Un mensaje en Facebook me trajo al recuerdo un suceso memorable en la historia del fútbol ecuatoriano y la de la Copa Libertadores: la primera victoria de un equipo nacional y el primer tiro penal atajado en ese certamen, hoy superpoblado. Todo ocurrió en la tercera edición, cuando solo jugaban los equipos campeones de cada país, lo cual garantizaba un alto nivel de calidad. Eran tiempos en que Europa no se llevaba a las figuras jóvenes, hoy en que, a veces, son fichados sin que debuten en la categoría mayor, vaciando a los clubes sudamericanos antes poderosos.

En 1962 competían grandes formaciones: Santos de Brasil, con Gilmar, Zito, Dorval, Mengalvio, Coutinho, Pelé y Pepe; Nacional de Uruguay, con Horacio Troche, Domingo Pérez, Mario Bergara, Vladas Douksas y Guillermo Escalada, a quienes vimos en el Sudamericano de 1959 en el estadio Modelo, más el ya famoso Emilio Cococho Álvarez; Racing de Argentina se presentó con Oswaldo Negri, Federico Sacchi, Omar Corbatta, Juan José Pizzuti, Rubén Marques Sosa y Raúl Bruja Belén. Otro plantel de nombradía era Sporting Cristal de nuestro conocido Orlando de la Torre, Eloy Campos, Alberto del Solar y Alberto Gallardo. Con igual lujo participaba Cerro Porteño, de Paraguay, con Idalino Monges, Carlos Monín y Críspulo Silva. En representación de Chile intervenía la Universidad Católica de Walter Behrends y Alberto Fouilloux.

Cargado de historia aparecía Millonarios de Bogotá, que contaba en sus filas con estrellas de la delantera que luego dejó una gran impresión en el Mundial de Chile 1962: Delio Maravilla Gamboa, Carlos Arango y Marino Klínger. Emelec y Municipal de Bolivia asistían por primera vez y sus mejores jugadores no alcanzaban el brillo de los que hemos citado. Millonarios, Católica y Emelec fueron ubicados en el grupo 3 de la Copa.

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El 7 de febrero de 1962, en el Modelo, se realizó el primer choque de llave. Emelec enfrentaba a Millonarios con Cipriano Yulee; Walter Arellano, (estudiante del Vicente Rocafuerte), Vicente Lecaro, Luciano Macías (refuerzos de Barcelona); Rómulo Gómez (José Merizalde) y el uruguayo Eustaquio Claro; adelante Pedro Gando, Jorge Bolaños, Carlos Raffo, Enrique Raymondi y Pepe Aquiño. Por los bogotanos Centurión; Gallego, Bolla, Lombana; Vulcano, Jamardo; Orlando Larraz (quien había estado en Emelec en 1951), Arango, Klínger, Gamboa y el paraguayo Genaro Benítez.

Defensivamente Emelec se mostró muy sólido. Pese a sus 18 años el vicentino Arellano era una barrera infranqueable para Benítez. Lecaro y Macías impedían el funcionamiento de la artillería millonaria, ayudados por el despliegue de Gómez y Claro. En el pórtico, elástico, oportuno en las salidas y muy seguro lucía Cipriano Yulee. Un leve descuido y Gamboa puso la ventaja a los 9 minutos, pero a los 49 Lecaro, con un penal ejecutado con la eficiencia acostumbrada, igualó y un minuto después Raymondi, incontrolable por su velocidad e ingenio, puso el 2-1. Empató Gamboa a los 59; Gando puso el 3-1 a los 70 minutos, mientras Aquiño, a los 83, colocó el 4-2 definitivo.

Se trataba de la victoria inaugural de un equipo nacional en la Libertadores, pues Barcelona, que fue el primero en participar, cayó en 1961 ante Santa Fe de Bogotá. Pero el suceso que desbordó el entusiasmo tuvo como protagonista a Yulee, quien iba a cumplir su novena temporada en el arco eléctrico. A los 74 minutos, el árbitro uruguayo Víctor Pablo Vaga sancionó una falta en el área local. El penal iba a ser cobrado por un especialista: el paraguayo Benítez. Un frío recorrió el espíritu de los 40.000 espectadores que llenaban las graderías del Modelo. Millonarios podía poner el empate cuando faltaban 16 minutos para la terminación del duelo.

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Yulee ya había mostrado en su carrera virtudes de atajador de penales. Con el balón colocado en su sitio Yulee se agazapó, Benítez tomó impulso y nuestro arquero amagó ir a un lado; el engaño surtió efecto. El paraguayo lanzó potente el balón, pero Yulee voló y detuvo el disparo. El público respiró aliviado. Luego vino el gol de Aquiño y la victoria celebrada estruendosamente. Yulee había escrito una página brillante: por primera vez un arquero detenía un penal en Copa Libertadores. Se formó en Emelec desde las filas juveniles en las que fue campeón de Asoguayas. Tenía delante suyo nada menos que al manabita Félix Tarzán Torres y al porteño Alfredo Moreira, que siguió en el marco azul y plomo cuando Torres decidió volver a sus pagos. En 1951 Emelec decidió prestar a Yulee a la Liga Deportiva Universitaria de Guayaquil para que juegue en la serie de Ascenso en el arranque del profesionalismo. Allí estuvo hasta 1953 en que su club decidió reincorporarlo al primer plantel como suplente del venezolano Vásquez.

El 1 de julio de 1953, ante Chacarita Juniors, debutó en la serie de honor de nuestro fútbol, pero recién se aseguró el puesto en 1955 y llegó a su máxima dimensión en 1956 en la temporada en que Emelec logró su primer título profesional de la historia. El Chino Yulee fue considerado el mejor futbolista guayaquileño de la temporada. El 16 de enero de 1957 Barcelona lo llamó a reforzar sus filas ante el poderoso Independiente de Avellaneda que traía a Cozzi, Varacka, Michelli, Cervino y Cruz. Barcelona, que no contaba con su arquero titular Pablo Ansaldo, por lesión, fue atraído por una sensacional actuación de Yulee el 15 de diciembre de 1956, cuando Emelec venció a Racing de Avellaneda. En un inolvidable partido el ídolo derrotó a Independiente por 4-3 y el público no se cansó de aplaudir a Yulee, autor de grandes atajadas que lo convirtieron en la mejor figura de la cancha.

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Fue el instante de la consagración de una nueva figura. Esa noche Cipriano se ganó el puesto de arquero titular de la Selección que iba a participar en el Sudamericano de Lima de 1957. Fue campeón local y nacional en 1957, seleccionado de Ecuador al Sudamericano de 1959 y a las eliminatorias de 1960, y campeón nacional en 1961 con la divisa de Emelec.

Amaba el fútbol y venció la resistencia familiar para hacer realidad su sueño de gran arquero. A su retiro incursionó en el periodismo. Trabajé junto con él en el diario La Razón, del que fue subdirector. Era enormemente imaginativo, creador de grandes ideas y excelente redactor. Dominaba los temas económicos y fue jefe de prensa de la Cámara de Industrias. Fue un hombre de una riqueza espiritual enorme, de alma ennoblecida por altos valores y un acentuado sentido de la amistad. Tuve el honor de ser su amigo-hermano, con quien departía en un grupo de deportistas de alta calidad humana en el que estaban también Jaime Ubilla (quien se fue tempranamente), Raúl Argüello y Cucho Gómez.

Han pasado 60 años del penal atajado por Cipriano y muy pocos lo han recordado, entre ellos los ‘historiadores’. (O)