Croacia tiene una historia digna de contarla, arribó a Rusia sin favoritismo alguno, aunque sus tres jugadores famosos: Modric, Rakitic y Mandzukic, podían darle alguna opción de superar la primera etapa en el grupo D, que lo compartía con la siempre cercana al título, Argentina, también con la siempre bien considerada selección africana Nigeria, que en la práctica no fue tanto como amenazó; la impredecible Islandia en su primera experiencia mundialista. Por supuesto, es justo reconocer que Croacia tiene tradición mundialista, no tanto por su extensa participación que han sido cinco con la original camiseta ajedrezada, en vista de que antes participaba como Yugoslavia, aquel estado socialista que desde el triunfo de las fuerzas aliadas y partisanas en la Segunda Guerra Mundial, dejó de ser el Reino de Yugoslavia, para convertirse en República Popular de Yugoslavia y en 1963 pasó a llamarse República Federal Comunista de Yugoslavia, luego vinieron las sangrientas y dolorosas guerras internas por temas étnicos, sociales, políticos, la división de creencias religiosas, fue un factor que llevó a la independencia de países como Serbia con fuerte influencia ortodoxa, Bosnia, musulmanes, croatas y eslovenos con los católicos; como para ser más certeros, según León Thoorens definía así: “Los propios yugoslavos definen a su país como si contaran las piezas de un mosaico: seis repúblicas, cinco naciones, cuatro culturas, tres lenguas, dos alfabetos, un estado y eventualmente podría alargarse la cuenta y citar además siete religiones”, pero debo agregar que también Yugoslavia tenía éxitos futbolísticos reconocidos, como llegar a las semifinales en el primer mundial realizado en Uruguay en 1930 y repitiendo ese éxito en el Mundial de Chile de 1962; la herencia más importante la recibió Croacia, que en sus pocas presentaciones tiene el tercer puesto que consiguió en el Mundial de Francia 1998.