Ni una convención de brujas, ni las peores maldiciones gitanas, ni la más vil de las macumbas, reunidas y conjuradas, podían provocar una pesadilla tan cruel como la sufrida por Francia ese miércoles 17 de noviembre de 1993. Las fuerzas de la oscuridad se abatieron todas juntas sobre la selección gala aquella noche parisina y generaron al fútbol de Platini, Zidane y Benzema la mayor amargura de su historia. Los hinchas franceses detestan recordarlo.

Después de ser el equipo sensación del Mundial 82 junto con el Brasil de Telé Santana y caer injustamente en semifinales ante Alemania, aquella generación maravillosa liderada por Platini, Battiston, Bossis, Lacombe, Giresse, Tigana conquistó por fin un torneo grande: la Eurocopa de 1984. Ya se perfilaba como una nueva potencia futbolística. Volvió a deslumbrar en México 86, eliminó a Brasil en un duelo memorable en Guadalajara y nuevamente tropezó en semifinales con la misma piedra: Alemania. Tras el retiro del genial Michel Platini, la escuadra del gallito entró en un periodo de sombras y quedó fuera del Mundial de Italia 90. Pero ahora se encaminaba sin problemas hacia Estados Unidos 94. Las eliminatorias europeas se dividían entonces en grupos de seis equipos. A falta de dos fechas, Francia estaba tranquila, encabezaba el grupo 6 y disponía otra vez de una fantástica camada de cracks. Le quedaban dos partidos en casa, uno ante el último, Israel, una papita suflé, y luego frente a una Bulgaria respetable pero ganable. y Con solo un empate clasificaba. Las posiciones eran Francia 13, Suecia 12, Bulgaria 10. Aún se otorgaban dos puntos a la victoria. Los hinchas franceses ya reservaban hoteles en Estados Unidos.

Electrocables Barraza

Pero aquella eliminatoria para 1994 gestó uno de los sucesos más increíbles de la historia de este deporte. El Maracanazo no tiene ni para empezar. Llegó el primero de los juegos, en el Parque de los Príncipes. Con goles de Sauzée y Ginola, Francia ganaba 2 a 1 sin sobresaltos a un Israel eliminado desde hacía meses. Solo faltaban siete minutos y con tal resultado Francia se convertía en mundialista. Pero, ¡oh sorpresa…!, ante el estupor general, en dos avances aislados, Israel marcó dos veces, a los 83 y 90 minutos, y se impuso 3 a 2. Único triunfo israelí en ese Premundial. Para completar, los medios informaban que, en Sofía, Bulgaria terminaba de golear a Austria 4 a 1. Y Suecia despachaba a Finlandia 3 a 2.

Ahora la tabla decía otra cosa: Suecia 14, Francia 13, Bulgaria 12. Hasta Napoleón, en su tumba, sintió un sudor frío. No obstante, la incredulidad no logró desplazar a la serenidad. Aún se llevaba un punto a Bulgaria. Debían definir en la patria de Aznavour y empatando nomás Francia estaría en la Copa del Mundo. Eric Cantona adelantó a Francia en el marcador a los 31 min. Gol balsámico: la casi totalidad de los 48.402 espectadores respiró aliviada. Sin embargo, Bulgaria no parecía entregada y Emil Kostadinov, veloz puntero derecho del Porto, puso el sorpresivo 1-1 antes del descanso. Siguió empujando el visitante. ¡Menos mal que ya termina!, suspiraron miles de aficionados franceses cuando el juez miró la hora. Iba a ser una penosa clasificación, aunque clasificación al fin.

