El partido entre Barcelona y Emelec se transformó en clásico porque cada uno de los equipos de fútbol debió enamorar y conquistar a los aficionados hasta convertirlos en devotos. Solo así ese juego comenzó a formar parte de la propiedad cultural guayaquileña. Desde su fundación, los dos clubes del Astillero crearon una diversidad de gustos y colores y establecieron una contradicción en las querencias. Pero lo que subió la intensidad del enfrentamiento en su origen fue, sin lugar a dudas, a qué clase social pertenecías. Esa fue la clave para crear la rivalidad histórica, en la que el tiempo, valores y actores sirvieron para forjar en fuego el Clásico del Astillero.