En una gran tarde, el Madrid te gana y hasta te puede golear: En una gran tarde, el Barça te baila; la goleada va incluida. La diferencia la hace el fútbol en que cree uno y otro. Es el gran tesoro del FC Barcelona: su estilo, la búsqueda de la excelencia técnica, el toque como credo irrenunciable para arribar al objetivo. Hasta hace quince años, no se veía en Sudamérica un joven con una camiseta del Barcelona, todos eran internacionalmente del Real Madrid. Hoy se impone el color azulgrana. Y ello pese a las varias y fresquísimas Champions celebradas por el club de Di Stéfano y Bernabéu. Lo mismo ocurre con las ventas de productos de uno y otro, con el monto de ingresos y con el número de patrocinadores. Barcelona es, en fútbol, la marca planetaria más apetecida por las grandes empresas. ¿Quién no desea estar asociado a su buen gusto futbolístico…?

Lo de ayer es una buena explicación a ese fenómeno de crecimiento catalán. El 5 a 1 con lujos, que trasciende a los colores e impacta hasta al más neutral motorizando la admiración, ese componente de la emoción que ninguna estrategia de márketing puede prefabricar. En este fenomenal deporte, nada puede igualar a ganar jugando bien, dando show de bola. Es la fuerza arrasadora de cuatro toques seguidos, un amague, un enganche, una gambeta pícara, un freno, todo combinado colectiva y armoniosamente.

Fue un 5 a 1 con enormes repercusiones. Estadísticamente, se suma a otros resonantes antecedentes clásicos de los últimos años: el 6-2 de 2009, el 4-0 de 2015, el 4-3 de 2014, el 3-2 y el 3-0 de 2017, todos en el Bernabéu. El apabullante 5-0 del 2010 en el Camp Nou, y muchos otros con más juego que goles. O como los 14 triunfos a 4 que se registran a favor del Barcelona en los últimos diez años sumando los partidos de liga más dos de Champions. Un dato adicional: en esa década se disputaron 23 encuentros (5 fueron empates) con 55 goles del Barcelona contra 27 del Real. Una brecha abismal que habla de la vocación de uno y otro.

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Otra esquirla que se desprende de esta victoria de oro es que el club de Xavi, Iniesta y Messi toma la punta en solitario y el Madrid se hunde en el noveno puesto, siete puntos más abajo. Y acaso la más importante: el carácter destituyente de este 5 a 1 con el despido inminente de Julen Lopetegui del banco del Madrid, que ve no sólo peligrar toda la temporada, también la clasificación a la Copa de Europa del curso siguiente. Por ello, Florentino Pérez fulminaría al técnico vasco en cuestión de horas. Se hablaba de presentar ayer mismo al italiano Antonio Conte, que no es precisamente un lírico, pero que llega con el látigo. No obstante, el capitán y caudillo del vestuario blanco ya puso una barricada: “El respeto se gana, no se impone”, dijo, dando a entender que prefieren un conductor del tipo Del Bosque, Ancelotti o Zidane, de perfil dialoguista y conciliador, a uno de mano dura. Esa declaración habría provocado el freno de Conte a aceptar el convite. También hay otro detallito: los 28 millones de euros que le costaría el cambio de entrenador: 18 que debería pagar a Lopetegui por el finiquito y 10 de la penalidad que Conte debería abonarle al Chelsea su último club.

No obstante, el del Madrid no parece un problema de mano blanda sino estrictamente futbolístico: no tiene juego. No se renovó. Se lo nota un equipo aburguesado, que sigue saltando al campo con los mismos nombres de los últimos años. En una entrevista en el mismo campo de juego, apenas terminado el duelo, Luis Suárez soltó, tal vez sin querer, una confidencia técnica: “Sabíamos que el Madrid deja muchos espacios atrás y debíamos explotarlos”. Reveló una gran debilidad blanca de hoy. Pero su defensa compite en ineficacia con su ataque. Una perla inquietante: Marcelo es el artillero del equipo, marcó su tercer tanto consecutivo, en tanto Bale y Benzemá suman una decepción tras otra. El Madrid está llorando mares la partida de Cristiano Ronaldo, enfrentado con su presidente.

En otra lectura, vale resaltar que el Barcelona ha ganado en ocho días nueve puntos de platino, y casi todos sin Messi: 4-2 al Sevilla que llegaba puntero (aunque Leo se lo dejó encaminado con un 2-0 en 16 minutos antes de fracturarse el brazo); 2-0 al Inter en otro festival de fútbol que debió ser mínimamente de cinco o seis goles, y esta espectacular goleada clásica. Es un envión anímico excepcional porque se demostró a sí mismo que hay vida sin el genio.

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El primer tiempo del domingo terminó 2-0, pero en juego fue mucho más que eso: superioridad total de un equipo ordenado, solidario, técnico y con grandes tocadores sobre otro sin fútbol ni rebeldía ni la menor idea de cómo afrontarlo. Esta versión de Valverde exhibió una notable similitud con el Barcelona de Guardiola, mucha presión alta para recuperar la pelota y luego toque y toque como argumento para avanzar y lastimar. La llegada del brasileño Arthur es una de las claves de este funcionamiento magnífico. “El nuevo Xavi” había sido la figura de los dos lances anteriores, ante el Madrid no brilló especialmente, pero fortaleció un mediocampo que había perdido protagonismo en los últimos tiempos. En tándem con Busquets y Rakitic compuso un trío pleno de sabiduría y posesión que obliga al rival a jugar sin la pelota.

El momento estelar de Jordi Alba provocó el primer gol; Rakitic le puso un pase magistral por elevación, y el lateral resolvió con el manual: desborde, centro atrás perfecto y toque de Coutinho a la red. Luego, un penal de Varane a Luis Suárez que el uruguayo transformó en 2-0. Penal otorgado mediante el VAR, ya que el juez no lo había convalidado. Lo que siempre sospechamos: el VAR le iba a traer problemas al Real Madrid como a ningún otro club en el mundo. Lo que antes no hubiese sido penal, ahora es. Con VAR y todo, de alguna se va a salvar, pero ya no será lo de siempre.

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Aturdido, inerme, el Madrid se fue al descanso con pronóstico delicadísimo. Pero sorprendió en la segunda parte con una reacción típica de este club asociado desde siempre a la victoria, a los vuelcos inesperados. Descontó Marcelo; Modric mandó un remate al palo cuando Ter Stegen estaba vencido. Benzemá elevó un cabezazo en inmejorable ocasión de gol, pero Suárez, retornado de una larguísima oscuridad, puso el 3-1. Jugada calcada del primero, aunque por la derecha: brillante cesión aérea de Rakitic a Sergi Roberto, desborde, centro para Suárez y fabuloso cabezazo al gol que dejó parado a Courtois (nadie puede explicar todavía para qué lo ficharon teniendo a Keylor Navas, de sensacional rendimiento los últimos tres años).

Con el 3-1 terminó la oposición merengue y se reanudó la fiesta blaugrana. Hubo dos gritos más para redondear una actuación apabullante. Incluso uno a cargo de Arturo Vidal, que venía molesto por sus pocos minutos en campo y volvió a sonreír. También sonreímos nosotros: los seis goles del clásico fueron sudamericanos. Ilusiona, da esperanzas. (O)