Cuando en el 2016 Independiente del Valle clasificó a la final de la Copa Libertadores, ante la sorpresa de propios y extraños, me conciencié de que llegar como finalista representaba todo un suceso y no lo contrario, como algunos piensan –que de hecho intentan desacreditar las dos finales del Barcelona en ese mismo torneo en 1990 y 1998, perdidas con Olimpia y el Vasco Da Gama, respectivamente–. Los de Sangolquí cayeron ante el Atlético Nacional de Medellín, Colombia.

En el caso de aquel Independiente del 2016, mucho se habló de un sistema ultradefensivo y su manera de aprovecharlo bajo el diseño del DT Pablo Repetto. También se argumentó que jugar en los 2800 metros de altitud era otro factor determinante, como siempre se va a alegar. Algo similar sucedió cuando Liga de Quito, que se cansó de ganar Libertadores, Sudamericana y Recopa.

Es verdad que la altura de la capital es una aliada, pero para usufructuarla es indispensable contar con un equipo competitivo, que permita conseguir las clasificaciones de ida y vuelta en las diversas etapas que exigen estos certámenes sudamericanos. Estos casos aislados, como las dos finales de Barcelona, los títulos de Liga y la final del 2016 de Independiente, no solo sirvieron para que el mundo futbolístico se detenga a analizar si estos éxitos eran destellos de clubes sobresalientes en sus respectivas épocas o si obedecían a un proceso comprobado en el nivel futbolístico del país.

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Esa disyuntiva se ha mantenido en discusión permanente, considerando que a nivel de Ecuador en las eliminatorias, en su última participación, fue un verdadero fracaso. También se puede medir con el número de futbolistas que han sobresalido en las principales ligas del mundo y que lamentablemente al momento han sido dos: Antonio Valencia y su prolongada trayectoria en el Manchester United y últimamente por fin de Felipe Caicedo, después de tantos años de saltar de equipo en equipo en Europa. Desde que se fue al Viejo Continente llegó al Basilea suizo, pero luego pasó al Manchester City inglés, al Sporting de Lisboa, al Málaga, Levante y Espanyol, al Lokomotiv ruso –con paréntesis europeo al ir al Al Jazira árabe– y acabar en la Lazio italiana, donde se ha estabilizado y demostrado sus atributos de goleador.

Los dos casos aquí nombrados, aunque están en actividad, son jugadores de una generación pasada; solo hay que recordar que Caicedo y Valencia iniciaron su prolongada aventura europea en la temporada 2005-2006. El resto de futbolistas nacionales en el exterior han incursionado en mercados secundarios en la escala mundial.

Está debidamente confirmado que la historia de éxitos que llega a nuestro fútbol, que es muy de vez en cuando, se ha debido a equipos eficientes en los certámenes internacionales, pero nunca por la organización y peor por procesos instaurados que, normalmente en nuestro medio, son improvisados y con fecha de caducidad.

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Hoy en día avizoramos mejores tiempos y no es para nada pura coincidencia que comparezca nuevamente Independiente del Valle al obtener la Copa Sudamericana 2019. Ese triunfo no fue un destello más de aquellos que nos ilumina una vez cada década, sino que tiene una respuesta que obedece a un proyecto de fútbol preconcebido y perfeccionado y que con el tiempo se viene convalidando. Los resultados obtenidos son elocuentes y responden a un proceso debidamente comprobado y para confirmar lo dicho, tanto en el Sudamericano Sub-20 como en el Mundial Juvenil del 2019, nuestra Selección recibió el aporte de un gran número de jugadores de las categorías en formación del Independiente del Valle.

Independiente del Valle se ha internacionalizado y es ya un sistema con crédito y para el análisis. Las preguntas que todos se hacen es: ¿Y cómo lo hacen? ¿En dónde reposa la fórmula del éxito?

Cómo no agregar un hecho significativo conseguido hace pocos días, cuando el equipo del Valle ganó la Copa Libertadores Sub-20 derrotando en la final al linajudo River Plate, de Argentina. El nuevo logro de esta joven institución ecuatoriano demuestra que sí es posible realizar procesos a larga escala y con resultados positivos. Hay que recalcar lo de procesos porque en nuestro país, tratándose del fútbol, siempre han fracasado o fueron interrumpidos por el concepto de la inmediatez con que se concibe la ecuación que es proceso versus resultados.

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Lo importante es que el caso de Independiente del Valle se ha internacionalizado y es ya un sistema con crédito y para el análisis. Las preguntas que todos se hacen es: ¿Y cómo lo hacen? ¿En dónde reposa la fórmula del éxito? Es ahí que descubrimos que existen varias razones, entre las que destacan dos que son los pilares del proceso:

1) Independiente, siendo un club de fútbol, desarrolla su gestión con un marco organizacional similar a una corporación; con los parámetros que exige una empresa mercantil, con organigrama, presupuesto y ejecutivos preparados en su especialidad. No es coincidencia el éxito de Michael Deller. Da un ejemplo a seguir por los demás clubes, eleva la vara y exige que las instituciones o clubes futbolísticos del país revisen esos ejemplos. Además, Independiente y su organización ponen en el tapete de la FEF y de la LigaPro nuevamente la idea de que en algún momento se debe volver a pensar en la incorporación de la sociedad anónima en nuestro balompié como una manera de conseguir la institucionalidad de los clubes para obligarlos a poseer presupuestos, controles y responsabilidades societarias, cosas que parecen ser deficiencias del fútbol ecuatoriano.

2) La otra razón clave es que está desarrollando deportistas que crecen con valores, porque se ha implementado una matriz para la formación de deportistas con las herramientas necesarias para su crecimiento educativo. El club les inculca principios básicos que luego les permita insertarse en la sociedad como personas que sepan identificar los pros y los contras.

Todo eso trae consigo una carrera que posiblemente no pueda durar más de quince años, pero si no están suficientemente preparados no sabrán justipreciar lo que significa el éxito y el impacto que produce la condición de hombres públicos y muchas veces admirados. Este complemento es fundamental para conseguir que un futbolista no solo sea experto con un balón, sino un hombre de bien.

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Lo que sí está debidamente comprobado es que los más importantes clubes de fútbol del mundo no responden al número de copas en las vitrinas porque detrás de esos escaparates, llenos de glorias e historias, existe una organización debidamente estructurada. Esto muchas veces pasa inadvertido por el dictado que ofrece la euforia de ganar un campeonato, de ponerse la medalla o de levantar una copa entre millares de papelitos de todos los colores que adornan el momento de la premiación y de la celebración.

En Ecuador actualmente hay un club de fútbol que está sembrando para el futuro y que con visión modernista apuesta por una nueva etapa de cómo concebir una organización futbolística. Al menos en un país acostumbrado a planificar y a no ejecutar, a hablar de procesos y desbancarlos por factores circunstanciales, Independiente del Valle exhibe un modelo que está para ser elogiado y por qué no, para ser imitado. (O)