La propuesta de compartir con Colombia y Perú la sede del Mundial 2030 implica un deseo reprimido porque aunque parece un tema ideal y que atrae, no deja de ser una utopía. Es poco probable que se vuelva realidad. La propuesta hecha por el presidente Lenín Moreno tendría que consolidarse lo suficiente en todo contexto para que sea sostenible porque es un proceso engorroso proponer a la exigente FIFA ser organizador de la Copa del Mundo del 2030.

Con el pronunciamiento del presidente de Colombia, Iván Duque, de que sí participaría en la invitación, se apuntaló en algo el planteamiento ecuatoriano. Sin embargo, en nuestro país es notorio el escepticismo porque aunque la mayoría lo cree un tema interesante, también saben que se debería sacrificar mucho para cumplir con el cuaderno de cargos que la FIFA entrega a los países pretendientes.

Pero no crean que la decisión algo demorada de Iván Duque goza de complacencia en los diversos estratos sociales colombianos. El comentarista de Antena 2, Carlos Antonio Vélez, señaló: “No sean ingenuos. El Gobierno (de Colombia) está usando el Mundial (2030) para distraernos de los problemas del país. Es un sofisma de distracción”. Sobre la decisión del Gobierno de Perú, aún esperamos que en algún momento se pronuncie a favor o simplemente no se una a la invitación.

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Entre los requerimientos que la FIFA exige a los postulantes está la seguridad, que es uno de los temas de mayor incidencia para una aprobación. Estadios que cumplan altas exigencias de comodidad, ingreso y desalojo adecuados. Deben tener los escenarios vías de acceso suficientemente amplias y seguras para transitar. También canchas en óptimo estado, iluminación, tecnología para servicio de la prensa. En el tema de calidad de infraestructura también es necesario contar con centros de concentración y entrenamientos que gocen de todas las comodidades. Debe haber infraestructura hotelera de alto nivel, conexiones aéreas y frecuencias necesarias para la movilización de los aficionados. Atención médica, hospitales, exenciones tributarias para patrocinadores y seguridad jurídica.

Pero hay que tener en cuenta los temas cruciales en que insiste el Comité Ejecutivo de la FIFA. 1) Un plan financiero, estabilidad económica y garantías de las autoridades gubernamentales que demuestren la capacidad de inversión, de acuerdo con lo presupuestado. 2) El análisis de qué antecedentes y experiencias organizativas tiene el país en certámenes deportivos de trascendencia. 3) La situación socio-económica del país, el nivel de aceptación del fútbol, la estabilidad política, la seguridad jurídica, refrendación gubernamental del apoyo a la realización del torneo.

La experiencia en organizar un mundial entre tres países recién se la podrá comprobar cuando en el 2026 México, Estados Unidos y Canadá lo hagan, aunque ya existen críticas muy agrias en México sobre las migajas que le correspondería, ya que solo será sede de diez partidos y ninguno de ellos será decisivo.

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En Ecuador, en el capítulo de estadios, hay tres escenarios que pasan el ítem de capacidad, George Capwell (40.000 personas) Rodrigo Paz (43.000) y el Monumental (60.000), pero considerando los estándares de la FIFA los dos estadios de Guayaquil tendrían dificultades por seguridad externa, vías de acceso y estacionamientos. La preocupación mayor pasa por la cantidad de dinero que los países deben invertir. Para tener una referencia se conoce que el Mundial tripartito del 2026, México que ha organizado dos mundiales, con una infraestructura hotelera importante, debe invertir $ 7.000 millones para diez partidos asignados (de 80 en total).

Debemos recordar cómo la sociedad brasileña reaccionó cuando se enteró de que se habían invertido $ 11.000 millones que salieron de los bolsillos de los contribuyentes. Eso causó una gran insatisfacción porque consideraron que a los gobernantes les faltó sensibilidad al preferir invertir en ese Mundial del 2014 en vez de atender los temas sociales como educación, salud y servicios públicos.

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Mucho se dice de los beneficios colaterales que produce organizar un mundial, tales como que se universaliza la marca país y el turismo. No sé si eso es suficiente como para que un país en vías de desarrollo se decida a invertir enormes recursos sin considerar los problemas más apremiantes que sufre la sociedad.

En el momento del razonamiento frío sobre la conveniencia de ser sede me quedo con el pensamiento del analista Matt Balduck, quien asegura que de este tipo de torneo generalmente se subestiman los costos, mientras que sobrestiman los beneficios. Es correcta esa apreciación, en tanto y en cuanto Sudáfrica y Brasil tuvieron déficit en la relación costo-beneficio. Lo que sí es seguro es que las cuentas bancarias de la FIFA se engordaron porque se embolsaron, como es costumbre, la totalidad de los derechos audiovisuales, ventas de souvenirs y mercaderías sobre el Mundial y la totalidad de los ingresos millonarios de los patrocinios.

Ya no vivimos la época de los años 60 del siglo pasado, cuando se le asignó el Mundial de 1962 a Chile, todavía con un formato con 16 equipos y sin las exigencias de hoy. Se sabe que el discurso del dirigente chileno Carlos Dittborn fue muy sentido, de tal manera que inclinó la votación a su favor. La frase conmovedora al finalizar su intervención fue: “Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”. Por supuesto, en estos tiempos esa declaración no sería aceptada por la FIFA. Hoy hay que tener una infraestructura y una economía solventes.

Creo que la oferta del presidente Moreno debió ser convalidada previamente para encontrar un eco mayor, o hacerla cuando los tres mandatarios hubiesen acordado hacer un pronunciamiento conjunto. También hemos apreciado que luego de conocer las dificultades que conllevan las exigencias de la FIFA –que deben cumplirse rigurosamente en el tiempo y bajo condiciones expresas– la secretaria de Deportes, Andrea Sotomayor, anunciara que hará lo posible para buscar la ayuda de la Conmebol, algo que dudo mucho que consiga conociendo la filosofía de ese organismo, que además se inclina y prefiere las candidaturas que desde algún tiempo vienen promoviendo conjuntamente Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile.

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Creo que si el Gobierno ecuatoriano insiste en la propuesta debería reconfigurar el planteamiento, como lo anota el presidente de la FEF, Francisco Egas. El dirigente sugiere que los países andinos Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia se sumen a la postura para que sean seis a siete las naciones que se postulen. En fin, faltó más de tiempo para analizar todos los temas que trae consigo la propuesta para ser sede mundialista.

También estoy convencido de que si este tema es tratado en alguna mesa de diálogo, la gran mayoría se inclinaría a favor de que todos los esfuerzos y recursos de que se puedan disponer se asignen a ese gran plan del Gobierno Nacional de utilizar al fútbol para impulsar la prevención contra las drogas y adicciones que sufre la niñez y juventud ecuatoriana.

Tengo la convicción de que todos pondremos nuestro esfuerzo para que esa noble causa surta el efecto y resultados que esperamos, así tengamos que privarnos de organizar un mundial de fútbol en el 2030. (O)

 

 

“No sean ingenuos. El gobierno (de Iván Duque) está usando el Mundial (2030) para distraernos de los problemas del país”, dice el periodista colombiano Carlos Antonio Vélez.