Con gran valentía y responsabilidad social Diario EL UNIVERSO ha revelado la profunda descomposición en que ha caído la Federación Deportiva del Guayas, que cumplió hace poco 96 años de fundación. Su acta de defunción y la correspondiente lápida está siendo escrita y tallada por la presidenta y la administradora de la que algún día fuera la institución deportiva más poderosa del país. La que le diera a Guayaquil el título de ‘Capital Deportiva del Ecuador’. La que hizo de Guayaquil el puerto de entrada de todos los deportes modernos.

La que hizo posible la participación de tres atletas ecuatorianos en los Juegos Olímpicos de 1924. Aquella Fedeguayas creada en 1922 por Manuel Seminario Sáenz de Tejada que sirvió de ejemplo para que otras provincias formaran federaciones similares y juntas fundaran la Federación Deportiva Nacional del Ecuador (Fedenador). Aquella que en 1925 consiguió las afiliaciones a la FIFA y a la Federación Internacional de Tenis Amateur y las cediera luego a la recién creada Fedenador.

Tanto fue el brillo de la Fedeguayas que fueron sus deportistas los que dieron triunfos internacionales a nuestro país desde la hazaña de Los Cuatro Mosqueteros del Guayas en 1938 en Lima hasta que en 1996 el marchista azuayo Jefferson Pérez consiguió el orgulloso oro olímpico en Atlanta 1996.

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Todo ese prestigio se logró con base en el trabajo de dirigentes como Seminario, Armando Pareja Coronel, Augusto Jijón Terán, Augusto Barreiro Solórzano, Juvenal Sáenz Gil, Sabino Hernández Martínez, Alberto Vallarino Benítez, César Muñoz Vicuña, todos dueños de un gran pasado deportivo y un sólido patrimonio moral. No cito más nombres por falta de espacio, pero en aquellos años había que tener una personalidad cívica y deportiva de lujo para ser presidente de Fedeguayas.

En 2010 el deporte se convirtió en un bocado para las fauces babeantes de los políticos. El gobierno autoritario y megalómano que manejó el país por diez años decidió ordenar a la Asamblea dictar una Ley del Deporte que pusiera en manos de la burocracia todas las entidades deportivas. Nadie en la Asamblea alzó una voz disidente. A pocos meses de haber ultrajado con insultos de taberna, luciendo un uniforme de futbolista, a un árbitro se nombró a un ministro del Deporte obediente. Al parecer su conducta atrabiliaria y su lenguaje procaz daban el perfil para ministro.

Se intervino a casi todas las federaciones ecuatorianas por deporte, se nombraron interventores y fueron estos los que convocaron a elecciones. El resultado fue que los usurpadores nombraron un nuevo Comité Olímpico con la venia de un representante del Comité Olímpico Internacional que se presentó como ‘doctor’, pero al regresar a España le probaron que usaba un título falso.

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Ya el COE y las federaciones ecuatorianas estaban tomadas. ¿Qué hacer con las federaciones deportivas provinciales? Los autores de la ley elaboraron una maniobra. No iban a elegir las directivas los dirigentes, ni los clubes ni los deportistas. Los representantes del sector público, directos o camuflados, iban a ser los grandes electores. La Asamblea iba a estar conformada así: a) Dos dirigentes elegidos por la Asamblea General; b) Dos delegados del Ministerio Sectorial (Ministerio del Deporte) especializados en materia financiera y técnica; c) Un representante de los deportistas inscritos en la federación deportiva provincial correspondiente; d) El director provincial de Salud o su delegado; e) Un delegado de la fuerza técnica; f) Un representante de los gobiernos autónomos descentralizados que conforman el Consejo Provincial, elegido de entre los alcaldes cantonales de la provincia.