Sin embargo, faltando diez segundos sucedió lo terrenal mezclado con lo divino. Francia estaba en ataque con la pelota; antes, rara vez se daba tiempo extra, a los 90 minutos se bajaba el telón. David Ginola, en campo contrario, en lugar de retener un instante el balón o tocarlo a un compañero sacó un centro largo sin ningún destinatario, lo rifó, la tomó Kremenliev del otro lado e inició un último avance búlgaro, un intento postrero. Recibió la bola el talentoso Lubo Penev y, sin dilación, como intuyendo el pitazo final, lanzó un soberbio y profundo pase aéreo para Kostadinov. Este picó como un rayo, le ganó la espalda a Alain Roche y con una determinación de superhéroe pateó ferozmente. Salió una bomba justo al ángulo alto del primer palo. Ni Superman ni Batman ni el Hombre Araña hubiesen podido detener ese tiro bestial, perfecto, fabuloso, que rompió el arco del Parque de los Príncipes, el Arco del Triunfo y dejó tambaleando la torre Eiffel. Fue directo al corazón de Francia: 2-1. “Prr, prrr, prrr”, final del juego. Insólito: Francia eliminado ¡Bulgaria al Mundial…!

-Si Kostadinov no hacía el gol, lo mataba; yo estaba solo en el área para meterla-, nos dijo Hristo Stoichkov una tarde en Guayaquil, con cara de no perdonarlo todavía.

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El cruce desesperado de Laurent Blanc no llegó por cinco centímetros. Ya el misil había partido. Los grandes jugadores saben advertir una tragedia inminente. Y esa lo era. El reloj de la televisión marcaba exactamente 89 minutos 59 segundos, los búlgaros habían armado un avance profundo, impensado, y habían logrado el milagro. Deschamps, Desailly, Blanc, Papin, el mismo Platini con sobretodo y al borde del campo, todos se tomaban la cabeza. Habían perdido los dos encuentros en casa, en ambos estando arriba en el marcador, y los dos en el minuto 90. La maldita tabla final decía Suecia 15, Bulgaria 14, Francia 13. Los dos primeros viajaban…

“Ginola nos asesinó”, es una frase recordada en el fútbol francés. Se la atribuyen a Gérard Houllier, técnico de esa selección, referida a que el punta debió aguantar el balón y esperar que sonara el silbatazo final. Pero, como un cartero irresponsable, la tiró a cualquier parte y permitió el contraataque rival. Tras ese partido, Cantona, Ginola, Papin y otros fueron raleados para siempre del equipo nacional. Solo Deschamps, Blanc y Desailly sobrevivieron a aquel fracaso y fueron campeones del mundo en 1998.

Bulgaria ya había participado de cinco mundiales con un récord fatídico: jamás había logrado una victoria. Pero esa era la mejor generación búlgara de todos los tiempos: la de Balakov, Kostadinov, Penev, Ivanov… Y con Stoichkov como comandante. Fueron a Estados Unidos y llegaron a semifinales venciendo, entre otros, a Argentina y Alemania. Una hazaña que sacó al país a las calles.

A diferencia de otros deportes, el fútbol es emoción, euforia, estética, arte, sorpresa, carácter, coraje, miedo, imprevisibilidad. Hay un objetivo indiscutible: la victoria. Y un camino: el gol. Sin embargo, por sí solos no significan nada. Incluso el gol, éxtasis del juego, no conmueve cuando lo dan por toneladas en un compacto de TV. El gol solo, sin su circunstancia, es un cubo de hielo, un sándwich de nada, una pared blanca y vacía. Ese tanto de Kostadinov, en sí mismo, es una acción espectacular, sí, pero si decimos que fue en el último segundo del último partido, que por él Francia quedó fuera del Mundial; que Bulgaria perdía 1-0 y de ese modo ganó 2-1; que fue en París; que Francia estaba “clasificada” y Bulgaria “eliminada” desde dos fechas antes; que Kostadinov aprovechó al mil por ciento el pase magistral de Penev… Y si vemos el partido completo, deberemos convenir que fue uno de los instantes más grandiosos de la historia del fútbol. Y así está calificado en Europa.

Entonces surgió una de las inspiraciones periodísticas más celebradas de que tengamos noticia: al día siguiente, sobre una foto gigante de los jugadores galos desconsolados, tirados sobre el césped, el diario Le Figaró tituló en su portada, a toda página: FRANCIA CLASIFICADA. Y debajo, en letra pequeña: “Al Mundial 98”. Es que, como país anfitrión, para ese torneo tenía un cupo asegurado. (O)

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