Cuando empezó el campeonato nacional 2022 la crítica experta nunca tuvo en cuenta al Aucas entre los favoritos para disputar la corona. Barcelona, Liga de Quito, Emelec e Independiente del Valle eran los mencionados como predilectos, tal como ha ocurrido en los últimos años.

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El ídolo del Astillero se adueñó de la primera etapa y ganó el derecho de jugar la final, pero la sensación que dejó no fue la de un equipo sólido con futbolistas destacados. La prueba es que su técnico, el argentino Jorge Célico, debió hacer las maletas en septiembre anterior cuando los toreros perdían con los últimos de la tabla. Su reemplazo fue Fabián Bustos, un viejo conocido.

Aucas recompuso sus filas con anterioridad y con buen ojo. En abril le abrió la puerta de salida al gaucho Héctor Bidoglio y pescó a un entrenador venezolano, el siempre discutido César Farías. El cambio dio buenos frutos y este domingo Aucas juega el partido de ida en el Monumental. Desde lo anímico el duelo tiene ingredientes que se mezclan con la pasión. Barcelona gana en la historia y en la estadística, que no es lo mismo que vencer en la cancha.

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Barcelona SC ya fue campeón ante Aucas, su rival en la final de la LigaPro 2022

Arranca la esperanza de lograr la corona número 17 y eso anima el espíritu de hinchas y jugadores. Pero en Aucas hay también la expectativa de convertirse por primera vez en campeón desde que empezó su tránsito en el torneo nacional en 1957. Esta vez es mirar la gloria al alcance de la mano y la oportunidad para dirigentes, jugadores y cuerpo técnico de inscribir su nombre en los libros de historia del club.

A propósito de libros, la figura más entrevistada en los últimos días ha sido el expresidente auquista Ramiro Montenegro, un reputado médico especializado en neurología y autor de tres tomos sobre la historia de su institución (¿habrá en perspectiva algo similar para festejar el centenario tan próximo de Barcelona), aparte de varios libros y publicaciones científicas acerca de su especialidad médica.

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Aucas y Barcelona tienen una identidad indiscutible y varias diferencias. Ambos son ídolos. Aucas lo es de la capital, mientras Barcelona tiene la mayor hinchada en todo el país y sobran seguidores más allá de nuestras fronteras. El equipo porteño nació en 1925, y el quiteño lo hizo en 1945.

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El doctor Montenegro dijo para Diario EL UNIVERSO que “Aucas no tuvo infancia, porque nació grande”. En su descripción anota que el equipo oriental nació el 6 de febrero de 1945, cobijado por la solvencia económica de la petrolera Shell, de la que tomaría su primer nombre, como Club Deportivo Shell; sin embargo, disposiciones reglamentarias en la Asociación de Fútbol de Pichincha impidieron dicha denominación, por lo que sobre el cierre de inscripciones para el torneo de ese año se decidió llamarlo Club Deportivo Aucas.

Barcelona SC vs. Aucas, análisis desde lo imaginario

Barcelona no tuvo esos lujos. Nació modesto por obra del entusiasmo deportivo de un grupo de jóvenes deportistas que decidieron fundarlo una noche en que se reunieron en el portal de la Escuela Modelo, esquina noroeste de la calle Industria (hoy Eloy Alfaro y Francisco de Marcos). No tuvo ninguna empresa patrocinadora, pero contaban con el apoyo de algunos empresarios catalanes. Que quede claro: los caballeros catalanes no fundaron a Barcelona Sporting Club, pero contribuyeron prestando sus casas para las reuniones y luego para la posesión de la primera directiva. Aparte, dieron también telas para los uniformes e implementos para la práctica del fútbol. Todo esto se halla documentadamente expuesto en mi libro Los forjadores de la idolatría.

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En otra parte de la entrevista que hemos citado Ramiro Montenegro afirma que “a solo seis meses y doce días de fundado ya fue campeón Aucas. Obtuvo el primer campeonato de fútbol de Pichincha en 1945, le siguieron cuatro conquistas más hasta 1949, un vicecampeonato en 1950, año que cambia su denominación a Sociedad Deportiva, y una nueva corona en 1951. Esa actuación promovió que forje su idolatría porque toda la gente se volteó a ser hincha de Aucas, a punto de considerarse que un 90 % de la gente que era aficionada al fútbol de Pichincha era, hasta 1960, hincha de Aucas”.

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El proceso idolátrico de Barcelona fue diferente. Sus futbolistas eran auténticos aficionados que jugaban fútbol y béisbol y boxeaban por el honor del barrio. Ganaban o perdían, pero con ellos nació lo que luego se llamó “garra”, forjada por los gritos de Manuel Gallo Ronco Murillo y las atajadas de Rigoberto Pan de dulce Aguirre, quien se dio el lujo de desviar con la cabeza un penal del infalible Ramón Unamuno. La idolatría empezó en 1947, cuatro años antes que la de Aucas. De equipo austero, siempre en lucha por no descender, cambió en 1947 cuando llegaron a sus filas los jóvenes jugadores del Panamá SC (Enrique Romo, Jorge y Enrique Cantos, Galo Solís, Manuel Valle y José Pelusa Vargas, entre otros) que se sumaron a Sigifredo Chuchuca, Guido Andrade, José Jiménez y Juan Benítez. A finales de 1947, después que Chuchuca volteara derrotas en victorias ante el cotizado Deportivo Cali, los diarios hablaban ya del equipo “ídolo de la ciudad”.

El 30 de octubre de 1947 una nota de El Telégrafo decía: “Barcelona es el cuadro que, en lo que va de la temporada, ha demostrado mayor empuje y corazón para hacerse de la victoria. De allí que la afición vea con simpatía al cuadro barcelonés. Sus hombres van a la cancha resueltos a jugarse enteros dando una demostración grande de cariño para sus colores. No hay un solo barcelonés que no demuestre, antes de los partidos, confianza en cada uno de sus compañeros y risueñas esperanzas de ganar. Esto es un fenómeno que no se presenta en la mayoría de nuestros cuadros grandes. La apatía y la inseguridad es la fisonomía de los jugadores”.

No necesitó Barcelona ser campeón para ser ídolo. Lo fue en una época -la década de los años 40- en que en el alma popular primaban razones económicas, políticas, sociales y deportivas. Su primer título lo ganó recién en 1950, un cuarto de siglo después de fundado, cuando Aucas ya conocía las mieles de los reinados.

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En ese tramo del tiempo quedaban el Clásico del Astillero, nacido en 1948, un periodo de nuestra historia en que el pueblo pedía la aparición de un equipo que le ganara a Emelec, emblema de los poderosos (esto cambió años más tarde) y la impresionante victoria ante Millonarios de Bogotá que cayó en el estadio Capwell en 1949 con sus estrellas argentinas Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, Néstor Rossi y Pedro Cabillón. Fue entonces cuando se cimentó la ya existente idolatría.

‘Aucas nació grande y por eso es ídolo’, dice Ramiro Montenegro

Cuántos temas quedan en el teclado para una larga charla con el doctor Ramiro Montenegro y para intercambiar nuestros libros futboleros. No tengo amistad con él, pero conozco de sus trabajos de historia deportiva. Se trata de un investigador serio, un infatigable buscador de documentos que respalden su trabajo.

Un personaje muy diferente Montenegro a algunos novísimos ‘historiadores’ que encontramos por estos lares. (O)