No es nostalgia por lo vivido, sino evocación de un tiempo que, deportivamente, fue mejor. Estoy revisando un maltratado cuaderno de los muchos que forman mi archivo y encuentro varios datos que me llevan a una era de auténtico amor al deporte, distinto a los de hoy con tantos ‘héroes’ postizos y ‘filántropos’ que donan su negocio a un club.

He aquí uno de esos datos. Barcelona no tenía una sede propia, apenas un chalet alquilado en el corazón del Astillero. El 23 de junio de 1949, con ocasión del cumpleaños de Fausto Montalván, el capitán del equipo de la idolatría, se reunieron varios socios y nominaron un comité procasa del Barcelona. Lo iba a presidir Federico Muñoz Medina y lo integraban Pablo Estrada Valle, Rafael Arosemena Coronel, Vicente Suárez, Luis Alberto Arteaga, Pipo Bruno, Oswald Grimmer y Eduardo Servigón. Por aquel tiempo un simpatizante torero, Raúl Murrieta Rodríguez, prestante periodista, mantenía en diario El Telégrafo la columna Adelante con el Deporte.

Fue allí donde se inició la campaña. En la aquella noche, Murrieta habló para decir que era la hora de mostrar el amor al club. Metió la mano al bolsillo, sacó un billete de 100 sucres y exclamó: “¡Quién da más!”. Todos lo imitaron hasta reunir la suma de 1.080 sucres, con los que se inició la colecta. Miguel Salem Dibo ofreció dirigir la obra que cinco años después estaba lista para ser inaugurada en el solar que donó el Municipio, en la calle Maldonado.

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El edificio de dos plantas fue por muchos años un símbolo pues se hizo con el esfuerzo de todos los socios. Tiempo después, un aventurero argentino, al que contrataron para que jugara fútbol, demandó al club. El presidente de entonces ordenó que se cediera al impostor la sede de Maldonado pues, para él, no representaba nada en la historia.

El local fue luego rematado por un hincha emelecista que, generosamente, ofreció al dirigente de turno devolverlo a Barcelona a cambio de alguna publicidad estática. Se trataba de un gran gesto de hermandad para restituir un bien que era un símbolo de tiempos mejores. El dirigente barcelonés rechazó el regalo. La historia no importa, sino el negocio.

Ese gran profesor, dirigente y formador de campeones que fue Rómulo Viteri Baquerizo, personaje inolvidable en nuestro deporte, fue uno de los propugnadores de los torneos deportivos intercolegiales que tanto bien hicieron al deporte guayaquileño. Yo mismo participé cuatro años seguidos en ellas y tuve el honor incomparable de cumplir mi más preciado sueño: defender la divisa del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, cuyo preclaro nombre, cambiado hoy en tiempos revolucionarios, recuperaremos pronto con Gustavo Orellana Magallanes y la Fundación Conaviro a la cabeza.

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El 26 de junio de 1949 la Subdirección de Educación Física inició un cuadrangular intercolegial de fútbol. En el primer partido jugaron Cristóbal Colón y Aguirre Abad. Los salesianos alinearon con Pablo Zatizábal; Moreira y Moreno; Villao, Peré y González; Ordóñez, Luis Pulga Hidalgo, Luis Zatizábal, Pacífico Centeno, e Hidalgo. Por los aguirrenses formaban Alfredo Bonnard; Guzmán y Garaicoa; Muñoz, Landívar y Suárez; Martín, Legarda, Castro, Fuentes y Jorge Guzmán. Los cristobalinos ganaron 1-0.

En el partido de fondo se midieron Vicente Rocafuerte y Borja Lavayen. Los vicentinos se impusieron 2 -0, goles de Paredes y Vargas, formando con Jorge Delgado; Fabián Bastidas y Julio Rubira; el Gato Gómez, Raúl Sánchez y Bolívar Sánchez (Washington Villacreces); Paredes (Pereira), Luis Merino, Carol Farah, Vargas y Elizalde. En el Borja alinearon Roldós; Tandazo y Herrera; Betancourt, Tapia y Fabre; Acosta, Balseca, Miranda, Marcalupo y Ríos.

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En uno juegos más espectaculares del cuadrangular se enfrentaron Vicente Rocafuerte y Aguirre Abad. Los dos usaron las mismas alineaciones. Fue un duelo de guardametas, Delgado y Bonnard, que fueron las figuras, y que terminó sin anotaciones. El trofeo se lo llevó el Vicente por promedio de goles.

Los partidos de las Ligas de Novatos eran una fiesta futbolera, salpicada a veces, por alguna bronca. Se llenaban los sábados las canchas del Jockey Club, el American Park y La Atarazana para ver a auténticos cracks que brotaban como por generación espontánea. Guayaquil producía sus propios jugadores. No había necesidad de importarlos al amparo de un periodismo comprometido en tareas de propaganda a favor de quienes luego resultan ser ‘paquetes’ y se van demandando al club, sin que ningún dirigente responda por lo invertido.

El 30 de noviembre de 1950 se proclamó campeón infantil de la Liga Independiente el famoso Sacachispas, que formó, entrenó y dirigió nuestro querido colega ya fallecido, Manolo Mestanza Pacheco. Aquel equipito produjo algunos grandes jugadores que llegaron a primera categoría. En su nómina estaban Pedro Duarte y Senefelder Pimentel como arqueros. En la defensa jugaban Eduardo Niche Salcedo, Raúl Argüello, Flavio Nall, Jorge Alvarado y Manuel Correa. Los volantes eran Enrique Argudo, Eddie Vizhñay, Pedro Morán y Marcos Chino Noé. Los delanteros eran Guido Lindao, Cristóbal Aguilera, Alfredo Aguirre, Rubén Pérez, Felipe Serrano, Julio Lamota, Pedro Hernández, Santiago Perazzo, Carlos Trompudo Pineda y Jorge Sandoval. Noé, Lamota y Perazzo llegaron a la máxima división. Arguello, Nall y Pineda están entre los mejores futbolistas tricolores de todos los tiempos y jugaron en la Selección nacional.

En aquellos años se jugaba el torneo Interligas en todas las categorías y cada una de ellas formaba su selección. El 7 de diciembre de 1950 se publicó la nómina de la selección infantil de la Liga Juan Díaz Salem. La integraban Eduardo Moncayo, Roberto Ayón, Roberto Torres, Gustavo Estrella, Ramón Enríquez, Segundo Garcés, Gonzalo Chalo Salcedo, Adulfo Patita Estrella, Plutarco Osorio, Guido Lindao, Clímaco Cañarte, Vicente Banegas, Hugo Triviño, Miguel Acosta, Víctor González, Heriberto Alvia, Marcos Pino y Vicente Franco.

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Moncayo fue arquero de Barcelona, Estrella y Alvia llegaron a Emelec y Favorita, Osorio brilló en 9 de Octubre y Banegas jugó en Patria. Salcedo fue estrella en Barcelona, al igual que Clímaco Cañarte. Ambos llegaron a la selección nacional y Cañarte está entre los mejores jugadores ecuatorianos de todas las épocas.

No es nostalgia, es solo recuerdos de tiempos mejores. De dirigentes que amaron de verdad a Barcelona, sin imposturas. De aquellos intercolegiales que fueron liquidados por la ‘educación modernista’. De aquellas Ligas de Novatos donde se jugaba con el alma en encuentros que eran mejores que algunos de la primera categoría de hoy. (O)

Esta columna es nostalgia, es solo recuerdos de tiempos mejores. De dirigentes que amaron de verdad a Barcelona, sin imposturas.