Se fue el Sudamericano Sub-20 de Chile con sensaciones muy dispares: euforia del campeón Ecuador; fracaso de Brasil, eliminado por segundo torneo consecutivo del Mundial; satisfacción de Argentina por su aceptable nivel de juego y porque le aparecieron jugadores; desilusión profunda del anfitrión Chile, que sigue sin ver surgir nuevos talentos; tranquilidad en Uruguay, que llega por séptima vez consecutiva al Mundial juvenil, aunque su excelente técnico Fabián Coito se fue, contratado por la selección mayor de Honduras. Más cardos que flores.

En general, un torneo desangelado que deja pocas figuras y un dato escalofriante por el cual será recordado siempre: es el torneo sudamericano con menos goles de la historia. Y en esto se incluyen Copa Libertadores, Sudamericana, Copa América, Sudamericano Sub-17, Sub-15... Definitivamente, muy inquietante. Se gritaron apenas 60 goles en 35 partidos, a una dramática media de 1,71 por juego. No se llegó a ver dos goles por partido en promedio. Algo tan bajo, hasta donde sabíamos, no se registró nunca en el continente. Nos los confirmó el estadígrafo Antonio Ubilla: “Jamás pasó algo así. Es una muestra de lo que fue el campeonato”. Y estamos hablando de juveniles, que juegan sin ataduras, con mayor desenvoltura y menor presión que los grandes. Pensemos que Italia 1990 está considerado, desde el juego, el peor Mundial de la historia por su mísera cosecha de goles, y alcanzó una media de 2,21.

Venimos asistiendo a una lenta declinación del fútbol sudamericano respecto del europeo, del que antes no solo estaba igualado, lo superaba en mayores, juveniles, clubes, selecciones, producción de talentos... Todo se ha revertido: cuatro Mundiales consecutivos ganados por Italia, España, Alemania, Francia… Completamente alejados del Viejo Continente a nivel de clubes, al punto de que River, campeón de la Libertadores, fue eliminado por el Al Ain de Emiratos Árabes Unidos… Salvo Messi y Neymar, las grandes estrellas futbolísticas son en su mayoría del otro lado del mar: Cristiano Ronaldo, Kylian Mbappé, Eden Hazard, Antoine Griezmann, Luka Modric, Kevin De Bruyne, Harry Kane, Mohamed Salah, Robert Lewandowski. De los jóvenes talentos se habla de De Jong, De Ligt, Dembelé… El papel de nuestra región en Rusia 2018 resultó decepcionante: ninguna selección siquiera en semifinales.

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Este récord negativo de goles es un rubro demasiado inquietante para soslayarlo. El gol no es una frivolidad futbolística; aporta la cuota de emoción del espectáculo y es, en buena medida, reflejo de la calidad del juego y de los jugadores.

En los anteriores once certámenes sudamericanos de la categoría, todos a 35 partidos, se convirtió mucho más. En 1997 y 1999 se marcaron casi el doble: 115, a 3,29 por juego. Hubo algunas ediciones fenomenales de 4,63 (1958), 3,65 (1983), 3,54 (1991), 3,37 (1954). Y en otros la media fue de 3,26, 2,97, 2,85… Pero nunca la sequía fue tan desesperante como ahora.

Lo preocupante es que ahora la organización de los torneos es excelente, la preparación de los equipos muy superior a tiempos pasados, el estado de los campos muy bueno. Es decir, marcada involución dentro de un marco de indiscutible evolución.

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Este sub-20 que acaba de finalizar en Rancagua deja algunas marcas adicionales horrendas: siete de los diez equipos no llegaron a marcar un gol por partido; fueron Colombia, Brasil, Venezuela, Paraguay, Perú, Chile y Bolivia. Dieciséis de los 35 partidos finalizaron 1-0 (el 47%). Y Colombia clasificó al Mundial de Polonia marcando cuatro goles en 9 partidos (0,44), algo insólito. Del otro lado, Portugal clasificó señalando 16 en 5 (3,2). Y atención, que sus rivales no eran rengos: Italia, Ucrania, Noruega y el local Finlandia.

Sin embargo, la comparación con el campeonato europeo de la misma categoría (Portugal derrotó en la final a Italia 4-3) convierte en pavorosos los registros nuestros. En la fase final disputada en Finlandia se anotaron 58 goles en 16 partidos, lo que da 3,62 en cada uno, una cifra excelente.

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Veremos qué pueden hacer en el Mundial los de acá (Ecuador, Argentina, Uruguay y Colombia) frente a los de allá (Portugal, Italia, Francia, Ucrania, Noruega y Polonia). Pero recordemos que esta era una categoría completamente dominada por Argentina (seis coronas) y Brasil (cinco) y ahora Europa lleva adjudicados los últimos tres torneos a través de Francia, Serbia e Inglaterra. También ese espacio estamos cediendo.

Cuando la FIFA realizó el análisis de aquel Mundial de Italia 1990 a un mes de haber terminado, se horrorizó y emprendió una serie de modificaciones reglamentarias, técnicas y administrativas que cambiaron el fútbol y lo mejoraron ostensiblemente. Entre otras muchos tópicos, se endurecieron las sanciones al juego brusco, se impidió el reiterado pase atrás al arquero, se instituyeron los alcanzapelotas para que repusieran el balón de inmediato, se ordenó a los árbitros añadir el tiempo que fuera necesario, se flexibilizó la regla del offside, se puso un límite de tiempo a los arqueros para tener el balón en sus manos y la victoria pasó a valer 3 puntos en lugar de dos.

Hubo otras decenas de medidas conexas. Nos preguntamos si en Sudamérica hay un grupo de estudio técnico que esté revisando todos los ítems en los que se está perdiendo preponderancia a una velocidad cada vez más pronunciada. Si llegó a conocimiento de la cúpula dirigencial este 1,71 de promedio goleador del campeonato Sub-20, deberían estar encendidas todas las alarmas.

El deterioro de los últimos doce o quince años está estrechamente relacionado con la clase dirigente que gobernó el fútbol sudamericano: todos preocupados por enriquecerse ellos, no por enriquecer el fútbol. Y ahora se está pagando.

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Otra grave preocupación es que los buenos futbolistas (las camadas son cada vez menos copiosas) ahora se van casi todos a los 18 años, cuando el reglamento permite que puedan ser transferidos. Si fuera a los 16, se irían antes.

Puede que la actual haya sido una excepción, lo sabremos en dos años, pero no deja de ser un índice dramático. Porque el sub-20 refleja, en cierto modo, lo que podría ser el futuro. Y es otro ítem que se agrega al indiscutible declive de nuestro fútbol continental. En el mundillo de las divisiones menores hay un axioma que dice “cuando no hay abajo, no hay arriba”. La única fórmula conocida para el éxito es producir jugadores, conjugando verbos como captar, competir, pulir, corregir, entrenar, estimular. Nadie fabrica cracks, pero con trabajo se obtienen más y mejores elementos.

Tiene razón Tostao: “Ahora es más difícil hacer goles”… sobre todo en Sudamérica. (O)

 

 

Se gritaron apenas 60 goles en 35 partidos, a una dramática media de 1,71 por juego. No se llegó a ver dos goles por partido en promedio. Algo tan bajo no se registró nunca en el continente.