La vocación por ser bombero fue heredada de su abuelo

El temor por el fuego no intimida a Pamela Castillo, de 26 años, y bombera voluntaria, quien desde hace 3 años forma parte de la División de Rescate del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil.

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Cuenta que lleva la vocación de servicio en su sangre, puesto que su abuelo, el coronel Fernando Fernández, formó parte del Cuerpo de Bomberos de Daule, y su hermano, el suboficial Hugo Castillo, también es bombero voluntario.

“Yo acompañaba desde pequeñita a mi hermano a las prácticas, al cuartel o a las guardias, me quedaba un ratito y me iba a dejar a la casa y ahí me gustó, porque mi hermano me inculcó esa vocación de querer ser bombero”, manifiesta Pamela.

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Esta joven residente en Guayacanes indica: “Siempre me ha gustado ayudar a las personas y creo que ser bombera es un buen medio para aportar a mi ciudad sin recibir nada a cambio”.

Pamela tiene muchas anécdotas de su labor como bombera voluntaria, una de ellas fue haber acudido a un accidente de tránsito donde se llevó una impactante sorpresa.

“Una vez me tocó hacer guardia, ocurrió una emergencia vía a Daule y yo estaba enferma, fue un bus donde iban unos futbolistas que se estrelló contra un camión y mientras yo me equipaba, mi hermano vino corriendo a decirme que no me bajara del auto, pues hubo una gran cantidad de personas fallecidas”, recuerda aún con asombro; pero se bajó.

Pamela afirma que su único temor es “llegar a un rescate y que sea alguien conocido. No quisiera rescatar a un familiar porque me quedaría en shock o te puedes bloquear por querer hacer el trabajo tú solo y en realidad no sé cómo vaya a reaccionar”.

Ser bombera voluntaria le ha servido a Pamela y a muchas mujeres a llenarse de valentía para poder actuar en alguna emergencia, acto que ha sido digno de reconocimiento y admiración por algunos compañeros del gremio, comenta esta joven estudiante de Comunicación Social en el Tecnológico Espíritu Santo.

“Cuando recién entré fui una de las primeras, en mi división somos cinco mujeres, son pocas, pero cada vez que se abren los cursos para bomberos voluntarios veo que hay más mujeres. Ahora somos aceptadas, nos costó un poco al principio porque los hombres tratan de protegernos, pero las mujeres hemos demostrado que estamos a la par que ellos”, afirma Pamela llena de orgullo y convicción. Pamela asegura que celebrará el Día de la Mujer junto con su mamá y sus tías.

Una colombiana que recorre todas las calles de Guayaquil

A los 5 años, Diana Carolina Grisales López vino desde Manizales, Colombia, a vivir a Guayaquil con su familia, ya que a su papá le salió una oportunidad laboral en esta ciudad.

Aquí estudió la primaria y secundaria, también obtuvo su licenciatura en Publicidad y Marketing en la Facso. Conoció a su actual esposo, Dani Vélez, quien trabaja en una lubricadora de autos en el sector y tienen dos hijos: Dani Gabriel, de 8 años, y Cristian, de 3.

Posee licencia profesional y actualmente trabaja como taxista en la compañía de taxi ejecutivo Fast Line, manejando un Kía Río amarillo desde las 07:00 hasta las 22:30. “Hay días en que laboro solo doce horas”, dice.

“A mí me gusta manejar, pero empecé a manejar el taxi desde hace un año para ayudar a mi esposo porque teníamos un poco de deudas de la universidad y más el curso de conducción, entonces aproveché que tenía la licencia y el carro y me metí a trabajar en esto”, comenta, todavía con el característico acento colombiano.

Cuenta que al principio le costó aprenderse los nombres de las calles, aunque “siempre conocía los lugares por alguna referencia”. Relata que en una ocasión estuvo perdida en el suburbio de Guayaquil. “Sí me asusté porque no conocía el sector y tuve que pedir ayuda a mis compañeros para que me guíen y me digan por dónde salir”, confiesa. Ahora Diana ya posee un mapa de la ciudad para poder guiarse, pero afirma que ahora conoce mejor las calles de Guayaquil.

Dice que los clientes ven raro que una mujer sea taxista, pero ella indica que “es normal”, por la razón de que es poco común que una mujer conduzca un taxi, aunque cada vez son más.

Diana comenta que hasta ahora “ningún cliente me ha faltado el respeto, considero que los guayaquileños son personas cálidas, amigables que hasta ahora me han tratado muy bien y no me veo viviendo en otro lado que no sea aquí”.

Sobre el Día Internacional de la Mujer, Diana comenta que “se debe valorizar más a la mujer porque hay personas machistas que consideran que la mujer solo debe estar en la casa cuidando a los hijos, pero ahora veo que hay muchas trabajadoras que tienen su propio empleo y que ya no dependen de los hombres, incluso podemos ayudarlos”.

Afirma que las mujeres ya no son el sexo débil, “a veces nos toca sufrir bastantes cosas y salir adelante, sobre todo cuando uno es mamá, es la tarea más difícil que existe”.

