La anécdota la contó hace ocho años, en el diario El País, Esteban Granero, recordado volante central del Real Madrid de la clase 87, la misma de Piqué y Messi:
—Teníamos quince años, estábamos en cadetes y fuimos a jugar un torneo a Villarreal. Nosotros en aquella época le ganábamos siempre al Barcelona. Me crucé con Piqué en el hotel, con quien nos conocíamos de tanto enfrentarnos, y me agarró: “Este año os ganamos nosotros”. Le dije: “Joder, ni de coña”. “Sí —dijo—, tenemos uno nuevo que es buenísimo". “¿Quién?”, le pregunté. “Ese de ahí”. Entonces señaló la piscina y vi a un chico pequeño, muy pequeño. El solo, sentado al borde de la piscina con los pies en el agua, ensimismado. Piqué es un bromista, lo ha sido siempre, y pensé que me estaba vacilando. De hecho, lo que pensé fue: “Me está vacilando a mí y se está metiendo con su propio compañero”. Fue la primera vez que vi a Messi. Pero era verdad: nos aplastó. Ganaron 3-0. En el saque de centro y en cualquier balón parado se colocaba para recibir el primer pase en corto y ya se quedaba la pelota. Era espectacular. Muy bajito y fuerte como una roca. Pero la locura era cómo llevaba la bola. Pegada al pie de una forma bestial; era imposible quitársela. Impactaba, daba miedo lo que podía llegar a hacer. Quince años después me lo cruzo por el campo y pienso: “Joder, sigue aquí”. Mi hermano al verlo en ese torneo me dijo que iba a ser el mejor jugador de mundo. Pero no tenía mérito: era imposible no pensarlo.
Hoy, 16 de octubre, se cumplen 21 años del debut de Lionel Andrés Messi. Pasó el tiempo, Granero lleva varios años retirado y debe seguir pensando: “Joder, sigue allí”. Sigue y está a solo ocho meses del que será su sexto Mundial. Leo ha llevado su paso por el fútbol al nivel de era. Aún transitamos la “era Messi”. La duración parece increíble porque sigue haciendo cosas notables, con una clarividencia del juego que está a años luz del resto. Y con números insólitos para alguien que ha perdido la fabulosa velocidad de crucero de su juventud. En especial para quien arranca desde el medio campo casi todas las jugadas. Lleva 886 goles y 398 asistencias, una dualidad que parece imposible: lo normal es que quien arma el juego y da los pases-gol no haga los goles. Eso el fútbol nunca lo vio. Hasta Messi. Fue máximo artillero de la eliminatoria y lidera también la tabla de goleo y de asistencias de la Major League Soccer. A los 38…
Messi ha logrado convertir el 16 de octubre en efeméride. Como el 23 de octubre, cuando nació Pelé, o el 30 de este mes, cuando vio la luz Maradona. El fútbol tiene jugadores buenos, muy buenos, cracks, grandes, monstruos, genios... Y allá, arriba de todo, Pelé, Maradona y Messi, los tres dioses de este juego.
Esteban Pogany fue un arquero que actuó 23 años en primera división, casi toda su carrera en la Argentina, también en Colombia. Luego fue asistente técnico de Héctor Veira y hoy es entrenador de arqueros de las selecciones juveniles argentinas. Lo veía cuando los sub-20 o sub-17 entrenaban con la selección mayor. Cuenta: “Jugué ocho años con Bochini en Independiente; compartí un año con Maradona en Boca: dos genios. Y ahora, por mi función en la AFA, me toca ver a Messi desde el borde del campo de juego. ¿Sabés lo que es verlo llevar la pelota en carrera al ras del piso...? Alucinante...”. Dice no haber visto nada parecido. Como bromean los rivales antes de enfrentarlo: “A Messi hay que anticiparlo, tratar de que no llegue al estadio”.
Siempre está la fantasía de creer que antes había muchos así. En absoluto: nunca hubo. Y en el futuro seguramente veremos jugadores buenos, muy buenos, cracks, lo normal… Esto ha sido distinto a todo. Ya tiene 38, un día no lo tendremos más y el fútbol volverá a ser prosaico, común, terrenal. Hemos tenido la inmensa fortuna de ser sus contemporáneos y, quien más quien menos, vio toda su carrera hasta hoy. ¿Cuánto le queda…? ¿Un año… dos…? Los que fueran, disfrutémoslo. Difícilmente se vuelva a repetir otro igual en magia, talento, contundencia, regularidad, pase, pase-gol, gambeta, bola quieta, todo... Esto es lo máximo a que se puede aspirar de un jugador.
Pep Guardiola, Luis Enrique, Carlos Bianchi, Hristo Stoichkov, Gary Lineker, Roy Keane, Wayne Rooney, Jamie Carragher, Thierry Henry, Zlatan Ibrahimovic, Genaro Gattuso, Fabio Capello, José Luis Chilavert y cientos de entrenadores y viejas glorias piensan que Leo es el mejor de la historia. No obstante, el tiempo demuestra que nadie es el mejor para siempre. Cuando se retiró Pelé se pensaba que nunca saldría otro igual; sin embargo, apareció Maradona. Lo mismo cuando Diego dio las hurras, y surgió Messi. Uno piensa que es imposible que emergiera otra perla de esta dimensión, aunque podría darse.
Messi es el futbolista más dominante de la historia en el momento en que más difícil es el juego. Sí, la pelota, los campos, la indumentaria, el cuidado, el reglamento, la medicina deportiva, todo ha mejorado. Pero también se ha tornado más complicado hacer goles. Las nuevas tácticas y técnicas de entrenamiento, la mayor velocidad, la profusa información, la evolución de los arqueros, el achicamiento de los espacios, la presión sobre el adversario, la intensidad, el estudio de los rivales llevan a que en el fútbol sea más difícil hoy desequilibrar al adversario que hace cincuenta o sesenta años. La transferencia de conocimientos les fue enseñando a todos. Y todos crecieron. Hasta 1990 Japón era un fútbol exótico que podía ser el 150 del mundo; ahora está en camino a convertirse en potencia. Lo mismo Estados Unidos, Corea del Sur, Ecuador, Bélgica, Portugal, Marruecos, Colombia. En este contexto brilla Leo desde hace más de dos décadas.
Cuando el planeta fútbol pensaba que Messi llegaba a Estados Unidos a disfrutar de una jubilación de oro, él se encargó rápidamente de demostrar lo contrario: fue a Miami porque quiso otra vida, pero fue a competir, a ganar, como siempre. Y esta aventura ha resultado increíble: llegó a un equipo que era el 29 entre 29 y lo ha puesto en punta. Le ha conferido, además, el tinte de pionero, de conquistador, desató una fiebre en una nación que históricamente le ha dado la espalda a la número cinco. Rompe estadios con 75.000 espectadores donde antes iban 15.000. Provocó una revolución en la MLS. “Siempre se va a hablar de una era, del antes y después Messi en el desarrollo del fútbol en los Estados Unidos, un país que es es el mayor mercado del mundo, pero que está en su infancia futbolística”, sentencia Jorge Mas, presidente del Inter Miami, que logró convencerlo de jugar allí.
Un jugador irrepetible. Ya pasó los 38 y sigue dando una o dos funciones por semana. Más que nunca les digo a los chicos jóvenes: “No se pierdan un minuto de Messi; estamos viendo la historia del fútbol”. (O)


