la lucha sin claudicaciones. En octubre del 2019 le tocó jugar por Copa Libertadores contra su némesis: River Plate. Boca, según las crónicas, se plantó atrás sin atreverse a cruzar el mediocampo. Una reseña comentaba: “¿Qué hizo Boca? Defendió y apenas recuperaba la tiraba para arriba. Ni una triangulación, ni una idea de juego. Bochazo para arriba (…) y que se dé el milagro de convertir el ansiado gol de visitante”.

River ganó 2-0 y la misma nota periodística criticaba: “Ayer Alfaro no perdió solamente en la cancha. En conferencia de prensa, en vez de hacer una necesaria autocrítica y enfocarse en la revancha, eligió hablar de los árbitros. Del VAR y de cómo los jugadores de River practican la simulación en la semana. Boca jugó el peor partido posible y ahora deberá remontar un 0-2 con su gente. No es imposible, está claro, pero deberá mejorar y mucho. Alfaro deberá repensar las cosas y hacer la autocrítica que no mostró tras el partido”. Para muestra basta un botón.

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¿Jugó bien Ecuador en la derrota ante Brasil? Si jugar bien es cumplir con lo planificado, maniatar al rival, impedirle su funcionamiento, cortar los circuitos, Ecuador “jugó bien”, pero perdió. A mi juicio jugar bien es otra cosa muy diferente. Jorge Valdano, campeón mundial, entrenador y mago de la palabra, considera que el fútbol “es un juego competitivo, por lo tanto, que el balón entre es esencial. El gol es el objetivo. Lo que ocurre es que hay gente que cuando piensa en el gol, no piensa como objetivo meterlo, sino que no se lo metan, y ahí empezamos a condicionar el juego. Considero un error poner el triunfo antes que el juego, porque el juego es el cómo accedo al triunfo. Me ha parecido siempre una estupidez lo de elegir entre jugar bien o ganar. Si me lo pones así prefiero ganar, pero ¿cómo lo hacemos para ganar?”.

La única forma de buscar la victoria es jugar para ganar. Parece una obviedad, pero en el mundo del fútbol no lo es. En la cancha hay dos arcos. Si solo cuido el mío y me olvido del otro, tal vez consiga un empate, pero lo más seguro es que pierda. Y es entonces que abrimos el excusario alfarista: el árbitro, el VAR, el penal que no nos pitaron, el que nos sancionaron sin serlo. Cero goles a favor, cero autocríticas por parte del responsable. Si nos falta entereza para enfrentar a Brasil ¿para qué queremos ir a un Mundial? Contra Perú el partido fue un fiasco.

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Desde el planteo y desde la elección de los jugadores, muchos de ellos inactivos en sus clubes, fuera de forma física, carentes de ideas, faltos de carácter. Fue el error de tal dimensión que al inicio del segundo tiempo Alfaro hizo tres sustituciones, lo que mostraba que su elección inicial fue errada. Estupiñán rimaba con zaguán. Lo pusieron allí en un acto irreflexivo del técnico, pues hace rato que no juega. Mario Pineida era ideal para el puesto. Por la otra banda se improvisó con Perlaza, quien está marginado por un largo conflicto con su club. Romario Caicedo, uno de los mejores en su puesto, miraba el partido por televisión. La pregunta es obligada: ¿qué piensa Alfaro de los jugadores costeños? ¿No sirven o está cediendo a influencias extrafutbolísticas? El mismo se ha referido a esto y su obligación moral es aclararlo.

En los primeros encuentros deslumbró el jovencito Moisés Caicedo, un volante ofensivo excepcional. El Brighton inglés lo llevó a sus filas, pero no juega ni en la reserva. Se llevaron un crack y nos devolvieron una mediocridad que provocaba angustia. Ángel Mena, brillante en los primeros cuatro partidos, era una sombra que vagaba en el césped. Estrada debía bajar al medio campo para poder tocar algún balón decente. ¿Y qué hacía el debutante Carabalí? ¿Con qué pretexto lo pusieron de titular teniendo en el banco a Fidel Martínez? ¿Y cuál es el argumento táctico para que Gonzalo Plata sea suplente? Fallamos en todo, pero Alfaro no acepta ninguna culpa. Que respondan los jugadores por sus desconcentraciones, el árbitro por recular en el penal que pitó y el VAR por haber rectificado al juez principal.

Inevitablemente en el horizonte aparece el Titanic. Ojalá eluda el iceberg. En la eliminatoria de Rusia 2018 arrancamos como un Ferrari y terminamos como carreta. Insolencia y falta de autocrítica de Gustavo Quinteros nos dejaron fuera de la cita mundial.

¿Qué tal si el técnico Gustavo Alfaro se sincera consigo mismo, acepta sus culpas y nos reconduce al camino que transitamos ante Uruguay y Colombia con velocidad desde la salida, elaboración en el medio campo, búsqueda de la definición, elección de los más capaces, atrevimiento de los jóvenes y compromiso de los más experimentados? (O)

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