¿Puede un 0-0 resultar un partido agradable…? Puede. Corinthians y Boca es una cabal demostración. No lograron perforar los arcos, pero compusieron de todos modos un duelo atractivo, de alta intensidad, con una prestación física impresionante, el que pestañeaba, perdía. Todo es a cien, a cada pelota se va como a la guerra y las marcas son férreas. Así se juega hoy y el que no lo entiende, no consigue competir. Ese choque sirve como paradigma para el fútbol de los demás países: si no se asume el juego actual de esa manera, no hay ninguna posibilidad de triunfo. Y aunque jugó un par de horas antes, quien supo captarlo a la perfección fue Emelec, que lo puso en práctica frente a Atlético Mineiro.

Entendió que estaba jugando ante un equipo brasileño, nada menos que Atlético, un candidato anual a ganar la Libertadores y un club que, a causa de tener un mecenas que es el hombre más rico de Brasil, goza de un amplio presupuesto. Pisó el acelerador Emelec, y fue a fondo en cada jugada y peleando a muerte todas las divididas. Dejó el cuero en cada acción y con eso complicó al conjunto del Turco Mohamed, muy bueno, por cierto. “Fue un partido lindo, sí, que alimenta la autoestima, pero seamos honestos, pudimos ganar y también pudimos perder. Claro que ahora tenemos la fe de poder ir a resolverlo en Brasil”, señaló con mucha hidalguía Nassib Neme.

La casa es chica, el corazón es grande

Rigurosamente cierto: por momentos apretó fuerte Emelec, aunque también es verdad que el Mineiro tuvo tres ocasiones clarísimas de aumentar el marcador. Y en las tres se chocó con un Pedro Ortiz gigante. Primero, un contraataque por derecha encabezado por Hulk (en unos días cumplirá 36 años y sigue con la fuerza de Sansón), que vio bien ubicado a Ademir y se la sirvió para definir, pero el tiro del número 19 (quien ya había marcado un golazo), totalmente sólo, fue neutralizado por el meta emelecista. Luego, un mano a mano del mismo Hulk al minuto 79 que Ortiz alcanzó a tapar con el pie para mandar la bola al córner por encima de su arco. Y, por último, el penal (muy infantil agarrón de Mejía), a los 86′, que también le tapó el esmeraldeño al ciclópeo Hulk. No era justo que Emelec perdiera después de haber dejado el alma en el césped.

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Siempre que vemos a Emelec observamos a Ortiz en formidable estado, siempre concentrado, atlético, solvente, salvando goles, con actitud ganadora y el carácter competitivo indispensable para un arquero. Es una de las más acertadas incorporaciones azules de los últimos años, está en una edad perfecta para el puesto (32 años). A propósito de él, ¿Gustavo Alfaro ya definió los arqueros para el Mundial…? ¿Es verdad que no está Pedro Ortiz en su terna de arqueros…? ¿Ortiz es menos que Domínguez, Galíndez y Ramírez…?

Eliminatoria: todos contra todos desde marzo

Desde luego, los entrenadores saben más que los periodistas y, de última, el técnico tiene la potestad de elegir, él ostenta el cargo, no nosotros, pero Ortiz nos parece claramente el mejor golero ecuatoriano del momento. Como Hincapié es el mejor zaguero, Pervis Estupiñán el mejor lateral, Moisés Caicedo ídem en la línea media y Gonzalo Plata el más desequilibrante arriba. No hay que ir a la universidad para saber esto. Ortiz no tiene prensa ni pertenece a un club con influencia en la toma de decisiones nacionales (y Alfaro es un individuo muy perspicaz, parece saber muy bien de qué lado sopla el viento en Ecuador, y no sopla desde Guayaquil), pero que Pedro Ortiz es el número uno en el arco, lo es.

Seis días antes de este juego, se disputó la primera final del campeonato Apertura colombiano, que debimos comentar, por razones laborales, para la televisión de ese país. Deportes Tolima, llamado “el nuevo grande”, porque llega a todas las instancias decisivas y voltea a los muñecos más pesados, perdió el título ante Atlético Nacional habiendo hecho mucho para coronarse. Cayó de visita en Medellín 3 a 1 en el choque de ida y ganó 2-1 en la vuelta, en Ibagué, pero no le alcanzó.

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Ecuador siempre fue mundialista

En la suma de ambos juegos, Tolima dejó una impresión más robusta de equipo, con mejores ideas. ¿Por qué perdió, entonces…? Acontece que pagó a precio de oro sus errores individuales, garrafales, por cierto. Ganaba con autoridad 1-0 en Medellín, pero dos desaciertos del arquero ecuatoriano Alexander Domínguez lo pusieron 1-2 abajo. Primero, un tiro de unos 35 metros, no muy fuerte y totalmente controlable, a cargo de Yerson Candelo no pudo atenazarlo, dio un rebote largo e inesperado y el lateral Danovis Banguero atropellando, tocó al gol. El otro ya está instalado en la memoria colectiva y se recordará por años: nuevo disparo de Candelo, este de 59,80 metros, se le coló por arriba a Domínguez. Candelo, perspicaz, lo vio adelantado y le pateó desde atrás de la media cancha. Todos los aplausos para el rematador, porque advirtió la posibilidad del gol y por la justeza de su ejecución, pero Domínguez no tuvo retroceso ni reacción. Estiró su mano con mucha tibieza para ver si llegaba, no se “mató” por evitar el gol. Demasiado tranqui. Y eso tiró abajo la moral y derrumbó el funcionamiento colectivo. “El arquero no tuvo nada que ver, fue mérito de Candelo”, escuchamos de muchas bocas. ¿No tiene nada que hacer ante un lanzamiento de 60 metros…? En un gol de sesenta metros siempre hay virtud del goleador, y siempre hay responsabilidad del portero. Como mínimo, hay una desconcentración. Y se estaba jugando la final del campeonato. El técnico Hernán Torres lo excluyó para la revancha. Y no es periodista, es técnico.

Las fallas de Domínguez quedaron sobreexpuestas porque, en la vereda de enfrenta, el héroe del título fue el guardameta Kevin Mier, un coloso atajando y atacando. ¿Cómo…? Mier tiene la peculiaridad de que, apenas controla un balón, sale como disparado a ponerlo en juego con saques largos a las puntas y genera contraataques peligrosísimos, algunos de los cuales derivan en goles. A diferencia de la mayoría de sus colegas, que hacen botar el balón varias veces y esperan a que rivales y compañeros salgan de sus inmediaciones, con lo cual todos quedan por detrás de la línea de la pelota, Mier saca rápido y complica. Además, tuvo tapadas providenciales, salvó el 0-2 en el primer juego y el 0-3 en el segundo, parando un penal. Es una revelación que pone en peligro la estabilidad de David Ospina en la Selección Colombia. Fue el mayor argumento del campeón para justificar su corona. No puede haber duda posible: si cambiaban los arqueros, seguramente el título también cambiaba de manos. (O)