Desde hace un año cada llamada me produce un temblor emocional. Una madrugada del 3 de diciembre de 2019 el teléfono interrumpió mi sueño madrugador: “Falleció River”, me dijo su hermano Jorgito. El lápiz maravilloso de mi querido compañero de tantas aventuras en seis décadas, Washington Rivadeneira, el de las bellas caricaturas y retratos, dejó de existir y sembró en mi espíritu una pena infinita que no cesa. Vino luego la pandemia y empezó un desfile alucinante de féretros con los restos de amigos y familiares muy queridos para producir heridas lacerantes cada día, que parecen no sanar nunca.