El león norteamericano y el tigre diente de sable no se extinguieron porque el cambio climático o la competencia de los humanos los hayan hambreado hasta la muerte, según un estudio que difunde este miércoles Public Library of Science (PLoS).

Durante décadas los científicos han aceptado la hipótesis de que la pérdida de su dieta causó la extinción de los grandes felinos carnívoros que abundaban en América del Norte en el Pleistoceno tardío.

Pero un estudio de restos fosilizados de esos grandes felinos recuperados en los depósitos de alquitrán de La Brea, en el sur de California, no encontró pruebas de que los carnívoros gigantes tuvieran problemas para encontrar presas en el período en el cual fueron extinguiéndose hace unos 12.000 años.

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La investigación la llevaron a cabo científicos de la Universidad de Vanderbilt que analizaron los patrones microscópicos de desgaste en los dientes de esos felinos, y cuyos resultados contradicen la explicación más popular para la extinción cuaternaria, durante la cual desaparecieron los grandes felinos, los mamuts y otros grandes mamíferos en todo el mundo.

"La teoría popular sobre la extinción cuaternaria es que el cambio climático al final de la era glacial o la actividad humana -o una combinación de ambos- mató a la mayoría de los grandes mamíferos", señaló Larisa DeSantis, profesora asistente de ciencias de la tierra y el ambiente en Vanderbilt, quien encabezó el estudio.

"En el caso de los grandes felinos una creería que encontraron dificultades crecientes para hallar presas, especialmente si tuvieron que competir con los humanos", continuó.

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"Y sabemos que cuando escasea la comida, los carnívoros, como los felinos grandes contemporáneos, tienden a consumir más del cadáver del animal que cazaron", explicó DeSantis. "Si pasan más tiempo masticando los huesos, eso debería dejar cambios detectables en los patrones de desgaste de sus dientes".

El estudio empleó una técnica llamada análisis del microdesgaste de la textura dental (DMTA por su sigla en inglés), desarrollado por el coautor del estudio, Peter Ungar, en la Universidad de Arkansas.

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El método usa un microscopio confocal que produce una imagen tridimensional de la superficie del diente sobre la cual pueden analizarse los patrones de desgaste. La masticación de carne causa pequeñas marcas paralelas, y la masticación de huesos añade surcos más grandes y profundos.

El análisis dirigido por DeSantis mostró que los patrones de desgaste en los dientes del león americano se parecen más a los del guepardo (Acinonyx jubatus) del presente, el cual evita masticar en los huesos de los animales que caza.

Por su parte los patrones de desgaste en los dientes de los tigres diente de sable se parecen más a los del león africano del presente, que sí mastica algunos huesos cuando come.

Los investigadores examinaron cómo esos patrones cambiaron con el tiempo seleccionando especímenes de diferentes eras, desde unos 35.000 a unos 11.500 años atrás.

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El equipo no encontró evidencia alguna de que los dos carnívoros aumentaran su "tasa de utilización" de los cadáveres en todo ese período y, si algo sugiere el análisis, es que la proporción de cadáveres que ambos tipos de felinos consumían de hecho disminuyó hacia el final de su existencia.