La decisión ha sido tomada: Hernán Darío Gómez, a quien apodan Bolillo, volverá a nuestro país para dirigir el proceso hacia Catar 2022. El anuncio fue hecho por el titular de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF), Carlos Villacís, quien no dijo la verdad al hacer conocer el dato a la prensa. Aseguró que la decisión había sido unánime, pero del seno de la entidad sus colegas acaban de desmentirlo.

Rara como siempre la conducta de Villacís: acaba de ser el patrocinante principal de la contratación de aquel que dejó botada a la selección nacional en la Copa América 2004, cuando el hoy presidente de FEF era vicepresidente y fiel escudero del célebre Luchito; de aquel que en junio del año 2000 lo calificó públicamente como una persona que decía “estupideces” y era “un lengua larga”. Y otra rareza: Gómez y la FEF suscribirán un contrato por cuatro años cuando al directorio le faltan cinco meses para el fin del mandato.

¿Es el técnico colombiano el conductor ideal para rearmar un proceso en busca del objetivo? Sinceramente creo que no. Según reveló el jueves último Mario Canessa en Los Comentaristas, de radio Caravana, en una encuesta hecha por el programa, más del 80 % de sus muchos oyentes se mostraba contrario a la contratación. Otro de los segmentos deportivos de la emisora también rechazaba la venida de Gómez en un universo consultado mucho mayor.

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El fútbol ecuatoriano se halla en crisis por los constantes problemas disciplinarios, las torcidas finanzas de varios clubes, las deudas de todo género y el muy modesto rango técnico del torneo nacional. A ello se agregan los conflictos provocados por la errática conducción de la FEF mostrada en el proceso de contratación de los derechos de televisión, desembocado en un juicio penal por desacato, y el fracaso en la eliminatoria a Rusia 2018, con escándalos incluidos tales como la fuga de varios “concentrados” y su inclusión en el siguiente partido con quiebra total de la disciplina.

No nos cansamos de admirar y aplaudir el trabajo llevado a cabo en otros países por verdaderos maestros de alta moral y capacidad técnica y humana.

Tales los casos de Óscar Tabárez, en Uruguay; Néstor Pekerman, en Colombia; y Ricardo Gareca, en Perú. Apenas se hicieron cargo de sus selecciones impusieron sus decisiones y sus valores: la organización del grupo sobre la base del respeto y la decencia; el valor de poner el bien común por encima del beneficio individual; las virtudes de la autonomía con responsabilidad; las ventajas de la constancia; la importancia del ejemplo como fuente de autoridad; la eficacia de la claridad en las reglas del juego; la necesidad del apego a la ley y muchas más, tal como lo cita el periodista Javier Hernández Bonnet en su libro El método Pekerman – El arte de gerenciar la humildad y la gloria.

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La autonomía con responsabilidad no forma parte del ideario de Gómez. Por el contrario es un técnico manipulable desde cualquier punto de vista. Aunque intentó aclarar el exabrupto, él mismo confesó que enviaba una lista diminuta de los convocados para las eliminatorias del Mundial 2002 y que eran Luis Chiriboga y Vinicio Luna los que ponían el resto de nombres. Se mezcló en problemas políticos para satisfacer el ego de Chiriboga que aspiraba a ser candidato a la presidencia de la República y el resultado fue un atentado que casi le cuesta la vida. Hizo jugar un partido de prueba en Guatemala a Luis Capurro, uno de los mejores futbolistas de nuestra historia, quien demostró estar en perfecta forma física y técnica pese a sus 39 años y después cedió a la presiones. Dejó al zaguero con las maletas hechas y convocó a Raúl Guerrón, del Deportivo Quito, el club del presidente de aquel tiempo.

Dirigentes de la FEF –y acudo otra vez a la autorizada versión de Mario Canessa en Los Comentaristas– viajaron casi clandestinamente a Medellín para tratar el tema con Bolillo y lograron su aceptación. Era fácil conseguirlo. La oferta era de 1 millón 500.000 dólares anuales que significan 125 mil dólares mensuales. El presidente Lenín Moreno gana 84 mil dólares anuales. Los bolillistas –que ya son muchos en micrófonos (¿habrá premios de viajes a Catar 2022?) dirán que el presidente tiene gastos reservados, viáticos, residencia, alimentación, etc. Pero Gómez los tendrá también: hotel de lujo o una villa en Mocolí, personal doméstico y de jardinería, auto Ferrari o Lamborghini, vuelos chárter a Medellín y premios dobles a lo que ganan los jugadores. Un técnico de cachinería (barato, según los dirigentes, y de segunda mano) con ingresos al nivel de Europa.

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El desastre de nuestro fútbol y de nuestra selección exige un técnico responsable de sus obligaciones, comprometido con el progreso, estable, que siga los partidos de primera división y de las series menores, que explore constantemente la aparición de nuevas figuras y que tenga el nivel intelectual suficiente para elaborar un plan de desarrollo de la selección mayor y de las juveniles; que viva en nuestro país, que labore todos los días; que trabaje con una selección de jóvenes que jueguen el campeonato nacional y busque encuentros de esa selección en busca de experiencia de los noveles futbolistas.

¿Hizo algo de esto Gómez cuando estuvo a cargo de la selección? No; tiene poca adicción al trabajo. Se marchaba a Medellín en avión chárter y retornaba cinco días antes de cada partido, a veces luego de cinco meses de plácida estancia en su ciudad. Ni siquiera se animaba a enviar la convocatoria completa: “Estos son mis diez o doce jugadores; ustedes pongan a los que quieran” parece haber sido su prédica, tal como lo confesó en Colombia.

El único técnico, maestro conductor de procesos que se recuerda de muchos años atrás, ya en la última década del siglo XX, fue Dusan Draskovic, contratado por la FEF cuando la presidía un dirigente ejemplar: Carlos Coello Martínez. Este vínculo hizo que Luis Chiriboga lo desafectara. Era un descubridor de valores. Le dio una identidad de juego a la selección y confianza en sí mismos a sus pupilos. Sorprendió con grandes jugadores cuando Ecuador participó en las clasificatorias a los Juegos Olímpicos de 1992. Después vino Francisco Maturana que tomó a esos jóvenes de Draskovic, pero nunca trabajó con juveniles pese a que era su compromiso. Los que vinieron luego hicieron lo mismo; padecían de alergia al trabajo. Y llegó finalmente Gustavo Quinteros, quien se negó hasta a concurrir a los partidos del campeonato nacional, insultó a Villacís que perdonó el ultraje como ha hecho hoy con Gómez.

Qué pena haber perdido la oportunidad de refundar nuestro fútbol. Si Carlos Villacís no es reelecto –como aspira a serlo alegando su experiencia empresarial–, el nuevo directorio de la FEF queda ensartado por cuatro años con un técnico al que los clubes no quieren, pues saben que lo único que puede dar es clases de cumbia o vallenato.

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Me queda zumbando una inquietud: ¿Tendrán algo que ver Chiriboga y Luna en la contratación bolillera? Es que los tres son tan amigos.

El fútbol nacional se halla en crisis por los constantes problemas disciplinarios, las torcidas finanzas de varios clubes, las deudas de todo género y el modesto rango técnico del torneo.

(D)