La del guayaquileño Roberto Tuka Ordóñez Ayoví (4 de mayo de 1985) es una historia de perseverencia. No se rindió nunca. Ni cuando se perdía, en su adolescencia, prácticas porque no había dinero para tomar el colectivo. Tampoco ante su tardío debut en la A. Pudo convertirse en futbolista profesional y es una de las estrellas que llevó al Delfín a ser el primer club manabita que juega Copa Libertadores. El delantero de arrolladora potencia física, que explotó como goleador en las últimas tres o cuatro temporadas, también luchó por cumplir un sueño de su madre: poner un negocio de comida (en las calles 29 y la Ch). Lamenta, eso sí, que su inspiración, doña Sonia Ayoví Orobio, no esté para verlo orgullosa. Pero la Tuka es un agradecido de la vida. Ayer, en charla con este Diario, el atacante habló de sus habilidades en la cocina y sigue sin rendirse porque tiene planes para más negocios y muchos sueños futboleros.

¿Cómo nació la idea de poner este negocio?

Hace cerca de nueve meses abrí el restaurante, gracias al apoyo del presidente (José Delgado, del Delfín, dueño de la franquicia La esquina de Ales). Este siempre fue el sueño de mi madre (Sonia Ayoví Orobio), ya fallecida. Ella siempre me decía que pusiera un negocio y ayude a mis hermanos. Me junté con personas que me orientaron y me ayudaron a salir adelante.

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¿Y sabe de cocina?

(Ríe) Sí, y creo saber bastante. Puedo hacer encocado, tapao (comida esmeraldeña), sopas de atún, pollo, y más cosas que no sean complicadas. Me defiendo; si estuviera solo no me moriría de hambre (ríe).

¿Y cuál es el mejor plato que prepara?

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Seco de pollo, encocado y tapao arrecho. Lo que mejor me sale es la sopa de atún.

Sabemos que quiere poner otro negocio similar al de venta de pollo.

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Uno de comida esmeraldeña, como encocado, tapao, el tapao arrecho, de mariscos; me encantaría. Con el local de ahora, la idea que tengo para el otro es que sea diferente. Quisiera adaptarlo al tema deportivo.

¿Algún plato se llamará encocado ‘Tuka’ o algo así?

La verdad, lo estoy analizando. Conversaré con la familia para darle variedad al local y a lo que le sirva a la gente. Quiero que sea algo motivante.

Juega en Delfín, ¿pero de qué club es hincha?

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De Barcelona, pero le tengo cariño a Emelec.

A inicios de este año se dijo que Alfredo Arias lo pidió para reforzar a Emelec.

El interés no solo fue para el 2018, viene de antes. En el 2015 estuve cerca de cerrar con Emelec, pero por cosas pequeñas no se pudo. También con Barcelona hubo opción este año, pero Dios sabe porqué no se dieron las cosas.

¿Si los dos del Astillero le hicieran una oferta idéntica cuál elegiría?

Primero analizaría si tengo opción y espacio para jugar. Que no lleven en mi puesto a tanto extranjero y pueda luchar por ser titular. Después de eso tomaría la decisión.

¿Tras perder Delfín la final qué le decían los jugadores de Emelec? Lo aplaudieron.

Ellos elogiaron lo que hicimos. Se dieron cuenta de nuestra lucha y de nuestro sacrificio en la cancha del estadio Jocay, pero lamentablemente no se nos dieron las cosas.

¿Cómo quedó la relación con Francisco Silva?

Quedamos muy dolidos porque se necesitaba de todo el grupo para enfrentar esas dos finales. Es muy difícil para un equipo chico llegar a esas instancias y ser campeones habría sido grandioso. Él (Silva) nos defraudó porque éramos una familia y no terminó con nosotros. Además, con el profesor (Guillermo Sanguinetti) creo que tuvo un pequeño roce. Pero todos nos podemos equivocar en algún momento, no somos quién para juzgar a nadie.

¿Hay algún resentimiento?

No, pero sí quedé muy apenado por lo que pasó y se dio. Silva tenía un espacio ganado en Manta y todo se fue al piso y se perdió. Lo saludé en la Copa del Pacífico (en el Capwell). El saludo fue ‘qué hay Roberto’ y ‘qué hay Silva’. Nada más.

¿Usted lloró mucho luego de la final perdida?

Lloré porque le prometí a mi mamá que iba a ganar y no pudo ser. Lloré por perder esa oportunidad y porque quería dedicarle el título a Dios y a mi mamá (fallecida en julio del 2017). En el local me habría gustado poner una foto grande del equipo con el trofeo de campeón. No se pudo, pero llegamos a esta instancia sabiendo que hubo otros equipos que hicieron un mayor gasto económico y no lo lograron. Delfín lo hizo.

Usted explota como futbolista en las últimas dos o tres temporadas, ¿porqué no fue antes?

Para mí antes era muy complicado ir a entrenar porque en la casa había problemas económicos. A veces tenía para el pasaje, otras no y así se fueron las oportunidades. Hubo personas que me ayudaron a mejorar como persona y jugador, como Marlon Mina, Duffer Alman, Otto Morcillo. Ellos son personas muy sabias y bendecidas por Dios.

¿Qué opina de la salida de Guillermo Sanguinetti?

No esperaba que fuera tan rápida. Fue una pena porque es un estratega que nos dejó mucho. Dejó su marca en Manta, en nuestros corazones y en muchas cosas. Con él ganaron muchas cosas y eso es valioso. Me dio tristeza porque no pude estar ayudando (por lesión) al Delfín. Se perdieron opciones que complicaron la estabilidad del técnico. (D)

En la Serie A me di a conocer en 2015, con Mushuc Runa. Ese equipo me dio la ‘patadita’ de la buena suerte para ganarme un espacio.Roberto Ordóñez, delantero del Delfín