Nada es más desesperante que un artista imposibilitado de expresarse. Es el caso de Chugo Tobar. Su tragedia comenzó con el accidente cerebro vascular que lo dejó hemipléjico: el costado izquierdo de su cuerpo paralizado. Su canto en una pausa cruel. Su viacrucis era devastador como una de sus canciones: “Mozo mesa para uno/ Ya no espero a nadie/ Mi amor ya no viene/ Ni jamás vendrá”. La semana pasada lo visité. Vive en la cooperativa Causa Proletaria del Guasmo –Manzana 12, solar 13, teléfono: 260-7557– con su compañera Carmita Lozano. Esa tarde suenan sus canciones que como cuchillos se clavan en el pecho. Él está sentado en la sala junto a un antiguo afiche, donde a sus 24 años sonríe bajo la frase: Chugo Tobar, el catedrático de la rocola.

Ahora, después de años de rehabilitación –a las que a veces no puede asistir por la falta de recursos económicos–, Chugo está volviendo a cantar. A movilizarse apoyado en un bastón. Y aunque tiene a su vida cuesta arriba, nunca ha perdido su buen sentido del humor, ni su fe. Su historia comienza hace 69 años, en Quevedo, Los Ríos, con los nombres de Segundo Macario Tobar Chong.

Su canto es una herencia que recibió de su padre, bisabuelo, abuelo y una tía. “Eran montubios que cantaban en la huerta”, asevera y recuerda su infancia campesina: “Cuando montado en burros me tocaba arrear racimos de plátano, ahí practicaba cantando. Los burros ni me paraban bola, yo cantaba nomás. Así aprendí yo”. A sus 14 años se inició en el programa de aficionados Cante como pueda pero cante, de la emisora Ecos del Agro, de Quevedo, donde se graduó de profesor normalista, fue director de una escuelita de La Esperanza, vía a Valencia. Pero solo 5 años trabajó en el magisterio. Por esa razón, años después, el animador Miguel Cumbet lo bautizó como, El catedrático de la rocola.

Publicidad

Su destino cambiaría cuando Ney Moreira –requintista del trío Los Brillantes– lo escuchó cantar y exclamó: “¡Montubio, tú cantas bien. Vámonos a Guayaquil para ver si grabas!”. Tenía 24 años cuando en Ifesa hizo una prueba y enseguida le propusieron grabar. Enrique Márquez de la Plata, director en ese sello disquero, le cambió su nombre Segundo, porque dizque era de serrano, por su apodo familiar: “¡Chugo Tobar, eso vale!”, dijo el empresario, que andaba tras un cantante que tumbara al exitoso Kike Vega que grababa para Cóndor, sello de la competencia.

Chugo –el nombre de un pájaro que canta– grabó dos valses pero nada pasó con ese primer disco. A los 15 días, probaron con otras canciones. Ifesa propuso un tema y Chugo un bolero que su padre cantaba: “Mira... no te vayas, quédate un momento,/ Quédate conmigo, tú no te me vayas;/ Pase lo que pase, digan lo que digan/ Tú me perteneces, esa es la verdad.” Era Diez minutos más, del mexicano Gabriel Ruiz-Zorrilla. La canción fue el boom rocolero que lo hizo famoso. Pero la disquera y él querían más. Después, él grabaría más 800 canciones, entre las más emblemáticas están: Busco tu recuerdo; Blanca azucena; Como tú reías; Mesa para dos; etc. Era la época que la música rocolera crecía como una ola ebria en las voces de Kike Vega, Cecilio Alva, Juan Álava, Roberto Zumba, entre otros de la llamada Invasión Rocolera. Así comenzó su carrera de exitosas grabaciones y conciertos nacionales y extranjeros hasta que se estableció como residente en Canadá.

Cuenta que por negocio las disqueras lo hicieron grabar solo música rocolera, pero le hubiese gustado grabar también pasillos que son poesía pura. Chugo Tobar confiesa: “La música rocolera para mí es un sentimiento al que uno le pone amor cuando está enamorado y traición cuando está despechado”. Indago por qué la gente gusta de esa música, y dice: “Porque la rocola es más directa: cacho es cacho y amor es amor”.

Publicidad

Fue en el 2005 que su vida cambió. Esa tarde da su doloroso testimonio: “Cuando caí enfermo con este derrame, yo parecía un niño arrastrándome de aquí a allá, yo decía: Nunca voy a caminar. No podía hablar, peor cantar. Era muy duro no poder cantar. Estoy aquí todo el día sentado en una silla porque mi señora trabaja. ¿Usted se imagina? Yo que he sido un hombre andariego. Un hombre de cama en cama. Por esto mucha gente que se mata por la depresión”, lo dice escupiendo su tragedia, pero enseguida sonríe y hace una broma.

Su esposa le dice que sea sincero y diga que su rehabilitación demanda gastos, como también los exámenes, su dieta alimenticia y consultas con los especialistas. Y no hay ayuda del Gobierno local, ni nacional, ni de la asociación, ni la federación de artistas. Es cuando Chugo cuenta: “Como soy un artista pasivo, no me paran bola. La Asociación de Artistas dice: Esto no es la Junta de Beneficencia”. Pero hay compañeros solidarios como Kike Vega, Cecilio Alva, Roberto Calero, La Gata de la Rocola y otros que se presentan gratis cuando organizan bingos y peñas a favor de Tobar. También agradece a amigos incondicionales como Rolando Campuzano, Dr. Jorge Jácome y Olfio Vera.

Publicidad

Recuerda a artistas de nuestra música que han vivido sus últimos días rodeados de acuerdos, condecoraciones, medallas y míseras pensiones que no les sirvieron para sobrevivir. Son los casos del músico Luis Teanga Alarcón, conocido como Cara de Haba; el declamador Luis Lupino Oviedo; Maruja Mendoza Sangurima y tantos otros. Aún están vivos la extraordinaria cantante Olguita Gutiérrez y Chugo Tobar, ambos luchando con la frente en alto.

“Estoy en terapia –dice mostrando su brazo y pierna izquierda medios afectados aún–. Mi proyecto es mi recuperación total”, asevera, da gracias a Dios, se declara católico y también feliz porque su público no lo olvida. Es cuando cuenta que con Cecilio Alva ha grabado un disco del que solo falta el videoclip para ponerlo a circular.

La tarde cae sobre el Guasmo sur. Chugo Tobar se anima y como si estuviese en el escenario acompañado por sus músicos y su fanaticada femenina, a capela pero con total sentimiento canta: “Quédate un ratito, deja que te mire,/Deja que mis manos se llenen de ti...”. Escuchándolo es cuando todos creemos que el viacrucis de Chugo Tobar está llegando a su fin.