El nombramiento de Ariel Holan como director técnico de Barcelona Sporting Club no fue casualidad, sino la consecuencia de la urgencia por corregir el rumbo tras el fracaso de su antecesor, el uruguayo Diego López. Bajo el mando de López, el equipo mostró un estilo de juego predecible y limitado, centrado en atacar por los extremos y priorizar la recuperación en el medio campo, dejando de lado la generación de juego ofensivo en esa zona crucial. Este planteamiento no rindió frutos en el club y precipitó su salida antes de cumplir siete meses en el cargo. Para muchos hinchas y analistas, su destitución fue recibida como una decisión necesaria y oportuna.
Con la llegada de Holan, el panorama cambió. La directiva de BSC apostó por un DT con un perfil distinto, uno que generaba expectativas tanto en la afición como en la prensa deportiva. La elección de Holan, un estratega con una sólida trayectoria y una marcada personalidad en el manejo de grupos, fue vista como la apuesta ideal para encabezar la renovación que tanto se necesitaba. Su mayor logro, haber conquistado la Copa Sudamericana en 2017 con Independiente de Avellaneda, respaldaba su capacidad para afrontar desafíos de gran envergadura.
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El reto principal de Holan en Barcelona no era menor: debía reconstruir un equipo que había perdido su identidad futbolística en los últimos tiempos. Desde sus primeras apariciones al frente del club se pudo notar un enfoque distinto, con una clara prioridad en la elaboración desde el fondo, buscando que el medio campo fuera el encargado de estructurar el ataque. Aunque el estilo de juego colectivo comenzaba a mostrar signos de mayor fluidez y efectividad, la defensa seguía siendo un punto débil evidente. Uno de los mayores aciertos de Holan fue encontrar equilibrio en el medio campo, tras varios intentos fallidos.
La dupla de volantes conformada por el charrúa Jesús Trindade, con una mayor responsabilidad defensiva, y Leonai Souza, con su polivalencia, ofreció la estabilidad táctica que el equipo necesitaba. A esta estructura se sumó el talento creativo de Damián Díaz, encargado de enlazar con los refuerzos ofensivos, como el venezolano Eduard Bello y el uruguayo Octavio Rivero.
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Las expectativas eran altas. El técnico argentino había logrado mantener al equipo peleando la primera etapa hasta la última fecha, aunque finalmente fue Independiente del Valle el que se llevó el triunfo, no sin polémica. A pesar de la pausa en el campeonato nacional por la Copa América, parecía que Holan contaría con el tiempo suficiente para consolidar su proyecto, uno que él mismo prometió con entusiasmo: “Garantizo que vamos a enamorar a la gente”.
Sin embargo, lo que parecía un camino sólido y prometedor pronto se vio alterado por decisiones que sorprendieron tanto a la hinchada como a la prensa. La primera señal de turbulencia fue la separación abrupta de Díaz, uno de los jugadores más queridos por la afición. Sin una explicación clara, Holan decidió apartar del equipo a quien muchos consideraban el alma del club, el ídolo de las “noches amarillas”, un jugador que, a pesar de sus 38 años de edad, seguía demostrando calidad y liderazgo en la cancha.
La maniobra no solo causó sorpresa, sino que también tocó una fibra sensible en el corazón del club. En Barcelona, como en otros grandes equipos, la tradición indica que los referentes tienen la prerrogativa de elegir cuándo despedirse; pero Holan, en una decisión drástica y sin previo aviso, rompió con ese principio.
Como si eso fuera poco, el DT albiceleste también decidió relegar a Javier Burrai, el arquero titular y pieza clave en la defensa del Ídolo. Tras un par de errores que muchos atribuyen más a las fallas defensivas que al guardameta, Burrai perdió su lugar en el once titular.
La pregunta que surge es: ¿está Holan tomando decisiones acertadas o está desmantelando un equipo basado en impulsos?
El periodista argentino Walter Queijeiro ha sido crítico con el estilo del entrenador. Según él, Barcelona está repitiendo los mismos errores que cometió Independiente de Avellaneda al darle poder absoluto al entrenador. En aquella ocasión, el club argentino pagó un alto precio: Holan no solo destruyó el proyecto, sino que también contribuyó a la caída del presidente.
Internamente, también se rumora que la prioridad del adiestrador no es tanto consolidar un equipo, sino imponer su autoridad sobre el plantel. Una fuente cercana al club sugiere que esta actitud está generando tensiones en el vestuario, un signo preocupante para un equipo que busca estabilidad en un campeonato tan competitivo.
A esto se suma que Antonio Alvarez, presidente de Barcelona, anunció que era hora de “refundar” la institución, dando más espacio a los juveniles en el primer equipo. Sin duda, es una apuesta interesante, pero en este momento parece más una respuesta a los problemas internos que una estrategia planificada. Esto sorprendió a muchos, especialmente por el contexto en el que se dio. Si bien promover a jóvenes es una estrategia clave para el futuro de cualquier club, esto debe responder a ciertos criterios:
1) Los juveniles deben estar al mismo nivel —o superior— que los titulares.
2) La inclusión debe ser un proceso gradual, dándoles minutos progresivamente.
Y 3) ¿Cómo es posible que, estando en la recta final del campeonato, se haya decidido recién ahora que los juveniles son la solución a los problemas de rendimiento del equipo?
A juzgar por los resultados, los jóvenes que han jugado como titulares en los últimos partidos son promesas en formación, no las respuestas inmediatas que se necesitan. Estos canteranos deben tener oportunidades, pero en el momento adecuado, no como un recurso de emergencia cuando ya hay una situación crítica.
El verdadero problema en Barcelona parece ser la falta de coherencia generada por las constantes modificaciones de Holan en las alineaciones. Las múltiples variaciones han roto la conexión entre las líneas del equipo. Hoy en día no queda claro quiénes son los titulares en el medio campo, y la insistencia de Holan en utilizar a Bello como enlace ofensivo sigue sin dar resultados.
Además de la inconsistencia en el rendimiento, lo que más ha afectado al equipo es que ha dejado escapar varias oportunidades de acercarse al líder, Liga de Quito, tras los pobres resultados de las últimas fechas. A esto se suman las críticas hacia Holan no solo por la falta de resultados, sino también por la cantidad de excusas y justificaciones que ha dado ante el mal momento.
Cuando se le preguntó sobre su promesa de “enamorar a la gente” con el equipo, Holan respondió: “Fui muy optimista cuando dije aquello; pensaba que el crecimiento iba a ser más rápido y que ahora iba a costar más de la cuenta”. También culpó a la falta de presupuesto y cupos para refuerzos. No obstante, estas explicaciones suenan más a pretextos que a una verdadera confrontación con la realidad.
Lo lapidario fue lo que dijo luego de la caída ante Deportivo Cuenca: “Esto es un baño de realidad y se lo debe aceptar, porque no se puede tapar el sol con las manos”. (O)