En el caso de Galápagos lo elige el Consejo de Gobierno; g) Un secretario (a); h) Un síndico (a); e, i) Un tesorero (a). Los representantes señalados en los literales a, b, c, d y f contarán con voz y voto para la toma de decisiones y resoluciones de directorio, mientras que los señalados en los literales e, g, h, e i contarán únicamente con voz. Total: al menos siete de los electores representaban al Estado y, en el mejor de los casos, de ellos representaban a los deportistas. La elección se resolvió fácilmente: la presidencia le fue concedida a la representante del Ministerio de Salud que no era otra que Pierina Correa Delgado, la hermana del todopoderoso presidente de la República y –según su propia definición– jefe de todas las instituciones del Estado.

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Empezó así la cómicamente llamada ‘Nueva Era’. Algunos deportes que estaban en terapia intensiva terminaron en la tumba. Otros que sobrevivían con tenacidad se hallan hoy en terapia intensiva. Guayaquil, una ciudad a la que se podía concurrir cada noche y todos los fines de semana a uno o más espectáculos deportivos, es hoy un funeral. Las bellas noches del béisbol en el Yeyo Úraga, la natación en la Olímpica, el básquet y el boxeo en el Huancavilca o en el Voltaire Paladines, el fútbol en el Ramón Unamuno, la lucha, las pesas, el atletismo en las pistas Víctor Emilio Estrada y Jacobo Bucaram, el ciclismo en el velódromo. Todo es recuerdo, nostalgia e ira por el modo irresponsable con que se ha conducido el deporte federativo en estos siete malhadados años que serán recordados como los peores de la historia de la antaño gloriosa Fedeguayas.

Es tanta la desfachatez de quienes dirigen Fedeguayas que al referirse a las piscinas Garay y Vallarino, y el desastre en que se hallan, responden que al menos “la esencia (el agua) está”. Y se niegan a calificar al escenario de un Mundial y tres Sudamericanos de patrimonio histórico. Para ellas solo lo son el estadio Modelo y el coliseo Paladines Polo, pero no por su valor legendario sino porque son los que les dan más dinero: farándula, asambleas políticas, mítines religiosos y el parqueo que debe ser de los más caros del país.

La piscina Asisclo Garay fue construida en 1938 e inaugurada en 1939. Fue el primer escenario nacional que albergó un certamen deportivo internacional: el Sudamericano de Natación y Saltos en 1939. Pero eso no lo saben las dos damas del cuento, inclinadas todo el día en los libros de contabilidad examinando ingresos y egresos.

¿Qué hacer ante el unánime clamor frente al despilfarro y la ineptitud de las dos principales responsables de la debacle? Sea cinismo o ignorancia, o fuga mental de la realidad, Pierina Correa y Rosa Edith Rada no muestran el menor interés en renunciar para que otros más entendidos y deportivamente aptos vengan a salvar el desastre de Fedeguayas.

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Al gobierno de Lenín Moreno es inútil recurrir. El deporte le importa un bledo. La exministra del Deporte, hoy en un escritorio y una butaca en un cargo despojado de rango, no mostró jamás capacidad o decisión ante la tragedia que ha desnudado este Diario. Ella puede aún intervenir a la Federación Deportiva del Guayas. invocando el artículo 165 de la Ley del Deporte, si ese mamotreto todavía existe: “El Ministerio Sectorial podrá intervenir a un organismo deportivo por paralización injustificada de la actividad deportiva por un lapso mayor o igual a 90 días (hay deportes con diez años de paralización). También cuando exista peligro inminente de daño al patrimonio estatal deportivo: Estadios, piscinas, pistas, coliseos) y, por falta de presentación al Ministerio Sectorial de plan operativo anual o informes sobre auditorías internas anuales”.

¿Ha presentado Fedeguayas las auditorías sobre lo ingresado por autogestión, de lo cual la administradora Rada lleva el 4% aparte del sueldo que cobra? A usted, secretaria nacional de Deportes, Andrea Sotomayor, le pido públicamente copias de estas auditorías para saber cuánto cobra anualmente la administradora porque ese dato no aparece en las cuentas de la Federación. (O)

Al gobierno de Lenín Moreno es inútil recurrir. El deporte le importa un bledo. La secretaría del Deporte puede aún intervenir a Fedeguayas, invocando el artículo 165 de la Ley del Deporte.