Tiene el emelecismo en la sangre. Se le inoculó a los cinco años, cuando lo llevaron por primera vez al Capwell. “Jugaban Emelec-Barcelona, el gran clásico. Fui con dos tíos que son hinchas del Barcelona y con un primo emelecista. Terminó ganando Emelec por goleada 5-0, con una demostración de fútbol vistoso y espectacular. Había ido a la cancha sin pasión, sin sentimientos hacia ninguno de los dos. Solamente me movía la curiosidad. Ese día me hice emelecista. Para siempre”. Y ese día alumbró Emelec al mejor presidente de su historia. Nunca le interesó la Federación, lo suyo era Emelec, Emelec y Emelec.