Ya está: ya sabemos los nombres de los dos privilegiados que animarán la final de la Champions el 10 de junio en Estambul: Inter y Manchester City. Completamente inesperada. El Inter porque nadie daba un céntimo por un cuadro italiano antes de empezar la competencia. Menos por el Inter. Y el City porque desde Madrid le han hecho tanta mala fama a Guardiola de ser un técnico de entrecasa que al final todos terminamos creyéndolo un poco. Pero el mejor entrenador de la historia ya ganó dos títulos europeos. Y va por el tercero.

Hemos visto dos duelos fantásticos, un Milan-Inter en una semifinal, un City-Real Madrid en la otra. Imposible pedir más. El Inter, en un momento esplendoroso, se tomó revancha grande de su acérrimo rival ciudadano. En 2003 también se habían enfrentado en semis y, pese a empatar 0-0 y 1-1 avanzó el Milan por gol de visitante, pese a que son locales ambos en el mismo estadio. Y en 2005, en cuartos, ahí sí el Milan pisó fuerte: 2-0 y 3-0. La historia ha cambiado tanto…

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A través de los tiempos, el Inter soportó al Milan de Schiaffino, Liedholm y Nordhal, al de Gianni Rivera y Sormani, al de Arrigo Sacchi con Rijkaard, Van Basten y Gullit, al de Ancelotti con Cafú, Maldini, Pirlo, Kaká y Schevchenko, a muchos Milan muy grandes, pero ya lo puso contra la lona y le está apretando el cuello: le sacó 16 victorias en el historial. Le ha ganado los últimos cuatro partidos sin recibir goles: la final de la Supercopa de Italia, el partido de liga por la segunda rueda y estos dos de Champions. Y estos últimos con superioridad contrastada. El primero, con un marcador exiguo, el 2-0 debió ser bastante más amplio, y luego un 1-0 que muestra que el presente de ambos es muy diferente.

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Mentalmente está arriba del Himalaya el cuadro de Simone Inzaghi, uno de los jóvenes entrenadores italianos que piden pista. “Cuando llegué me imploraban que llevara al Inter a octavos, después de mucho tiempo, pero fuimos más lejos”, dice Simone. No es un equipo de estrellas, la estrella es el equipo, todos trabajan y entienden el libreto. Luce ordenado y tiene poder de fuego. Más bien, genera muchas situaciones de gol. Deja tres hombres en defensa (Darmian, Acerbi y Bastoni) y junta cinco en el medio, todos con bastante buen pie: Dumfries, Barella, Dimarco, Mkhitarian y Calhanoglu, y arriba, dos tanques: Dzeko y Lautaro Martínez, éste último autor del gol en el segundo triunfo.

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Es una temporada de oro para Lautaro Martínez. Hace 5 meses, campeón del mundo, ahora, en enero, campeón de la Supercopa Italiana (un gol en el 3-0 al Milan), finalista de Champions, el miércoles próximo podría ganar la Coppa Italia, lleva 25 goles, 10 asistencias y ya es capitán del Inter. A los 25 años. ¿No califica para un podio en el Balón de Oro…?

El mundo del fútbol ya da por perdedor al Inter en la final ante el City, pero son 90 minutos, y a partido único puede suceder todo en el fútbol.

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Pero Inter-Milan quedó de primer plato, una entrada sabrosa. El fuerte fue el segundo, el City 4 - Real Madrid 0. Un baile de esos que se recuerdan en el tiempo. Las casas de apuestas pagaban 1,53 por cada euro apostado al triunfo del City, y 5, 5,25 y hasta 5,75 por una victoria merengue. Parecía alocado dada la historia, la grandeza y la mística del cuadro español. Y, sobre todo, el potencial de cada uno jugador por jugador. Pero acertaron los que prefirieron los 53 centavos.

Salvo el puesto del 8, en el que De Bruyne es muy superior a Kroos en dinámica, gol, asistencias, remate e ida y vuelta, y en el 9, en el que hoy por hoy están parejos Benzema y Haaland, en siete u ocho de las ubicaciones restantes puede decirse que es más individualmente el Madrid que el City. Pero al Madrid le gusta jugar a la cenicienta, a la ancianita que debe ser ayudada para cruzar la calle. Que los otros son mejores, Así, cuando, gana, se resalta la épica.

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Eso sí, enfrente, al lado de la raya, estaba Pep Guardiola. Su sola presencia iguala y hasta desnivela potencialidades. Es el mayor estratega que este deporte haya visto y su forma de jugar es arrasadora, incomprensible para los rivales. Él es quien hacía que el City pagara 1,53 y el Madrid 5,75. Él sólo generaba el favoritismo. Pep es un antes y un después en el juego del fútbol.

Fue Manchester City 4 - Real Madrid 0 porque Courtois y la Providencia son madridistas. Pudo ser más amplio, pero aún así el resultado no equipara el baile, el festival de fútbol, la excelencia de juego, la fiesta para los ojos que fue el Manchester City. Apabulló al Madrid a puro toque, a pura calidad. Fue una orquesta sinfónica ejecutando notas de la más alta calidad que se haya visto. Tan sólo comparable al Barcelona de Guardiola de los años 2008 al 2012. A los 15 minutos el equipo Ciudadano había dado 124 pases contra 14 del Real Madrid. Y la posesión era 79% a 21%. Fuera donde fuera la pelota siempre había uno del City para capturarla y jugarla con prolijidad, acierto y sentido. Siempre a un compañero destapado y en buena ubicación para seguir progresando en la maniobra. Era tan abrumador que generaba estupor. Pese a la propaganda exagerada que le hacen en España a Camavinga, estaba claro que ese era uno de los agujeros por donde se metería el City. Un lateral lento y sin marca es una invitación a atacarlo. Y por la Avenida Camavinga pasaron los aviones del conjunto inglés, especialmente Bernardo Silva, en un momento colosal.

Conste que ninguno de los cuatro tantos marcados por el City en el doble enfrentamiento estuvo presente Erling Haaland. No hacía falta, todos llegaban a posición de gol y podían marcar. Incluso los dos primeros tantos fueron autoría del volante portugués. De la forma en que juega el City los goles no se buscan, se encuentran. Y encontró cuatro el City. El Chiringuito, los diarios Marca y AS, la Cadena SER, toda la industria madridista logró instalar la idea de que este de Guardiola es “el fulbito”, o sea el fútbol de pasesitos sin sentido, sin verticalidad, el fútbol tonto, que aburre, pero los equipos de Pep son los más goleadores de la historia. Y vaya que divierten. Un fútbol aterciopelado que enloquece a los rivales y encanta a los públicos.

Al final, quizás por cansancio y porque el Madrid debía al menos mostrar algo de vergüenza e ir hacia adelante, el promedio de tenencia de pelota se equilibró un poco: fue 60% a 40% para el City, los pases quedaron en 618 para los celestes y 418 para los blancos (ayer negros). Llegar a la final de la Champions es una revancha personal del extraordinario conductor catalán y, a la vez, alcanzar la cúspide para el proyecto City, que desde que lo tomó el fondo de inversión emiratí ha sido una escalera hacia la excelencia. Tomaron un club de media tabla y con once descensos y lo convirtieron en una marca universal. Ahora está a tiro del triplete más ansiado por cualquier club de Inglaterra: la Premier (sólo debe ganar un partido de los tres que le faltan), la Copa Inglesa (jugará la final contra el United) y la Champions. Aún no ha ganado nada, aunque está cerca de todo.

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(O)