Ecuador pierde a un hijo que entendió que la educación y la disciplina son armas fulminantes para combatir a quienes hieren una nación o una institución, como lo dio Juan Montalvo a comprender un sinnúmero de veces con sus escritos.

Las calles de Guayaquil no lo volverán a ver transitar y ya no lo contemplaremos en la cabina de una emisora, para informar con lujo de detalles sobre las incidencias deportivas. Ese incondicional amigo que se nos fue hace unos meses es Manfredo Valdez Zevallos.

Con sus pulsaciones normales fue un catedrático ejemplar en la facultad de periodismo; un sabedor por su autopreparación; periodista con una verticalidad; padre y amigo, con buenas calificaciones.

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Animaba a sus colegas en el hecho de que el periodista deportivo debía haber practicado algún deporte. Un ejemplo: estuvo al frente del aguerrido equipo de Tigres del Éter, conformado por una diversidad de jugadores de varios medios de información, y llevó al conjunto a obtener decenas de títulos y copas por su excelente y vibrante accionar en las canchas de todo el país.

Un personaje que también lucía por su vestimenta y estatura; cuando entablaba una tertulia, de él se aprendía un léxico versado, puntualizaciones firmes en testimonios y jamás se dejó intimidar en especial por dirigentes que se consideraban “heridos” por sus comentarios.

En sus instantes libres, con sus amigos más cercanos, promocionaba en las conversaciones temas políticos, culturales y deportivos, en los que primaban el respeto y los disentimientos en el grupo.

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Deja en su ausencia principios como mejorar el periodismo deportivo; que la honestidad cale en las personas; que se siembre el deporte desde la infancia; y que la dirigencia proteja a Guayaquil como capital deportiva del país.

Al no estar con nosotros Manfredo,siempre evocaremos su signo de hombre intachable, comprensible y gestor de un periodismo polémico e inigualable... (O)