EFE
EL CAIRO.- Muy lejos de sus hogares, un grupo de chilenos ha puesto en marcha una biblioteca móvil en El Cairo para los más pequeños, con el fin de que los niños aprendan que el español no es solo una herramienta para comunicarse, sino también un instrumento de identidad.
En la metrópoli cairota son escasas las oportunidades de practicar el español y, aún menos, de leerlo.
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Tres chilenas lanzaron de forma modesta la asociación El árbol que crece, con la que comenzaron un cuentacuentos mensual en el que reunían a los miembros más jóvenes de la comunidad hispanoparlante.
Los encuentros pronto calaron entre los niños, que se enfrentaban en muchos casos por primera vez a historias y libros contados en su lengua materna, con la que también podían comunicarse con otros chicos.
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“Para los niños aquí el lenguaje es un descubrimiento”, sentencia Carolina Roldán, cuentacuentos y alma máter, junto con Javiera Hurtado y Pamela Anex, de la asociación y de la nueva biblioteca móvil que acaba de ser inaugurada.
“Descubren que no es solo una forma de hablar, sino que forma parte de su cultura. De pronto, encuentran a otros niños que entienden qué significan ciertas palabras y ciertos comportamientos íntimamente relacionados con el idioma”, dice esta odontóloga chilena.
Conscientes de que era necesario dar un paso adelante, decidieron crear una biblioteca móvil, con más de 130 títulos, y que ha contado con los fondos aportados por el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile y la Empresa Nacional de Petróleo chilena (Enap-sipetrol).
Los libros, entre los que figuran algunos de los títulos más conocidos de autores infantiles, son llevados donde alguien los demanda a través de una página en internet, y sirven también como base para el cuentacuentos. Diego Araya, secretario de la Embajada chilena en El Cairo, explica que los hispanoparlantes “no son una comunidad vulnerable en términos económicos, pues la mayoría de las personas pertenecen a familias de expatriados.
Sin embargo, sí son vulnerables en el sentido cultural o psicológico”.
Según el diplomático, existen pocas redes sociales o culturales y ahí el rol significativo del idioma. “La comunidad chilena puede ser pequeña, la de otro país puede ser pequeña, pero lo que une a la gran familia hispanoamericana es el idioma español. Por eso creemos que este modelo puede ser replicable en otros países de la región”, asevera.
Con más medios, pero gran espíritu, la cuentacuentos Carolina Roldán asegura ahora alcanzar “el máximo de la felicidad” cuando un niño tímido e inseguro llega a los talleres y acaba conversando con ella sobre asuntos personales.
La biblioteca, que también cuenta con el asesoramiento del Instituto Cervantes en El Cairo, está abierta a cualquiera que hable español, aunque no sea hispanoamericano, como Akali, una niña japonesa asidua de los libros. Al fin y al cabo, como la define Roldán, se trata de una “herramienta lúdica para que los niños refuercen el conocimiento que tienen escondido en su casa”.