Firmeza y buen trato son las claves al momento de citar

Con una mirada seria se encuentra a la subteniente de la Comisión de Tránsito del Ecuador Rosario Sandoval. Ella participa en los operativos de control de velocidad que se realizan en la avenida Francisco de Orellana.

“El trabajo en este sector no es complicado. Una vez me tocó un conductor que no quería bajarse del vehículo pese a que iba a exceso de velocidad. Mis compañeros me ayudaron”, recuerda Rosario, que hace seis meses se graduó de la Escuela de Formación de Oficial y Tropa, ubicada junto a la terminal terrestre de Guayaquil.

“Un trabajo debe gustar para que se lo haga bien. Yo disfruto haciendo esto”, indica esta joven de 26 años que junto con 29 compañeras se incorporaron como oficiales de tránsito.

Rosario expresa que el interés de pertenecer a una institución con grados oficiales le nació desde niña ya que su padre era marino. A pesar de esta cercanía familiar, decidió inscribirse recién a los 25 años en estos cursos que ofrece la Comisión de Tránsito del Ecuador para formar a sus nuevos elementos, luego de terminar sus estudios en Publicidad en la Universidad de Guayaquil.

“Todavía hay personas dentro de la institución que piensan que en la Comisión deben estar solo hombres. ‘Solo las mujeres pueden hacer este trabajo’ son algunos de los comentarios que he escuchado durante estos seis meses. Creo que nosotros cumplimos más funciones que los hombres porque a la vez, con muchas de mis compañeras, somos madres”, señala Rosario, quien confiesa que la que la motiva cada día es su hija Mía.

“Cuando un chofer se quiere portar grosero lo que hago es tratarlo amablemente, le explico que cometió una infracción y que no tiene que faltarme el respeto. Cuando me ha tocado dirigir el tránsito en la zona, hay conductores que pitan y gritan cosas como ‘ándate a la cocina’, me ha tocado aguantar porque si no, se obstaculiza el tránsito”, afirma Rosario, quien quisiera ascender hasta convertirse en coronel.

El Día de la Mujer, dice, lo celebrará trabajando junto con sus compañeros en varios puntos de la ciudad. Esta es una tarea que la emociona y la llena de energía porque nunca sabe en qué lugar puede estar, aunque confiesa que prefiere sectores como la autopista Narcisa de Jesús y la avenida Francisco de Orellana. “Espero que todas las mujeres podamos cumplir nuestros objetivos y sueños”. Hay hombres que no quieren que progresemos y ponen trabas”.

Aún los clientes se sorprenden al verla lavando automóviles

A pesar de llevar tan solo dos semanas en este trabajo, Andrea Tamayo no pierde el entusiasmo, demostrado en su rostro, al lavar vehículos en el local Hot Tires, ubicado en la ciudadela Acuarela del Río. El intenso sol no la detiene; con una manguera a presión limpia puertas y llantas del vehículo que la asignen. Andrea comenta que las miradas de los clientes ya no le incomodan.

“Ayer (viernes), que estaba lavando un carro vino un señor y se paró a mi lado para ver si lo hacía bien o no, lo que de cierta manera me pareció un poco machista porque dudaba de que lo iba a hacer bien. Al final me terminó agradeciendo por hacerlo bien”, recuerda Andrea, que está acostumbrada a las bromas que hacen sus compañeros.

“Como aquí los chicos siempre se hacen bromas entre ellos, algunas veces me han dicho cosas que no me gustaban y ahí mismo les dije que no me parecía”, añade.

Cuando sus tíos Freddy Tamayo y Maribel Ordóñez, dueños del negocio, le dieron la oportunidad de ganar un poco de dinero cumpliendo esta labor, no dudó en aceptarlo e invitó a su mejor amiga, María José Valerio, a ayudarla en este trabajo.

Maribel explica que es difícil encontrar chicas que quieran trabajar en esta área, pero las pocas que se dedican a esto demuestran ser más cuidadosas con los detalles del interior de los vehículos.

‘Las chicas hacen un buen trabajo’ y ‘al principio uno piensa que no lo van a hacer bien, pero al final dejan el carro totalmente limpio’ son algunos de los comentarios que los clientes emiten sobre el trabajo de estas mujeres, según cuenta.

Andrea indica que no es complicado este trabajo porque ella se dedica a la limpieza simple por la que cobran $ 2,50. Diariamente recibe $ 10 y, además, se añade entre $ 0,50 y $ 1.

“No hay trabajos que distingan a hombres y mujeres, tal vez solo en la construcción, ya que implica tener fuerza. Generalmente, lo que aquí hacemos las mujeres es la limpieza por el exterior del carro y también aspiramos el interior, además de ponerle brillo al tablero y llantas”, explica.

Andrea dice que esto le permite tener dinero para comprar sus cosas, además que le ayuda a ser responsable, ya que debe salir temprano desde su casa, ubicada en el sur de la ciudad, hasta este trabajo.

“Mis amigos no se sorprenden por lo que hago y tampoco me da vergüenza hacerlo porque ocupo el tiempo en algo bueno y a la vez gano un poco de dinero”.