Es un hecho que Emelec llega a las finales en el momento más importante de su nivel futbolístico. El DT Alfredo Arias consiguió ajustar sus ideas a las características de los futbolistas que más garantizan el juego colectivo, algo que no pudo conseguir fácilmente en algunos tramos del campeonato. Hoy tiene un equipo ensamblado y equilibrado en todas sus líneas y lo que más llama la atención es la perseverancia en crear jugadas ofensivas. Para conseguir aquello fue indispensable encontrar la idea matriz, mucho trabajo en cancha y despojarse de tantas dudas que abrumaban sus pensamientos.

En lo defensivo está comprobado que las presencias de Paredes y Guagua fortalecieron el sistema, pero la zona del mediocampo sin lugar a dudas es la fuente catalizadora del ordenamiento y el equilibrio entre sectores que hoy tanto se elogia. Si nos vamos a la otra tienda, conocido es que el Delfín de Manta no llega con todo el contenido futbolístico, como cuando cerró la primera etapa que le permitió ser finalista. Pero es, sin lugar a dudas, un equipo de cuidado si llega a presentar la oncena que acreditó sus mejores momentos futbolísticos. Comprobado está que al Delfín le afecta la falta de jugadores que se acerquen al nivel de los titulares. Eso fue evidente su descenso en el nivel futbolístico, que consistía en conceptos repetidos como ser un equipo con pocos metros entre líneas, un arquero seguro, una defensa central eficiente en el juego aéreo, una primera línea de volantes recios –especialistas en la obstrucción–, laterales y volantes por fuera con ida y vuelta, con lo que generaba varias alternativas ofensivas, apoyadas con la potencia y gol de los dos panzers ofensivos.

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Es probable que a Guillermo Sanguinetti le urja aceitar esa maquinaria que funcionó cuando la usaba continuamente y que por razones conocidas interrumpió su funcionamiento. A Delfín le calza como anillo al dedo el dicho: ‘Una cosa es con guitarra y otra con violín’. Con estos antecedentes basta para señalar que Emelec es favorito.

Pero no creo que sea así, porque Delfín tiene algunos atenuantes que pueden ser útiles. Si Sanguinetti llega con su equipo titular físicamente apto y repasados en las prácticas diarias los mecanismos que lo hacían funcionar, nos encontraremos con dos partidos con pronósticos reservados, como fueron los cuatro que jugaron en el año (un triunfo cetáceo y tres empates, lo que señala que los dos entrenadores se conocen perfectamente y saben al detalle sus fortalezas y debilidades, tanto propias como del rival).

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Pero un argumento que también esgrime el aficionado emelecista es que las estadísticas demuestran que Emelec es el equipo más ganador de la última época, tomando en consideración que “desde el 2009 hasta el 2017 no ha salido del podio (tres títulos, cuatro subcampeonatos y un tercer puesto). Está por definirse su ubicación este año” (EL UNIVERSO, el 4 de diciembre pasado). Es una credencial muy poderosa, tomando en cuenta que su rival, en forma inédita, disputa lo más preciado del torneo. Además hace un año Delfín peleaba en las últimas fechas puntos para no bajar, algo que hace más trascendente que en este juegue la final.

¿Juega al fútbol la historia? En mi opinión, sí. No es un capítulo aparte ser exitoso y tener en las vitrinas más trofeos que otros rivales. No se los consigue solo por optimismo, voluntad, polarización del éxito. No es un factor que se alimente de la coincidencia. En Emelec la intimidad con la victoria tienen explicaciones muy añejas; por ejemplo, entre los años 1957 y 1968 también subieron al podio todo el tiempo (tres veces campeón, cuatro segundos y dos terceros).

Los éxitos tienen explicaciones que las suelen dar los propios protagonistas y no es coincidencia que en esas rachas triunfadoras hallemos dirigentes destacados que en su momento fueron creando una institución fuerte, hegemónica. Y además confirma aquel axioma que cuando los dirigentes son buenos, casi siempre conforman buenos equipos y siendo así Emelec tiene esa llave que abre cualquier vitrina donde haya una copa que se dispute.

Otro elemento que debe ser valorado en la radiografía de esta final es la experiencia de los participantes y en este aspecto es indiscutible que el equipo guayaquileño tiene en sus filas varios jugadores que han trajinado en estas instancias. Mientras que en el rival sus integrantes llegan con la alegría de ser primerizos, pero conscientes de que en esta fase también están codeándose con la gloria. ¿Es la experiencia un elemento decidor de finales? Es indiscutible que sí, porque un deportista experto supera los temores en menor tiempo, toma decisiones en forma más rápida y acertada. Los expertos pueden reconocer patrones equivocados en el juego en forma oportuna. Parecería que Emelec tiene a favor este capítulo.

¿Qué debe hacer Delfín para equilibrar las fuerzas? En mi criterio tiene varias armas que podrían hacer recuperar su línea de flotación y creo que Sanguinetti conoce el entorno de finales, tanto como jugador y como técnico. Eso es crucial para transmitir sus pericias, además conoce que los puntos conseguidos en el año avalan sus destrezas. Otra manera de medir el potencial es que en el momento de escoger los jugadores más destacados del certamen, Delfín aportará con no menos de siete –e igual Emelec, con una cifra parecida–, lo que significa que el nivel que nos ofrecerán será propio de los dos mejores equipos del campeonato.

Entre el próximo miércoles y el domingo 17 de diciembre todos viviremos las excelsitudes que nos ofrece el fútbol, y las emociones brotarán de acuerdo con el sentimiento con que vivas el momento. Manta vivirá algo que nunca experimentó, un equipo de su ciudad puede escribir una historia que nadie podrá borrar, como lo hicieron el Olmedo de Riobamba cuando en el 2000 rompió la hegemonía de Quito y Guayaquil. O el título del Deportivo Cuenca en el 2004, cuando logró la otra excepción en las seis décadas de campeonato ecuatoriano de fútbol.

Delfín tiene en sus manos esta gran oportunidad para que Manta se engalane con un campeón. Al final todo está por verse, por escribirse. Hoy sobran tal vez las palabras para el análisis y el balompié no exige menos, como lo escribió Jorge Valdano: “Escribir de fútbol es narrar la naturaleza de una pasión, no solo de ideas, sino de emociones. El fútbol es un territorio emocional”. No se puede hablar en este momento de un favorito porque estoy seguro de que en ese “territorio emocional” sea quien sea se proclame campeón, merecido lo tendrá. (O)

¿Juega al fútbol la historia? Sí. No es un capítulo aparte ser exitoso y tener en las vitrinas más trofeos que otros. En Emelec la intimidad con la victoria tienen explicaciones.