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Como todo ser vivo, el humano debe adaptarse al ambiente que lo rodea, ya que de esto depende su supervivencia. Dicha adaptación se produce, en primera instancia, a través de los sentidos. La percepción sensorial recibe la información a partir de la experiencia. Esta información almacenada implica un saber primario, instintivo y elemental; este es el conocimiento empírico.

Sin embargo, este conocimiento no es suficiente para que el ser humano se desenvuelva eficientemente en su entorno. Como especie dominante se ve en la necesidad de evolucionar, no solo anatómicamente, sino también a nivel de pensamiento. A partir de esta necesidad se dará el desarrollo de saberes elaborados de forma sistemática. Es decir, la manera en la que el ser humano se apresta a adquirir el conocimiento implica un deseo de comprender al universo en el que vive, más allá de los instintos y la supervivencia. Esta forma de pensamiento complejo conlleva la creación de experimentos formales, registros y técnicas para poner en práctica el saber adquirido; este es el conocimiento científico.

Para que se dé el conocimiento, es necesario tener en claro sus actores básicos. Entendemos con facilidad que aquel que pretende adquirir un conocimiento es el sujeto. Aquello que desea conocer, sea esto tangible o no, es el objeto. En el caso de las ciencias, el objeto de estudio. Ahora bien, a partir de que el sujeto empieza a relacionarse cognitivamente con el objeto y adquiere saberes, formales e informales, se formará una imagen. Esta imagen mental es el conocimiento mismo. Claro está que debemos tener presente que el saber científico implica una imagen mental mucho más compleja, estudiada formalmente, en ocasiones, a través de siglos o décadas.

Entender que la composición de los objetos y de los sujetos implica un pequeño universo debe llevarnos a entender que el conocimiento completo y absoluto es imposible. Es más, el conocimiento humano, aun el científico, es relativo. Dicha relatividad consiste en la comprensión epistemológica acorde con el tiempo y el espacio en el que el conocimiento se da. En otras palabras, en tanto la cultura determina la vida de los sujetos, el saber está también conectado con la misma. A esta comprensión parcial o momentánea de los objetos de estudio se le llama paradigma.

Por otro lado, la esencia del conocimiento es también cuestión de debate. ¿Es el objeto de estudio el que determina al sujeto? O ¿es el sujeto el que determina al objeto? Quizá el realismo nos aporte el criterio más apropiado para responder a esta interrogante. El objeto existe más allá de si el sujeto lo conoce o no. Entendemos, por ejemplo, que una variedad de flores silvestres existía y realizaba todos sus procesos bioquímicos con regularidad, mucho antes de que Teofastro creara la botánica.

Finalmente, a partir de todos estos procesos, el sujeto puede llegar a reunir información suficiente, a manera de evidencia, para poder determinar que un criterio es verdadero. A mayor cantidad de evidencia, mayor certeza tendrá la imagen que el sujeto retiene como conocimiento científico.